Aullido de loba
Mentirosos compulsivos
- Mónica Franco*
El panameño miente por casualidad, por activa y por pasiva; para agradar al interlocutor o para joderlo. Suele mentir cuando no hay necesidad. Por eso mismo les digo, señores, que tampoco se crean ni una sola de las palabras del que acaba de ganar las elecciones.
Pues aquí estamos. Después del tsunami de la elecciones, y habiendo cumplido mi promesa de pasar varias semanas sin hablar de política para no contribuir al agobio generalizado, vuelvo por mis fueros. Hay varias cosillas que quisiera mordisquear aquí. En primer lugar quisiera pegarles un guantazo virtual en la boca a todos aquellos agoreros descerebrados que se pasaron los últimos tiempos vaticinando que la democracia estaba en peligro. Levantando el dedo y señalando ogros imaginarios, asustando a la población con avisos de repeticiones históricas. Recordando el miedo para sacar provecho del río revuelto. Son todos unos tarados. El miedo nunca ha sido buen consejero en democracia. El miedo vuelve a los hombres y a los perros imprevisibles. Los que juegan con ese tipo de fuego, amenazando con la repetición de eventos pasados, no se dan cuenta de que corren el riesgo de que eso se les reviente en los morros cual liga rota. El repetir una y otra vez que ‘la democracia está en peligro’ solo crea un clima de recelo y temor que, eso sí, es caldo de cultivo para muchos desmanes. Nunca falta el que se cree héroe salvador de la patria.
Dicho lo cual paso a mi siguiente punto: las encuestas. Y aquí me van a permitir un momento de carcajeo intenso: juas juas juas. Ya. Gracias. Continúo. Voy a hacer ahora una afirmación que sé que va a levantar ronchas, y bien, aceptaré los gritos siempre y cuando ustedes reconozcan en su fuero interno que lo que digo es cierto: el panameño es mentiroso. Vale, acepto que haya excepciones, escasas, pero las habrá. Excepciones salvadas, el panameño miente consistente y continuamente. Miente por casualidad, por activa y por pasiva. Miente para agradar al interlocutor o para joderlo. Suele mentir aun cuando no hay necesidad de ello. No me vengan con réplicas pseudointeligentes, sí, los españoles tenemos otros defectos, muchos, pues vale, pero estamos hablando de las encuestas electorales panameñas, y mi explicación a porqué fallaron todas tan estrepitosamente no tiene nada que ver con los sesudos análisis que se han venido realizando hasta el momento. Ni siquiera con las explicaciones rocambolescas acerca de coimas y demás. No. La respuesta es mucho más pedestre: los panameños mienten. Y los encuestadores no tienen ningún instrumento científico para poder medir el índice de mentira porcentual en las encuestas cuando todos los encuestados mienten a la vez.
Cuando se repite una y otra vez que en Panamá las encuestas no sirven, los que pagan por ellas deberían tener claro que eso es lo único cierto en todo esto. Cuando a un Fulanito cualquiera en la calle le preguntas acerca de candidatos o intención de voto él, mentalmente, estará tratando de averiguar quién eres tú, qué pretendes y qué le conviene más a él contestarte. Y luego hará lo que le da la gana. Exactamente igual que cuando le preguntas al plomero si va a venir mañana a tu casa a arreglarte la pluma de la lavandería que lleva botando agua una semana.
Ese, el mentir consistentemente, es el rasgo del panameño que permite que en éste país nunca pase nada. Porque todos dicen lo que los otros quieren oír y luego hacen lo que les da la gana, mientras mienten de nuevo para explicar por qué no cumplieron su palabra. Y por eso mismo les digo, señores, que tampoco se crean ni una sola de las palabras del que acaba de ganar las elecciones. Mintió al prometer lo que pretende hacer y mentirá para explicar por qué no puede cumplir las promesas de campaña. Aquí paz y después gloria. Amén.
(Antropóloga, actriz y escritora)
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