Ni gran intelectual, ni notable, esencialmente lexicógrafo
- Rosalina Orocú Mojica
"Si uno estudia la principal herramienta de transmisión del pensamiento, que es el idioma, se da cuenta de que las palabras no sólo tienen un significado frío. Las palabras tienen emociones, tienen historia, tienen cultura...”.
Rodolfo de Gracia soñó con ser maestro. Su sueño no se cumplió, porque las condiciones económicas para irse a residir a Santiago no se dieron. Luego soñó con ser profesor de Español y conquistó este sueño. Más tarde, soñó con escribir un libro. Lleva cuatro. Había soñado con tener un hijo. Tiene a Ariadna, de 5 años y a Rodolfo Alexis, de 8, quienes son su razón de ser.
Ser Académico no estaba entre sus planes. Pero, ¡enhorabuena!
A Rodolfo de Gracia, el novel Académico de Número de la Academia Panameña de la Lengua, quien ocupará la Silla J de esta institución, le llevan por lo menos 20 años de edad la mayoría de los más de 500 Académicos de Número, Correspondientes, Honorarios y Electos, de las 22, incluyendo la Real Academia Española de la Lengua. En Panamá es el más joven que llega a la Academia. Con 38 años.
Tan pronto supimos de la carta que le había remitido el director de la Academia Panameña de la Lengua, Dr. José Guillermo Ros-Zanet, en la que le informaba de la buena nueva, le expresamos nuestro interés de darlo a la luz pública. Nos pidió reserva y paciencia. Se nos adelantó su amigo y colega en el oficio de escritor, el subdirector de Panamá América, Eduardo Soto.
Conocedores de que ahora que es "vox populi", no podría rehusarse, lo "acorralamos" y "acribillamos" a preguntas para poner a lectores de Día D al tanto de tan feliz acontecimiento y sus pormenores.
Lo primero que quisimos saber fue si le había pasado por la mente la idea de ser académico y cuáles consideraba eran los méritos que tenía para irse a sentar al Sillón J, el que hereda nada menos y nada más que de don Narciso Garay Preciado.
De antemano le pedimos disculpas por lo atrevido de la pregunta. Pero, le explicamos que se la hacíamos porque somos de los pocos reporteros que cubrimos las actividades de la adusta Academia Panameña de la Lengua y con todo y que estamos en los 50 y tantos, formamos parte del grupo de los más jóvenes que vamos a tan augusta institución, donde, la sabiduría, trayectoria y experiencia de los directores también suma alto como sus años.
Nos dijo "el profe", como le decimos sus compañeros de trabajo en EPASA a Rodolfo de Gracia, que "lo de ser académico tal vez no fue una idea que yo me hubiera planteado antes. Elsie Alvarado de Ricord, en su administración, fue la que me invitó en el año 1995 a servir a la Academia Panameña de la Lengua, como Secretario Administrativo. Posteriormente, en el 2003, me eligieron Académico Correspondiente.
Ese respetable señor que es don Pablo Pinilla Chiari me brindó, también, en todo momento, su apoyo".
En cuanto a lo de los méritos y si es el más joven de la región, nos dijo: "Creo que sí. No le doy muchas vueltas a lo de la edad. La elección demuestra que no es una barrera. Probablemente haya mucha gente mirando si tiene uno los méritos para estar allí".
¿Y los tiene?, le reiteramos la pregunta.
"Es una pregunta difícil de contestar. Sobre todo, si uno mira la lista de gente que ha pertenecido a la Academia, y con sólo echar un vistazo se da cuenta de que hay mucho que escalar, mucho que alcanzar, mucho por lo cual trabajar. Sin embargo, lo que podemos decir también es que en muchísimos casos los méritos se miden por los aplausos que ellos han arrancado, por la dimensión de la cual se desprenden (premios, libros publicados, ensalzamientos...) Yo pienso que sí, que eso es muy loable, trabajar y alcanzar esos méritos, pero también estamos hablando de una institución que necesita de personas especializadas en el lenguaje y es desde allí desde donde considero que puedo hacer un modesto aporte y que definitivamente yo no me creo ni me considero parte de un grupo de notables ni de intelectuales de gran trayectoria (vuelo), sino que me considero una persona que conoce medianamente del idioma y a quien le apasiona su estudio".
Explicó que en las academias las vacantes se dan ya sea por fallecimiento o renuncia de un académico o porque ese cuerpo colegiado decide incrementar el número de miembros.
