Mi respeto a los padres
- Isabel Díaz
No puedo pasar por alto esta fecha. El Día del Padre tiene un hondo significado. Es una forma de festejar la vida, pues Dios le ha regalado muchos años al mío. Está próximo a cumplir 94.
Su responsabilidad, entereza y entrega me dibujó en la mente y el corazón la imagen del padre.
Es una figura valiosa en el desarrollo de sus hijos. Es es una presencia necesaria para hacer clic en nuestra formación.
Los hay muy afectuosos, consentidores, relajados y hasta cómplices de travesura, pero que a la hora de imponer la disciplina, esta baja en su justa medida.
También los hay serios, los “duros”, los malos de la película. Los que siempre están corrigiendo con el ceño fruncido y poniendo límites, pero que en el momento indicado revierten la situación mágicamente sin perder un ápice de autoridad, pero ganando en afecto y amor de sus críos.
Todos son padres amorosos, cuyos corazones no tienen blindaje ante el cariño de sus hijos, pero sí una coraza cuando le intentan imponer un capricho. Su actitud es imperturbable ante los ruegos.
También hay los que les toca decir no, no se puede. Los que les toca hacer cumplir las reglas.
Son el equilibrio, el complemento. Son el otro amor. Me cuesta entender una crianza sin ellos, quizá porque siempre he tenido al mío y en él un modelo, como lo veo en mi esposo, mis compañeros, amigos, en los esposos de mis amigas.
Son más los hombres entregados a sus familias, son más los hombres que ejemplarmente cumplen esa responsabilidad con amor.
Son más los que cada día acompañan a sus hijos, los ayudan en sus tareas, los consuelan al llorar. Son más los que hacen, sin diferenciar género, actividades por el beneficio de sus hijos.
Son más los que cada día viven por sus hijos, los que responsablemente disfrutan ese privilegio de ser padre que supera toda vana expectativa. A esos hoy los saludo y le doy gracias a Dios por su vida.
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