Si la independencia fracasa, a los ocho conjurados nos fusilan
Publicado 2006/05/27 23:00:00
- REDACCION
Nota del Editor: El dirigente empresarial Enrique Arturo de Obarrio, realizó el pasado jueves, en el Club Unión, una amplia exposición sobre el prócer Nicolás de Obarrio. Por considerarlo de importancia reproducimos parte de esa intervención.
En 1899 estalló en Colombia la conflagración civil conocida como la Guerra de los Mil Días, que enfrentó en el campo de batalla a los partidos tradicionales, Conservador y Liberal. Viejos antagonismos ideológicos ocasionaron el surgimiento de hostilidades entre ambos bandos, que combatieron a lo largo y ancho del territorio colombiano, incluyendo al Departamento de Panamá, que entonces constituía una de las unidades administrativas de la República de Colombia. Joven inquieto y con proyecciones definidas sobre su futuro y el del país, Don Nicanor decidió, en 1899, unirse al grupo de conservadores que fundó la unidad militar llamada "Batallón Cívico", en calidad de soldado, pero posteriormente ascendió a Teniente y más adelante, luego de una gran defensa de su contingente, recibió la promoción de Capitán, por parte del General José Guizado.
De esa época el General de Obarrio recuerda, en sus memorias, los vínculos con el General Carlos Albán, Jefe Civil y Militar de Panamá de 1900 a 1901, así: "Me dio innumerables pruebas de afecto y de personal estimación, hasta el punto que llegué a ser un hombre de su más absoluta confianza, tanto personalmente como para su administración. En la noche del 20 de julio de 1900, me llamó y me dijo: "El Istmo tiene que ser teatro de los más sangrientos y enconados y aquí en Panamá tiene que terminar la revolución".
Durante la Guerra de los Mil Días, el General de Obarrio peleó en las batallas de Corozal y en Los Llanos del Club, hoy Vista Hermosa. Aunque a estas alturas de la vida tendamos a evocar aquellos sucesos con sentimentalismo epopéyico, lo cierto es que fueron jornadas muy duras, durante las cuales hombres y mujeres pasaron hambre, dolor, terror, enfermedades y muchas otras carencias, y total ¿para qué? Simplemente por la obcecación de dos partidos políticos: Liberal y Conservador, que no se podían poner de acuerdo.
Aún formaba parte de Colombia el Istmo de Panamá, cuando Don Nicanor fue nombrado, en 1902, Prefecto y Jefe Civil y Militar de la Provincia de Panamá. Al año siguiente logró la diputación del Departamento de Panamá al Congreso de Colombia, posición que no cegó su entendimiento sobre la realidad que atravesaba el Istmo, y por ello ingresó a la Junta Secreta Revolucionaria, siendo el cuarto panameño ilustre en hacerlo y el más joven de los ocho conjurados que trabajaba en el logro de nuestra separación definitiva del país suramericano.
En dicha Junta Separatista, don Nicanor se distinguió por su determinación y coraje. Junto con don José Agustín Arango, convenció al General Esteban Huertas, la noche del 2 de noviembre de 1903, de que prestara su apoyo a la causa independentista. "Ante la perspectiva de un inminente arribo de tropas colombianas a Colón", escribe el Dr. Julio Linares, padre, "Arango y Obarrio expresaron a Huertas que ellos estaban dispuestos a todo, por lo que deseaban saber su manera de pensar". En un despliegue de valentía en momentos de suma incertidumbre, el General de Obarrio le manifestó a Huertas: "Sepa desde ahora mismo, que mañana renuncio y dejo la Prefectura, porque yo estoy con Ud. y tenemos que pelear".
Tras muchas horas, días y meses de participación en dicho movimiento, en la mañana del 3 de noviembre de 1903, tal cual lo había anunciado la víspera al General Huertas, don Nicanor presentó su renuncia como Prefecto y Jefe Civil y Militar de la Provincia de Panamá, ante el Gobernador, don José Domingo de Obaldía, quien, pese a ser la primera autoridad local, no tenía conocimiento de que ya a Colón había arribado un buque de guerra de Colombia, con intenciones de frustrar el movimiento secesionista.
Como es de todos conocido, en la tarde del 3 de noviembre de 1903 el pueblo panameño proclamó la secesión de Panamá de Colombia y el establecimiento en el Istmo de una República independiente. De esta forma se cumplió la aspiración legítima de la población istmeña, expresada por primera vez en 1821, a través de gestiones de próceres como don Ramón Vallarino, abuelo materno de nuestro Nicanor, de constituirse en un Estado independiente. Para satisfacción de sus descendientes, don Nicanor de Obarrio fue uno de los más destacados impulsores del proyecto separatista, mediante el cual los panameños pudimos realizar nuestro deseo de procurarnos nuestro propio bienestar en atención a nuestras necesidades y objetivos.
