Panamá,una nación de palabras
- Ricardo Arturo Ríos
Panamá, siempre virginal, en un parto difícil, doloroso y traumático procrea utopías, fantasías, excentricidades, absurdos y seres humanos multicolores con miles de rostros inéditos.
Somos una nación aluvional, somos muchos rostros en uno, nuestra identidad nacional es múltiple y compleja, la diversidad y la diferencia es lo que nos caracteriza, somos una nación laberíntica de muchas y distintas huellas, de Alaska a la Patagonia somos la comunidad nacional más antigua del continente americano.
Somos una nación cibernética que vive en una fragua permanente, nos hacemos día a día. Tenemos más de quinientos años de un devenir existencial con la impronta de una épica de la esperanza.
Al estilo de Jorge Luis Borges, somos una nación de palabras con carne, huesos, sangre, tejida con suspiros, dolores, alegrías, heroísmos, cobardías,
traiciones, sacrificios sin límites, ambiciones y renunciamientos. Somos el pasado que seremos.
La nación panameña se hace historia y literatura con seres humanos que viven intensas pasiones. Nuestros protagonistas encarnan el ser anímico y ético de las frustraciones y sueños de una entidad paradójica por sus múltiples raíces y orígenes. Ultrajada por las águilas imperiales nunca se rindió ante los agresores, luchó siempre con dignidad.
Desde la conquista los hombres de la espada y la pólvora bendecidos por la cruz exterminaron a nuestra población aborigen. Ríos humanos llegados desde distintas latitudes buscaban solo el oro que corrompe y mata con impunidad. Corsarios y piratas, hombres de levita, los del capitalismo salvaje, hombres con sofismas y falacias edificaron palacios y canales de naipes.
Panamá, siempre virginal, en un parto difícil, doloroso y traumático procrea utopías, fantasías, excentricidades, absurdos y seres humanos multicolores con miles de rostros inéditos.
Panamá, violada en su cuerpo de niña y adolescente, es virgen en su integridad espiritual y emocional; Panamá anhela ser amada con pétalos de rosas y aromas primaverales, quiere ser cortejada y seducida por sentimientos nacidos del alma, quiere ser bautizada con el agua viva de manantiales de luz y dignidad.
Oro.
La ambición horada las piedras y las conciencias. Augusto Roa Bastos.
Oh hambre sagrada de oro!
¿Qué no harás que los corazones humanos no lleven a cabo por tu culpa? Virgilio.
Con la llegada de Cristóbal Colón en 1502-1503 al litoral caribe del istmo panameño el gran almirante de mares tormentosos alucina con el destello amarillento del Auristán.
Quibián lo recibe con sus mejores galas. Colón se deslumbra con los hermosos pectorales que cubren su cuerpo de miel. El Quijote del Mar, derrotado por el Señor de Veragua naufraga en Jamaica y con la lettera rarissima, deja el primer testimonio literario de Panamá, el cual marca el acontecer del istmo canalero.
Somos la tierra del Oro.
Oro es la primera palabra que determina el destino de nuestra nación.
Borges, desde el planeta Tlön, sonríe, ya que en El libro de Arena ese gran libro de la Humanidad, la nación panameña escribe con la sangre de mártires y héroes una historia singular. Hoy es mañana y es ayer.
En las tierras de Quibián, el Ulises del siglo XVI descubre la primera ruta del oro americano. Y desde ese instante surge la visión de Panamá como camino de la riqueza fácil y se sella el destino colectivo del país. Se nombra así la gobernación de Castilla del Oro y Panamá es ruta de tránsito con las ferias de Portobelo, el ferrocarril transístmico, el canal francés y estadounidense, la Zona Libre, el centro financiero y el tráfico de drogas y armas.
La quimera del oro impulsa a Cristóbal Colón en la búsqueda del Estrecho de Catigara hacia el Catay, ese país de las maravillas que impactó tanto a Marco Polo.
Oro es sangre, codicia, traición, corrupción, es el juega vivo.
Unión.
Sólo los apasionados llevan a cabo obras duraderas y fecundas.
Unamuno.
Simón Bolívar en 1815, también desde la isla de Jamaica, escribe su famosa carta donde visualiza a Panamá como el centro polar de unión y confluencia de los intereses de la América criolla y el centro geográfico de las naciones del orbe.
La carta de Jamaica de Simón Bolívar es el itinerario conceptual crítico y sincero del pasado, presente y futuro de la patria latinoamericana. Considera a Panamá como sede de un augusto congreso en el cual el Istmo sea para los americanos lo que Corinto fue para los griegos. Nuestro escudo lo patentiza con la frase Pro mundi beneficio. Así lo hicimos cuando en noviembre de 1821 al independizarnos de España nos solidarizamos con la Gran Colombia del Libertador y lo ratificamos con el Congreso Anfictiónico de 1826.
Unidad es la patria compartida, es el ideal de hermanar nuestras utopías.
Perpetuidad.
La única manera de que nos puedan respetar como nación es creciendo espiritualmente como personas. Una nación sin espíritu, sin visión, es un globo al aire. Luis Pulido Ritter.
En 1903 coinciden los intereses geopolíticos del Coloso del Norte en su afán de hacer un canal que facilite su política de expansión. La doctrina del Destino Manifiesto y la acción impositiva de la política del Garrote o Big Stick, colisionan con la vocación independentista de los panameños al consolidar una república ajena a la jurisdicción colombiana, aspiración expresada con valentía durante el Siglo XIX en distintos actos separatistas y finalmente con la Guerra de los Mil Días.
