Alfredo Sinclair
REDACCION / PANAMA AMERICA
La muerte del patriarca de la pintura Alfredo Sinclair propicia la revalorización de la situación en que se encuentran las artes plásticas. Con Roberto Lewis y Manuel Chong Neto, el maestro Sinclair formó parte de una trilogía de pintores nacionales que marcan el tránsito del impresionismo al abstraccionismo. Sinclair no se encasilló en una escuela. Exploró diversos caminos para conjugar su constante experimentación con los movimientos plásticos contemporáneos. Utilizó vidrio molido coloreado, neón, en la búsqueda de materia prima de origen no convencional para poder traducir el universo expresivo de su espíritu renovador.
Si Roberto Lewis insertó la pintura panameña en los cuadros del clasicismo en los retratos y del impresionismo francés en sus paisajes, Sinclair osciló entre el figurativismo de sus primeras obras al abstraccionismo de su madurez, sin perder arraigo en las formas humanas ni contacto con la realidad humana panameña. Los rostros femeninos que aparecen en su producción estética revelan que su mirada plástica tuvo un significado profundamente humanista.
Su padre fue el ingeniero inglés George Sinclair y su madre la profesora panameña Quintina Ballestero, oriunda de Gatún. Nació en la capital, pero su niñez transcurrió en Colón. Se instaló en la ciudad capital, ganándose la vida como operario en una fábrica de tubos fluorescentes de la Avenida B. Recordó que en Salsipuedes subsistían tubos de neón que él dobló. Fue alumno del pintor panameño Humberto Ivaldi en la Escuela Nacional de Pintura.
Viajó a la Argentina, vendiendo su propio carro para comprar el pasaje en un avión de transporte de ganado. Una beca lo puso en contacto con los artistas enlazados a las principales corrientes plásticas europeas. Sus primeras exposiciones las realizó en galerías de arte de Buenos Aires. En ese ambiente pictórico muy competitivo, logró uno de los primeros premios en 1949 del salón anual de la Asociación de Estudiantes y Egresados de Bellas Artes.
En 1950 regresó a Panamá. En sus exposiciones individuales advirtió que el público mostraba confusión ante los cuadros de técnica abstraccionista. Comprendió que era necesario realizar una docencia constante para que los panameños, habituados a la contemplación de pintura tradicional, asimilaran las nuevas tendencias.
Para desplegar una docencia sobre pintura moderna, dictó cátedras en la Escuela de Artes Plásticas y la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Panamá. El Museo de Arte Contemporáneo realizó en 1991 una retrospectiva de su obra que permitió apreciar las etapas principales de su evolución pictórica. Los clubes cívicos lo proclamaron como ciudadano ejemplar.
El Convenio Andrés Bello le rindió homenaje. Fue condecorado con la Orden Vasco Núñez de Balboa. Su hija Olga Sinclair fue su alumna privilegiada y continúa la trayectoria del maestro. Sus pinturas están desperdigadas en colecciones privadas, el Banco Nacional y el Museo de Arte Contemporáneo. Ha llegado el momento en que el Instituto Nacional de Cultura, a nombre de la nación, organice con la colaboración de su hija, una gran exposición del gran maestro de las artes plásticas de Panamá. Deja el mundo físico al borde del centenario. Pero su obra pictórica permanecerá en forma perenne como expresión genuina del desarrollo alcanzado por Alfredo Sinclair.
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