Tras la declaración de independencia, se organizó de inmediato la administración del nuevo Estado, encabezada por una Junta Provisional de Gobierno compuesta por José Agustín Arango, Tomás Arias y Federico Boyd. Dicha Junta procedió enseguida a nombrar un gabinete. En reconocimiento de sus méritos cívicos y su denuedo, los triunviros designaron a don Nicanor de Obarrio como Ministro de Guerra y Marina.
El General de Obarrio ejerció su cargo con absoluta integridad y esmerado patriotismo. En los difíciles momentos iniciales de la República, le correspondió a don Nicanor desempeñarse en un empleo sumamente delicado, por cuanto el Despacho de Guerra y Marina tenía a su cargo la dirección y control de las fuerzas armadas del Istmo, constituidas por elementos que hasta la víspera habían defendido en Panamá la soberanía colombiana.
Le correspondió, además, participar en las conversaciones que el nuevo Gobierno panameño sostuvo con la delegación que el Gobierno de Colombia envió para tratar de convencer a los panameños para que se adhirieran nuevamente a Colombia. "Uno de los momentos más decisivos para nuestra independencia", señaló en sus Memorias don Tomás Arias, "fue la conferencia a bordo del "Canadá", cuando don Tomas Arias como Jefe, en compañía del General Nicanor A. de Obarrio y del doctor Carlos A. Mendoza [Ministro de Justicia] tuvo que disuadir a la comisión del Vice-Presidente de Colombia, compuesta por los generales Rafael Reyes, Pedro Nel Ospina, Jorge Holguin y el Doctor Lucas Caballero sobre el hecho de que la emancipación de Panamá era un acto irrevocable y que así tenía que ser comunicado al gobierno de Colombia".
Sobre esta histórica conferencia del "Canadá", en otros párrafos de la histórica carta de 11 de noviembre de 1903 dirigida al General Reyes, a la cual hice referencia al inicio de esta disertación, el General de Obarrio sentenció: "Esto no envuelve nada de odios ni de rencores y el Istmo será el refugio de todos los colombianos a quienes se hará insoportable la vida en la tierra que los vio nacer. Estaremos en completa paz y el arma fratricida no volverá a dispararse en esta preciosa faja de tierra, besada por las brisas de los dos océanos, lo que nos proporcionará una era de progreso que nos colocará a la altura a que tenemos derecho como nación civilizada".
El General de Obarrio estuvo al frente de la Dependencia de Guerra y Marina hasta el 20 de febrero de 1904, cuando la Convención Nacional Constituyente eligió al Dr. Manuel Amador Guerrero como Primer Presidente de la República. Por disposición del nuevo gobierno, a partir de dicha fecha el Despacho de Guerra y Marina fue incorporado a la Secretaría de Gobierno y Relaciones Exteriores.
Don Nicanor fue, en consecuencia, el único Ministro de Guerra y Marina que ha tenido la República de Panamá. Es importante destacar que siendo Ministro de Estado en la Junta de Gobierno Provisional, recibió de Colombia la documentación que lo acreditaba como General del Ejército colombiano, por su valioso servicio en la "Guerra de los Mil Días", en las filas del Partido Conservador. La decisión sobre su nombramiento oficial con el rango de General, de lo cual el General de Obarrio siempre se sintió muy orgulloso, fue efectuada antes de nuestra independencia, pero la noticia le llegó después del 3 de noviembre, y enseguida el rango fue revalidado ante las autoridades panameñas, de manera que se puede afirmar que nuestro bisabuelo fue, en propiedad, General del Ejército de Colombia, el primer General del Ejército que tuvo la República de Panamá y, como veremos más adelante, General del Ejército peruano ad-honorem.
Mucho se ha escrito acerca de los sucesos de noviembre de 1903. Nuestros próceres, quienes arriesgaron sus vidas para asegurar la creación de la República, sueño acariciado por generaciones de panameños desde 1821, han sido criticados y vilipendiados, sobre todo por la subordinación de Panamá a la hegemonía estadounidense, situación que sobrevino con la independencia y que ocasionó dificultades para la nueva República durante la mayor parte de su historia. Quienes así se han expresado, soslayan ingenuamente la situación geopolítica imperante a principios del siglo veinte, en la que sobresale el afán expansionista estadounidense y el interés del gobierno de Estados Unidos de extender su hegemonía en la Cuenca del Caribe.
