Búsqueda de equilibrios estratégicos en la Cumbre de Río
Publicado 1999/06/20 23:00:00
Brasil tendrá el privilegio de ser sede de la Primera Reunión de Cumbre entre Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y Caribe y de la Unión Europea (ALC-UE), que se realizará en Río de Janeiro, los días 28 y 29 de junio.
Dicho encuentro entre el Presidente de la Comisión Europea y los líderes de 48 naciones unidas por tantos vínculos históricos, económicos, culturales y humanos, tiene un valor político muy grande.
Se reafirmaron en el más año nivel, los propósitos de aproximación entre las dos regiones.
La elección de Brasil para ser sede de este evento, tiene asimismo, un significativo especial. Se trata de una demostración conjunta de aprecio por nuestro país y de confianza en nuestra capacidad de articulación diplomática.
La simple realización del encuentro en Brasil ya sería, por lo tanto, un hecho sumamente positivo, pero el Presidente Fernando Henrique Cardoso está empeñado en conseguir resultados aún más importantes. En los encuentros de cumbre, muchas veces, los aspectos protocolares y simbólicos, acaban teniendo mucha apariencia. En Río de Janeiro, entretanto, lo que está, efectivamente en juego, para Brasil, es la meta de consolidar alianzas externas que contribuyen para el desarrollo del país. Esa es la tarea más importante de nuestra diplomacia, en todos los frentes de negociación en los cuales participamos.
La alianza con la Unión Europea es prioritaria. Sus 15 miembros son, en conjunto, el principal mercado para las exportaciones brasileñas y también la principal fuente de inversiones directas en Brasil.
Con Alemania o con Francia, tenemos importantes programas de cooperación científica y tecnológica. Debemos por lo tanto, aprovechar al máxima oportunidades como esta, de la Cumbre de Río de Janeiro, para profundizar la relación con la Unión Europea y, en dicho proceso, colocar en pauta algunos de los puntos que son de especial interés para Brasil.
El intercambio comercial entre Brasil y la UE, se desarrolló de manera extraordinariamente desequilibrada en el decenio de 1988-1997, sobre todo a partir de 1993.
En estos diez años, nuestras importaciones crecieron 355 por ciento, pero las exportaciones solo un 28 por ciento. Entre 1995 y 1998, Brasil acumuló un déficit de cerca de US$6 mil millones en los intercambios con la Unión Europea. Evidentemente, dicha evolución es insostenible.
Es cierto que el desequilibrio en los flujos de comercio con la UE se deben, en gran parte, a factores económicos que impulsaron las importaciones de una manera general (retomada del crecimiento y aumento de la demanda interna resultante del Plan Real, evolución de las tasas de cambio: Apertura comercial del período 1990-1994). Nuestras exportaciones, por otro lado, han tenido un desempeño insatisfactorio también, debido a las deficiencias estructurales asociadas al llamado "Costo Brasil" (infraestructura, educación de mano de obra, carga tributaria).
Todas estas consideraciones, entretanto, no invalidan el hecho de que Brasil ha sufrido los efectos negativos de las prácticas comerciales proteccionistas de la Unión Europea, tales como altos niveles arancelarios y/o cuotas arancelarias para productos en los cuales somos competitivos o el uso de alegadas preocupaciones de carácter sanitario, fitosanitario y ambiental, para poner barreras a la entrada de productos extranjeros en sus mercados.
Se suman a dichas prácticas las inmensas pérdidas para nuestro sector primario provocadas por la Política Agrícola Comunitaria, que subsidia demasiado los productores europeos y sus exportaciones.
Según un estudio divulgado en 1998 por la Fundación Gatúlio Vargas, el PIB Brasileño tendría un aumento de poco más del 5%, hipotéticamente, se eliminasen las barreras al comercio con la Unión Europea.
Dicha cifra sirve para cuantificar las pérdidas consecuentes de la actual situación. Por dicho motivo, la diplomacia brasileña está empeñada en que se llegue, durante la Cumbre de Río de Janeiro, a un entendimiento sobre el lanzamiento de las negociaciones para la formación de una Zona de Libre Comercio entre los países del Mercosur y de la UE, dándose, así, expresión concreta a los propósitos de aproximación birregional registrados en el Acuerdo - Marco de Cooperación Interregional firmado en Madrid en diciembre de 1995.