Surge el estado panameño amarrado al odioso y humillante Tratado Hay--Bunau -Varilla del 18 de noviembre de 1903. Se nos impone la cláusula de la perpetuidad y en el corazón geográfico del país el águila imperial establece un territorio colonial: La Zona del Canal.
Somos violados una y otra vez en nuestro ser nacional, ante cada ultraje crece la determinación generacional de ponerle fin a la presencia arrogante de los Zonians.
Perpetuidad vocablo que los panameños hemos cambiado etimológicamente, ya no es ad infinitum, ahora tiene un término de 97 años.
Soberanía.
Nuestra juventud es estandarte y pluma, tinta y sangre con que tendrá que escribirse la historia del futuro. Jorge Conte Porras.
El movimiento estudiantil, desde el inicio de la República, desarrolla gestas heroicas por la soberanía nacional en las décadas de 1920, 1940, 1950 y 1960 al levantar con honor y patriotismo las banderas por la recuperación de nuestra jurisdicción en la zona canalera.
El rechazo del convenio Filós-Hines de 1947, la Operación Soberanía del
2 de mayo de 1958, la Marcha Patriótica del 3 de noviembre de 1959 y los sucesos de enero de 1964 consolidan el reclamo popular por ejercer a plenitud los derechos territoriales del estado panameño.
El protagonismo colectivo de una ciudadanía militante rompe el hechizo de la perpetuidad y demostramos que el civismo y valentía de los panameños pudo vencer la prepotencia del Coloso del Norte.
Soberanía es la determinación de una nación que lucha contra la adversidad: soberanía es para los panameños suma de sangre, dolor y lágrimas, es también la alegría de ver ondear nuestra bandera desde el Cerro Ancón.
Rebeldía.
Lo único que se puede perder es la vida. Eduardo Santos Blanco.
Soy tiempo, sangre y agonía. Jorge Luis Borges.
Quibián es el primero en levantar a su pueblo contra el invasor europeo que horada sus tierras, y expulsa a Cristóbal Colón a flechazos de Santa María de Belén. Luego Urracá y París se enfrentan a la prepotencia española, lo mismo hacen Bayano y Felipillo con el levantamiento de los cimarrones.
A finales del siglo XIX, Belisario Porras y Victoriano Lorenzo liderizan la Guerra de los Mil Días contra el dominio colombiano en el istmo panameño.
La democratización político-electoral es una de las aspiraciones del II Congreso Extraordinario de la Federación de Estudiantes de Panamá realizado el 12 de diciembre de 1957.
En abril de 1959, la Generación del 58 aglutina a dirigentes de las luchas estudiantiles de 1947 y de la década de 1950. Samuel Gutiérrez, Álvaro Menéndez Franco, Polidoro Pinzón, Eduardo Santos Blanco, Domingo García, Rodrigo Pinzón, Rodolfo Murgas, Isaías Chang, Rubén Urieta, José Rogelio Girón entre muchos otros, suben a las veragüenses cimas del Cerro Tute en un empeño temerario de justicia popular y enarbolan la bandera de la insurrección contra la oligarquía institucionalizada en el poder político del estado panameño.
Rebeldía es la palabra de orden para una nación en busca de su destino.
Dictadura.
Lo que más desprecia el despotismo es la rectitud de sus víctimas.
Gregory David Roberts.
Polidoro Pinzón en 1959 vaticinó el golpe de estado del 11 de octubre de 1968, cuando declaró que los militares cansados de los presidentes de papel asumirían sin caretas el poder político del país dejando de lado a sus presidentes de a dedo.
Dirigentes de la Generación del 58 como Floyd Britton y Narciso Cubas son asesinados por la dictadura de Torrijos, Paredes y Noriega. Otros líderes de la juventud rebelde como Heliodoro Portugal, Jorge Camacho y Rita Ward también son inmolados en esa vorágine de violencia institucional. Muchos son los desaparecidos como el sacerdote Héctor Gallegos. El juega vivo y la corrupción se hacen política de estado.
Dictadura es el cinismo institucionalizado del Panamá político.
Esperanza.
Una nación es un cruce de destinos individuales y colectivos.Richard Brooks.
Sin la mística del pasado no somos nada. ulio Murillo Llerda.
La nación es un sendero de millares de pasos, son ríos de historia, los cuales confluyen en un delta de maravillosas experiencias. La nación surge de la voluntad de vivir juntos a través de una comunidad de vivencias y de valores compartidos.
Muchos panameños, en las ciencias, las artes, los deportes y otras actividades y profesiones son íconos emblemáticos de una nación con una identidad colectiva, somos muchos rostros multicolores en uno, rostros que nos enorgullecen por sus logros.
Entre ellos: Mariano Rivera, Ignacio Mallol, Al Brown, Benjamín Boyd, Roberto Durán, Gloria Guardia, Irving Saladino, Omar Alfano, José Benjamín Quintero, Michael Morales, Rogelio Sinán, Roger Carrillo, Rosa María Britton, Olga Sinclair, Rubén Blades, Chong Neto, Adán Ríos, Danilo Pérez, Rod Carew, Ramón Fonseca, Lafitt Pincay, Alonso Edwards.
Oro, perpetuidad, unión, rebeldía, soberanía, dictadura, esperanza son algunas de las palabras del devenir de la nación panameña que lucha por afirmar su identidad colectiva y su sentido de pertenencia. Cada panameño tiene muchas otras palabras que sumar, entre ellas corrupción y juega vivo.
La nación se hace todos los días con sudor, lágrimas y utopías.
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