Nuestra subordinación a Washington no fue producto de las acciones de nuestros próceres, sino del poderoso expansionismo norteño que la República de Panamá no estaba en condiciones de resistir sin arriesgar su recién adquirida y frágil personalidad internacional. Lo fundamental de los acontecimientos de 1903 radica en que gracias al patriotismo del pueblo panameño y los arrestos de nuestros próceres, fue posible crear las estructuras jurídicas que nos permitirán hoy alcanzar, en tanto que nos lo propongamos, grados superiores de bienestar, equidad y desarrollo humano. Lo cual jamás hubiera sido posible si hubiésemos permanecido adheridos a la República de Colombia, cuya tendencia inexorable al fratricidio nos habría arrastrado a niveles de pobreza y desesperación aún mayores que los que definían el escenario panameño en 1903.
Como lo enunció mi madre, Rita de la Guardia de de Obarrio, en noviembre de 1951, en su poema intitulado Ingratitud:
En palabras del propio General de Obarrio "Si la independencia fracasa, a los ocho conjurados nos fusilan. Especialmente a mí que siendo Prefecto de la Provincia, conspiraba contra el gobierno que me dio su confianza. Y bien fusilado hubiera estado".
La Tía también rememoró otros aspectos de este viejo debate, así: "Mi papá, que perteneció a ese grupo de hombres que tan injustamente se les ha vituperado, pero que nunca tendremos cómo alabar su nobleza, como en aquel gesto ejemplar cuando en el mensaje a la Convención Constituyente de 1904, refiriéndose a los diez millones de dólares que según el Tratado de 1903 debían entregar los Estados Unidos a Panamá, renunciando a ese dinero y recomendando que esos diez millones se debían de convertir en una renta perpetua, cito: "a un país como el nuestro, no le conviene la introducción inmediata de un capital enorme en relación con sus necesidades y sus servicios, porque ello daría lugar a despilfarros inevitables ... y sobrevendría una fiesta de especulaciones que produciría consecuencias perniciosas en todas las capas sociales... Los Estados, según la función del derecho son eternos. Una generación sola no es dueña de los bienes del país. Las tierras que hoy recorremos... no son nuestro patrimonio exclusivo; son la herencia de generaciones futuras que vienen a buscar su puesto en el concierto de los pueblos y de las razas. Si por errores presentes se invirtiera en obras improductivas el capital de que la República podría disponer, habríamos ejecutado un acto de extremo injusto y censurable".
Esos millones se dejaron depositados en los Estados Unidos y ese depósito se conocía como los Millones de la Posteridad. Años después, siendo Presidente José Antonio Remón, los hizo traer para balancear su presupuesto.
En la próxima entrega se analizarán los componentes y estructuras de este proyecto de gran envergadura.
De esa época el General de Obarrio recuerda, en sus memorias, los vínculos con el General Carlos Albán, Jefe Civil y Militar de Panamá de 1900 a 1901, así: "Me dio innumerables pruebas de afecto y de personal estimación, hasta el punto que llegué a ser un hombre de su más absoluta confianza, tanto personalmente como para su administración. En la noche del 20 de julio de 1900, me llamó y me dijo: "El Istmo tiene que ser teatro de los más sangrientos y enconados y aquí en Panamá tiene que terminar la revolución".
Durante la Guerra de los Mil Días, el General de Obarrio peleó en las batallas de Corozal y en Los Llanos del Club, hoy Vista Hermosa. Aunque a estas alturas de la vida tendamos a evocar aquellos sucesos con sentimentalismo epopéyico, lo cierto es que fueron jornadas muy duras, durante las cuales hombres y mujeres pasaron hambre, dolor, terror, enfermedades y muchas otras carencias, y total ¿para qué? Simplemente por la obcecación de dos partidos políticos: Liberal y Conservador, que no se podían poner de acuerdo.
Aún formaba parte de Colombia el Istmo de Panamá, cuando Don Nicanor fue nombrado, en 1902, Prefecto y Jefe Civil y Militar de la Provincia de Panamá. Al año siguiente logró la diputación del Departamento de Panamá al Congreso de Colombia, posición que no cegó su entendimiento sobre la realidad que atravesaba el Istmo, y por ello ingresó a la Junta Secreta Revolucionaria, siendo el cuarto panameño ilustre en hacerlo y el más joven de los ocho conjurados que trabajaba en el logro de nuestra separación definitiva del país suramericano.
