La poesía y la educación de la sensibilidad

Acercar a los niños a la poesía es educar su sensibilidad. Es darle la oportunidad de usar los sentidos para percibir su entorno y su mundo interior.

La poesía que explora la naturaleza enseña a preservarla, el niño se apropia de ese conocimiento de manera natural, simple. Cuánto más puede hacer la que aborda los temas que tienen que ver con el amor, con todas sus posibilidades. Entre ellas el amor a la patria.

Cuando se enseña desde la estética se enseña dos veces y se aprende tres. Porque se aprende la lección, que exige el ministerio, se aprende para la vida y se aprende que la belleza es un camino para el conocimiento.

En este orden de cosas, colegimos que la poesía tiene esa doble función, y la principal es contribuir a la formación de la identidad. Identificarnos con lo nuestro, con todo el peligro y la carencia que implica la utilización del concepto.

Cuántos nos quejamos, refiriéndonos a la juventud, acerca de que las cosas no son como antes, y el estribillo se repite… Aquellos que hoy tienen quince años se sorprenderán a la vuelta de los días repitiéndola. Es como autocensurarse.

El poema patriótico es casi un estigma de todo panameño. Todos nos jactamos, con justificada razón, de conocer el poema Patria, de Miró; Al Cerro Ancón, de Amelia o el Canto a la Bandera, de Gaspar Octavio Hernández. Estos tres textos son los grandes ligas de este género.

Pero hay más… poemas y poetas que han sido olvidados por los organizadores de concursos sobre el tema. Ese excesivo tremendismo con que se declama no tiene nada que ver con el amor a la patria, ese afán competitivo no le aporta nada a la poesía ni a la vida de los declamantes. Las posturas exageradas y la grandilocuencia a la hora de las presentaciones no tienen nada que ver con la poesía y menos con la poesía patriótica.

Desde la poesía, la poesía que habla de la patria se puede, se debe enseñar identidad. Ese concepto inasible, que ha llevado a las mejores inteligencias del patio a teorizar sobre el tema, y continúa abierto, dispuesto y sin concluir, debe ser el objetivo de la enseñanza de la poesía en las escuelas.