El objetivo de las negociaciones sobre libre comercio y la preocupación con las barreras aplicadas a los productos brasileños, sobre todo en el sector agropecuario, fueron tema central en las conversaciones mantenidas por el presidente Fernando Henrique Cardoso, en su viaje a Alemania, a Portugal y al Reino Unido, el pasado mes de abril.
La prensa nacional dio una amplia cobertura a dicha ofensiva diplomática. Asimismo, el Ministro Luiz Felipe Lampreia, yo mismo y todos los embajadores de Brasil en los países de la Unión Europea, hemos mantenido incontables contactos con interlocutores europeos para intentar garantizar el lanzamiento, en la Cumbre de Río de Janeiro, de negociaciones sobre la liberalización comercial.
No podemos aún tener la certeza del éxito, ya que las preocupaciones de determinados países europeos con relación a la liberalización del comercio de productos agrícolas, continúan a representar un obstáculo importante. Pero tenemos la convicción de que estamos dando a este tema la mejor orientación posible.
Tenemos el firme propósito de mantener un mínimo de paralelismo en las negociaciones para la formación, antes del 2005, de la Zona de Libre Comercio de las Américas y para la apertura de mercados también con la UE.
No deseamos vincularnos de forma preferente a un único socio comercial. Damos prioridad al mantenimiento del modelo de equilibrio en el reparto geográfico de nuestros flujos de comercio y de inversiones externas.
Se trata, en última instancia, de garantizar para Brasil mayores espacios de maniobra en las negociaciones económicas internacionales. No podemos prescindir para ello, de la alianza con Europa. Queda por ver si existe, de hecho, una disposición inversamente simétrica por parte de la Unión Europea.
Algo que va más allá de las meras formulaciones, que permita crear vínculos capaces de crear equilibrios estratégicos en un mundo que hoy se caracteriza por fuertes presiones centralizadoras en torno de los Estados Unidos.
La Cumbre de Río de Janeiro representará, en ese sentido, una prueba para el nuevo ordenamiento internacional. La diplomacia brasileña está activamente empeñada en contribuir para que dicha prueba resulte positiva.
Dicho encuentro entre el Presidente de la Comisión Europea y los líderes de 48 naciones unidas por tantos vínculos históricos, económicos, culturales y humanos, tiene un valor político muy grande.
Se reafirmaron en el más año nivel, los propósitos de aproximación entre las dos regiones.
La elección de Brasil para ser sede de este evento, tiene asimismo, un significativo especial. Se trata de una demostración conjunta de aprecio por nuestro país y de confianza en nuestra capacidad de articulación diplomática.
La simple realización del encuentro en Brasil ya sería, por lo tanto, un hecho sumamente positivo, pero el Presidente Fernando Henrique Cardoso está empeñado en conseguir resultados aún más importantes. En los encuentros de cumbre, muchas veces, los aspectos protocolares y simbólicos, acaban teniendo mucha apariencia. En Río de Janeiro, entretanto, lo que está, efectivamente en juego, para Brasil, es la meta de consolidar alianzas externas que contribuyen para el desarrollo del país. Esa es la tarea más importante de nuestra diplomacia, en todos los frentes de negociación en los cuales participamos.
La alianza con la Unión Europea es prioritaria. Sus 15 miembros son, en conjunto, el principal mercado para las exportaciones brasileñas y también la principal fuente de inversiones directas en Brasil.
Con Alemania o con Francia, tenemos importantes programas de cooperación científica y tecnológica. Debemos por lo tanto, aprovechar al máxima oportunidades como esta, de la Cumbre de Río de Janeiro, para profundizar la relación con la Unión Europea y, en dicho proceso, colocar en pauta algunos de los puntos que son de especial interés para Brasil.
El intercambio comercial entre Brasil y la UE, se desarrolló de manera extraordinariamente desequilibrada en el decenio de 1988-1997, sobre todo a partir de 1993.