En dicha Junta Separatista, don Nicanor se distinguió por su determinación y coraje. Junto con don José Agustín Arango, convenció al General Esteban Huertas, la noche del 2 de noviembre de 1903, de que prestara su apoyo a la causa independentista. "Ante la perspectiva de un inminente arribo de tropas colombianas a Colón", escribe el Dr. Julio Linares, padre, "Arango y Obarrio expresaron a Huertas que ellos estaban dispuestos a todo, por lo que deseaban saber su manera de pensar". En un despliegue de valentía en momentos de suma incertidumbre, el General de Obarrio le manifestó a Huertas: "Sepa desde ahora mismo, que mañana renuncio y dejo la Prefectura, porque yo estoy con Ud. y tenemos que pelear".
Tras muchas horas, días y meses de participación en dicho movimiento, en la mañana del 3 de noviembre de 1903, tal cual lo había anunciado la víspera al General Huertas, don Nicanor presentó su renuncia como Prefecto y Jefe Civil y Militar de la Provincia de Panamá, ante el Gobernador, don José Domingo de Obaldía, quien, pese a ser la primera autoridad local, no tenía conocimiento de que ya a Colón había arribado un buque de guerra de Colombia, con intenciones de frustrar el movimiento secesionista.
Como es de todos conocido, en la tarde del 3 de noviembre de 1903 el pueblo panameño proclamó la secesión de Panamá de Colombia y el establecimiento en el Istmo de una República independiente. De esta forma se cumplió la aspiración legítima de la población istmeña, expresada por primera vez en 1821, a través de gestiones de próceres como don Ramón Vallarino, abuelo materno de nuestro Nicanor, de constituirse en un Estado independiente. Para satisfacción de sus descendientes, don Nicanor de Obarrio fue uno de los más destacados impulsores del proyecto separatista, mediante el cual los panameños pudimos realizar nuestro deseo de procurarnos nuestro propio bienestar en atención a nuestras necesidades y objetivos.
Tras la declaración de independencia, se organizó de inmediato la administración del nuevo Estado, encabezada por una Junta Provisional de Gobierno compuesta por José Agustín Arango, Tomás Arias y Federico Boyd. Dicha Junta procedió enseguida a nombrar un gabinete. En reconocimiento de sus méritos cívicos y su denuedo, los triunviros designaron a don Nicanor de Obarrio como Ministro de Guerra y Marina.
El General de Obarrio ejerció su cargo con absoluta integridad y esmerado patriotismo. En los difíciles momentos iniciales de la República, le correspondió a don Nicanor desempeñarse en un empleo sumamente delicado, por cuanto el Despacho de Guerra y Marina tenía a su cargo la dirección y control de las fuerzas armadas del Istmo, constituidas por elementos que hasta la víspera habían defendido en Panamá la soberanía colombiana.
Le correspondió, además, participar en las conversaciones que el nuevo Gobierno panameño sostuvo con la delegación que el Gobierno de Colombia envió para tratar de convencer a los panameños para que se adhirieran nuevamente a Colombia. "Uno de los momentos más decisivos para nuestra independencia", señaló en sus Memorias don Tomás Arias, "fue la conferencia a bordo del "Canadá", cuando don Tomas Arias como Jefe, en compañía del General Nicanor A. de Obarrio y del doctor Carlos A. Mendoza [Ministro de Justicia] tuvo que disuadir a la comisión del Vice-Presidente de Colombia, compuesta por los generales Rafael Reyes, Pedro Nel Ospina, Jorge Holguin y el Doctor Lucas Caballero sobre el hecho de que la emancipación de Panamá era un acto irrevocable y que así tenía que ser comunicado al gobierno de Colombia".
Sobre esta histórica conferencia del "Canadá", en otros párrafos de la histórica carta de 11 de noviembre de 1903 dirigida al General Reyes, a la cual hice referencia al inicio de esta disertación, el General de Obarrio sentenció: "Esto no envuelve nada de odios ni de rencores y el Istmo será el refugio de todos los colombianos a quienes se hará insoportable la vida en la tierra que los vio nacer. Estaremos en completa paz y el arma fratricida no volverá a dispararse en esta preciosa faja de tierra, besada por las brisas de los dos océanos, lo que nos proporcionará una era de progreso que nos colocará a la altura a que tenemos derecho como nación civilizada".