Sobre lo anterior les podemos decir que la más antigua es la de Colombia (1871), la cual tiene 27 miembros. La más reciente, la Academia Norteamericana de la Lengua Española (1973), con 29 miembros. La de Bolivia (fundada en 1927) es la que más miembros tiene (39) y la Academia Panameña de la Lengua (fundada en 1926), la que menos académicos tiene. Sólo doce. Rodolfo de Gracia, -más vale que tiene la Gracia en el apellido-, será el número 13, que en su caso, es de buena suerte.
Quisimos saber la fecha en que ocupará su sillón. Nos respondió que tiene un año para ello. Y que espera que el director le dé las directrices.
Acerca del tema del discurso de ingreso nos dijo que está considerando varios temas. Entre ellos, hablar sobre la obra lingüística de Elsie Alvarado de Ricord, ya que le interesaría hablar más del lenguaje que de la literatura.
Sobre don Narciso Garay Preciado nos dijo que es un honor suceder a tan importante intelectual, abogado y ex rector de la Universidad de Panamá.
A la pregunta si la Lengua hablara, ¿de qué se quejaría?, nuestro interlocutor respondió: "de los anglicismos, del poco importa de la gente para hablar y escribir correctamente y de los medios de comunicación que en su conjunto, pero no todos, hacen poco para preservar y transmitir modelos edificantes".
Añadió que se quejaría "también de algunos hablantes comunes que creen que es más importante el fin que los medios". Gente que racionaliza: "como sea que lo diga se entiende". Y, he aquí que el Prof. de Gracia dice, muy serio: "No, hay que decir las cosas correctamente".
Las quejas también irían dirigidas a "algunos gobernantes y políticos mal hablados, pero que además no hacen lo necesario para que la difusión de la lengua española sea también un proyecto de Estado".
¿Cómo hablamos? ¿Cuál es el país de América que según su parecer mejor lo hace?, preguntamos al entrevistado.
Si es asunto de compararnos con otras naciones, ni mejor, ni peor, regular. Así estamos aquí. Eso, teniendo en cuenta que como expresó el lexicógrafo "todos los países tienen su propia particularidad. Comulgo con Elsie Alvarado de Ricord en que tampoco estamos tan mal en Panamá como para salir huyendo. Uno nota que Chile tiene tradición lingüística y una cultura sólida en términos generales. Creo que me quedaría con Chile o con Costa Rica, pero, por nada del mundo cambiaría el gusto, la sensación agradable de oír hablar el español en Panamá".
Conversando con tan elocuente personaje, como quien no quiere la cosa le preguntamos ¿tan apasionante es el estudio del español?
Ni corto ni perezoso nos respondió un contundente "Sí". Siguió elaborando la idea como sigue: "Si uno estudia la principal herramienta de transmisión del pensamiento, que es el idioma, se da cuenta de que las palabras no sólo tienen un significado frío. Las palabras tienen emociones, tienen historia, tienen cultura. Transmiten una posición ideológica, una concepción del mundo y hablan mucho las palabras, acompañadas por el tono y por el contexto, de lo que podemos pensar o percibir de quien las usa".
Explicó que cuando estudiamos las palabras y nos interesamos por su historia al mismo tiempo estamos estudiando la historia de la sociedad, de las personas y de nuestros antepasados. Es, por ejemplo, el caso de "churria" referida a cuando le damos a una persona una paliza en el fútbol. Está también el caso de "paco", palabras que marcan una brecha generacional entre quienes las usaron y quienes ahora las desconocen, por lo menos con esas acepciones
De "paco" dijo que era el policía hoy llamado tongo, pero que es una palabra en retirada, porque los muy jóvenes no la conocen y habrá que explicarles detalladamente.
En el caso de "churria" lo que varía es que el significado se ha ido desplazando por otro, sobre todo en el deporte, donde "churria" significa ganar por amplia ventaja. Antes el significado conocido era estar sencillamente suelto del estómago, tener diarrea.
Bueno, profesor ¿podría explicarnos cómo es eso de que una palabra está en retirada, acaso ellas deciden cuándo irse y cuándo quedarse?, fue lo que se nos ocurrió preguntar.