En estos diez años, nuestras importaciones crecieron 355 por ciento, pero las exportaciones solo un 28 por ciento. Entre 1995 y 1998, Brasil acumuló un déficit de cerca de US$6 mil millones en los intercambios con la Unión Europea. Evidentemente, dicha evolución es insostenible.
Es cierto que el desequilibrio en los flujos de comercio con la UE se deben, en gran parte, a factores económicos que impulsaron las importaciones de una manera general (retomada del crecimiento y aumento de la demanda interna resultante del Plan Real, evolución de las tasas de cambio: Apertura comercial del período 1990-1994). Nuestras exportaciones, por otro lado, han tenido un desempeño insatisfactorio también, debido a las deficiencias estructurales asociadas al llamado "Costo Brasil" (infraestructura, educación de mano de obra, carga tributaria).
Todas estas consideraciones, entretanto, no invalidan el hecho de que Brasil ha sufrido los efectos negativos de las prácticas comerciales proteccionistas de la Unión Europea, tales como altos niveles arancelarios y/o cuotas arancelarias para productos en los cuales somos competitivos o el uso de alegadas preocupaciones de carácter sanitario, fitosanitario y ambiental, para poner barreras a la entrada de productos extranjeros en sus mercados.
Se suman a dichas prácticas las inmensas pérdidas para nuestro sector primario provocadas por la Política Agrícola Comunitaria, que subsidia demasiado los productores europeos y sus exportaciones.
Según un estudio divulgado en 1998 por la Fundación Gatúlio Vargas, el PIB Brasileño tendría un aumento de poco más del 5%, hipotéticamente, se eliminasen las barreras al comercio con la Unión Europea.
Dicha cifra sirve para cuantificar las pérdidas consecuentes de la actual situación. Por dicho motivo, la diplomacia brasileña está empeñada en que se llegue, durante la Cumbre de Río de Janeiro, a un entendimiento sobre el lanzamiento de las negociaciones para la formación de una Zona de Libre Comercio entre los países del Mercosur y de la UE, dándose, así, expresión concreta a los propósitos de aproximación birregional registrados en el Acuerdo - Marco de Cooperación Interregional firmado en Madrid en diciembre de 1995.
El objetivo de las negociaciones sobre libre comercio y la preocupación con las barreras aplicadas a los productos brasileños, sobre todo en el sector agropecuario, fueron tema central en las conversaciones mantenidas por el presidente Fernando Henrique Cardoso, en su viaje a Alemania, a Portugal y al Reino Unido, el pasado mes de abril.
La prensa nacional dio una amplia cobertura a dicha ofensiva diplomática. Asimismo, el Ministro Luiz Felipe Lampreia, yo mismo y todos los embajadores de Brasil en los países de la Unión Europea, hemos mantenido incontables contactos con interlocutores europeos para intentar garantizar el lanzamiento, en la Cumbre de Río de Janeiro, de negociaciones sobre la liberalización comercial.
No podemos aún tener la certeza del éxito, ya que las preocupaciones de determinados países europeos con relación a la liberalización del comercio de productos agrícolas, continúan a representar un obstáculo importante. Pero tenemos la convicción de que estamos dando a este tema la mejor orientación posible.
Tenemos el firme propósito de mantener un mínimo de paralelismo en las negociaciones para la formación, antes del 2005, de la Zona de Libre Comercio de las Américas y para la apertura de mercados también con la UE.
No deseamos vincularnos de forma preferente a un único socio comercial. Damos prioridad al mantenimiento del modelo de equilibrio en el reparto geográfico de nuestros flujos de comercio y de inversiones externas.
Se trata, en última instancia, de garantizar para Brasil mayores espacios de maniobra en las negociaciones económicas internacionales. No podemos prescindir para ello, de la alianza con Europa. Queda por ver si existe, de hecho, una disposición inversamente simétrica por parte de la Unión Europea.
Algo que va más allá de las meras formulaciones, que permita crear vínculos capaces de crear equilibrios estratégicos en un mundo que hoy se caracteriza por fuertes presiones centralizadoras en torno de los Estados Unidos.
La Cumbre de Río de Janeiro representará, en ese sentido, una prueba para el nuevo ordenamiento internacional. La diplomacia brasileña está activamente empeñada en contribuir para que dicha prueba resulte positiva.
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