El General de Obarrio estuvo al frente de la Dependencia de Guerra y Marina hasta el 20 de febrero de 1904, cuando la Convención Nacional Constituyente eligió al Dr. Manuel Amador Guerrero como Primer Presidente de la República. Por disposición del nuevo gobierno, a partir de dicha fecha el Despacho de Guerra y Marina fue incorporado a la Secretaría de Gobierno y Relaciones Exteriores.
Don Nicanor fue, en consecuencia, el único Ministro de Guerra y Marina que ha tenido la República de Panamá. Es importante destacar que siendo Ministro de Estado en la Junta de Gobierno Provisional, recibió de Colombia la documentación que lo acreditaba como General del Ejército colombiano, por su valioso servicio en la "Guerra de los Mil Días", en las filas del Partido Conservador. La decisión sobre su nombramiento oficial con el rango de General, de lo cual el General de Obarrio siempre se sintió muy orgulloso, fue efectuada antes de nuestra independencia, pero la noticia le llegó después del 3 de noviembre, y enseguida el rango fue revalidado ante las autoridades panameñas, de manera que se puede afirmar que nuestro bisabuelo fue, en propiedad, General del Ejército de Colombia, el primer General del Ejército que tuvo la República de Panamá y, como veremos más adelante, General del Ejército peruano ad-honorem.
Mucho se ha escrito acerca de los sucesos de noviembre de 1903. Nuestros próceres, quienes arriesgaron sus vidas para asegurar la creación de la República, sueño acariciado por generaciones de panameños desde 1821, han sido criticados y vilipendiados, sobre todo por la subordinación de Panamá a la hegemonía estadounidense, situación que sobrevino con la independencia y que ocasionó dificultades para la nueva República durante la mayor parte de su historia. Quienes así se han expresado, soslayan ingenuamente la situación geopolítica imperante a principios del siglo veinte, en la que sobresale el afán expansionista estadounidense y el interés del gobierno de Estados Unidos de extender su hegemonía en la Cuenca del Caribe.
Nuestra subordinación a Washington no fue producto de las acciones de nuestros próceres, sino del poderoso expansionismo norteño que la República de Panamá no estaba en condiciones de resistir sin arriesgar su recién adquirida y frágil personalidad internacional. Lo fundamental de los acontecimientos de 1903 radica en que gracias al patriotismo del pueblo panameño y los arrestos de nuestros próceres, fue posible crear las estructuras jurídicas que nos permitirán hoy alcanzar, en tanto que nos lo propongamos, grados superiores de bienestar, equidad y desarrollo humano. Lo cual jamás hubiera sido posible si hubiésemos permanecido adheridos a la República de Colombia, cuya tendencia inexorable al fratricidio nos habría arrastrado a niveles de pobreza y desesperación aún mayores que los que definían el escenario panameño en 1903.
Como lo enunció mi madre, Rita de la Guardia de de Obarrio, en noviembre de 1951, en su poema intitulado Ingratitud:
En palabras del propio General de Obarrio "Si la independencia fracasa, a los ocho conjurados nos fusilan. Especialmente a mí que siendo Prefecto de la Provincia, conspiraba contra el gobierno que me dio su confianza. Y bien fusilado hubiera estado".
La Tía también rememoró otros aspectos de este viejo debate, así: "Mi papá, que perteneció a ese grupo de hombres que tan injustamente se les ha vituperado, pero que nunca tendremos cómo alabar su nobleza, como en aquel gesto ejemplar cuando en el mensaje a la Convención Constituyente de 1904, refiriéndose a los diez millones de dólares que según el Tratado de 1903 debían entregar los Estados Unidos a Panamá, renunciando a ese dinero y recomendando que esos diez millones se debían de convertir en una renta perpetua, cito: "a un país como el nuestro, no le conviene la introducción inmediata de un capital enorme en relación con sus necesidades y sus servicios, porque ello daría lugar a despilfarros inevitables ... y sobrevendría una fiesta de especulaciones que produciría consecuencias perniciosas en todas las capas sociales... Los Estados, según la función del derecho son eternos. Una generación sola no es dueña de los bienes del país. Las tierras que hoy recorremos... no son nuestro patrimonio exclusivo; son la herencia de generaciones futuras que vienen a buscar su puesto en el concierto de los pueblos y de las razas. Si por errores presentes se invirtiera en obras improductivas el capital de que la República podría disponer, habríamos ejecutado un acto de extremo injusto y censurable".
Esos millones se dejaron depositados en los Estados Unidos y ese depósito se conocía como los Millones de la Posteridad. Años después, siendo Presidente José Antonio Remón, los hizo traer para balancear su presupuesto.
En la próxima entrega se analizarán los componentes y estructuras de este proyecto de gran envergadura.
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