Rodolfo de Gracia se rio a lo que le dan los pulmones y procedió a explicar que en lexicografía se habla de mortalidad léxica, que incluye las palabras totalmente desaparecidas o arcaísmos. Están también las palabras poco usadas (aquellas que por muchas razones están perfectamente formadas, pero en las que no hay frecuencia de uso). Por ejemplo "claxon" (pito, bocina), es una palabra viva, pero poco usada en la realidad de la lengua. Y, hay otras que serían poco usadas porque la realidad a la que aluden también ha dejado de esta vigente. Es el caso de vitrola, rocola y tocadiscos.
Retos y más retos.
Otro asunto sobre el que le pedimos que nos hablara fue de los retos que representa para él ser Académico de Número y los de la Academia en el siglo XXI. También, acerca de por qué las Academias son entes en cierta forma elitistas.
Sobre el primer tema dijo que para él esta designación "claro que es un reto porque en la Academia se trabaja Ad honórem y Panamá debe estar a la altura de las expectativas de la lingüística del siglo XXI y aportar, con conocimiento de causa, al estudio del Español en América".
Explicó que así se ve a las Academias no sólo en Panamá sino que también las vio él hace años, cuando estudió en España y quienes le daban clases eran miembros de Academias.
"Recuerdo que en un curso se nos mostró una caricatura de la Academia del siglo XIX, en la que los académicos aparecían, todos, dormidos y agotados. Ese concepto afortunadamente ha cambiado. L a Academia debe acercarse más al pueblo y me parece que debe también estudiar tanto la norma culta, que es la que corresponde, como las otras modalidades o niveles de la Lengua, cosa que en Panamá se ha hecho exitosamente con doña Elsie Alvarado de Ricord, con Baltasar Isaza Calderón, con don Pablo Pinilla y con Ricardo J. Alfaro".
Él opina que la Academia tiene que trabajar mancomunadamente en la investigación lingüística porque ese es el nuevo giro que han tomado las academias. Se han tornado más lingüísticas. La Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española saben que tienen un nuevo papel, dijo y añadió que por eso es por lo que han emprendido proyectos lingüísticos que incluyen gramática, ortografía, lexicografía (diccionarios históricos) y corpus digitalizados (que tienen que ver fundamentalmente con bases de datos).
Como nos dijo que en la universidad es "docente a ratos", le pedimos que aclarara bien esto, no vaya a ser que piensen que es de los que se ausentan más de lo que van a clases.
Se echa una risotada y explica: "Podría creer que es por antojo, pero no, se debe a las oportunidades que se presentan y también al alto grado de competitividad en la meritocracia en la que vivimos".
Continúa diciéndonos que también es "docente de secundaria y dice alguna gente que crítico literario (yo diría más bien que ensayista) y cuentista".
Menciona sus obras. Tiene dos libros de ensayos literarios: "Poética e idiosincrasia en seis escritores panameños", (2000) y "Poesía, narrativa y reflexión: asedios a la literatura panameña contemporánea" (2007),
Es autor también del estudio lexicográfico "El rumbo de nuestras palabras" (2006) y del libro de cuentos "Me basta una sola vida".
Bromeando le preguntamos si de veras le basta una sola. Rápido llega su respuesta: "No me basta un solo día porque las obligaciones, la necesidad de descanso y el imperioso impulso a leer y a escribir, además de la familia, que reclama su espacio, me exigen un día más extenso. Sin embargo, me conformo con lo que tengo y lo agradezco".
Proyecciones.
Tres tareas pendientes de la Academia Panameña de la Lengua y en las que colaboraría gustoso, son la elaboración de "un diccionario de panameñismos que supere el buen diccionario que tenemos de Baltasar Isaza, pero que corresponde a la época de los '60 y creo que también correspondería que la Academia haga docencia y se acerque más a los profesores de español y a los correctores de textos. Además, es menester incrementar la presencia de la Academia en el acontecer nacional, por ejemplo lograr que la gente tenga una percepción más amplia y más clara de la labor de la Academia y que ese trabajo que se hace sea más notorio".
Así como la Academia debe cambiar, la comunidad también.
Considera que es necesario que la gente comprenda que la Academia "no es una institución para resolver tareas de Español (lo que deben hacer es recurrir más a los diccionarios y libros de textos), que ella organiza actos culturales gratuitos y abiertos a todo público y que los académicos son gente común y corriente, que, en el mejor sentido de la palabra, que no son dioses, pero que se supone que tienen una misión superior que es la de preservar la lengua".
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