Rio de Janeiro: Ciudad de contrastes
Publicado 2004/11/21 00:00:00
Con su magnifica bahía y las montañas que rodean sus playas, Rio de Janeiro sigue luciendo como una ciudad glamorosa.
Conocida internacionalmente por su carnaval, la antigua capital brasileña sigue asociada con una vida nocturna frenética. Más allá de esos tópicos, Rio destaca como metrópoli gigantesca de ostensibles contrastes.
Descubierta en enero de 1502 por el expedicionario italiano Américo Vespucio, la espectacular bahía natural de Guanabara, enclavada entre sus característicos morros (peñascos), constituye el símbolo de la ciudad.
A la entrada de la bahía, con sus 575 metros de altura, destaca el Pan de Azúcar, con el morro del Urca de una altura de 220 metros. Junto con el Cristo Redentor, escultura gigante de Jesucristo situada en las alturas del Corcovado, el Pan de Azúcar es uno de los iconos de Rio de Janeiro. Su cumbre fue alcanzada en el año 1817.
Ahora un teleférico traslada allí a los turistas que durante el trayecto a la pueden disfrutar de magníficas vistas panorámicas sobre la enorme bahía, y comprender así la intricada configuración de la ciudad.
Creciendo a lo largo de sus playas que forman los barrios de Copacabana, de Ipanema, de Leblon, Sao Conrado y Barra da Tijuca, la ciudad se ha ido extendido alrededor de las montañas, creando un multitud de distritos sinuosos, hasta completar seis millones de habitantes.
Sus descubridores pensaron al principio que la bahía, por su forma, era la boca de un río, cuando en realidad se trataba de un brazo de mar. De esta equivocación vino el nombre de Rio de Janeiro (el río descubierto en enero).
Rio fue capital del Imperio Portugués, manteniendo esta condición con la independencia de Brasil en 1822, y se convirtió en capital de la República a finales del siglo XIX. Con la legalización de los juegos, Rio adquirió al principio del siglo XX una nueva reputación de ciudad de los casinos, atrayendo a famosos y ricos visitantes de todos los países. De esta época vino la fama glamorosa de Copacabana, ya que los primeros casinos aparecieron simultáneamente a la apertura del famoso Hotel Copacabana Palace en los años 20.
En 1950 perdió su rol de centro financiero debido al rápido crecimiento de Sao Paulo, que superaba a Rio en número de habitantes y peso económico, pero nunca dejó de ser un lugar de moda.
En 1960 dejó de ser capital federal cuando el presidente Kubitschek decidió trasladar la capital a Brasilia, una ciudad de nueva construcción fundada en el interior del país.
Lo que sí está fuera de toda duda es que, hoy en día, Rio constituye una atracción turística en Brasil y su brillo sigue atrayendo a multitud de turistas de todo el mundo.
Las playas de Rio contribuyen por ejemplo a diseminar los tópicos glamorosos que marcan su imagen. Caracterizada por su vida playera, Rio de Janeiro tiene fama por el culto al cuerpo que allí se ha fomentado. A pesar de ser un sitio para descansar, jugar, leer... la playa es un lugar de socialización donde los brasileños enseñan sus cuerpos entrenados.
Sin embargo, Rio no es solamente una ciudad playera. Su vida cultural destaca también por su calidad y diversidad. Cuenta con una multitud de galerías de arte y museos, como el Nacional de Bellas Artes, con su gran colección de 800 pinturas y esculturas, el Museo de la Escuela de Bellas Artes de Joao VI, el Museo de los Indios, el Museo Castro Maya, el Museo de la Ciudad, el Museo Histórico Nacional, el Museo de la República o el Museo de Arte Moderno. Todos dignos de visitar.
Conocida internacionalmente por su carnaval, la antigua capital brasileña sigue asociada con una vida nocturna frenética. Más allá de esos tópicos, Rio destaca como metrópoli gigantesca de ostensibles contrastes.
Descubierta en enero de 1502 por el expedicionario italiano Américo Vespucio, la espectacular bahía natural de Guanabara, enclavada entre sus característicos morros (peñascos), constituye el símbolo de la ciudad.
A la entrada de la bahía, con sus 575 metros de altura, destaca el Pan de Azúcar, con el morro del Urca de una altura de 220 metros. Junto con el Cristo Redentor, escultura gigante de Jesucristo situada en las alturas del Corcovado, el Pan de Azúcar es uno de los iconos de Rio de Janeiro. Su cumbre fue alcanzada en el año 1817.
Ahora un teleférico traslada allí a los turistas que durante el trayecto a la pueden disfrutar de magníficas vistas panorámicas sobre la enorme bahía, y comprender así la intricada configuración de la ciudad.
Creciendo a lo largo de sus playas que forman los barrios de Copacabana, de Ipanema, de Leblon, Sao Conrado y Barra da Tijuca, la ciudad se ha ido extendido alrededor de las montañas, creando un multitud de distritos sinuosos, hasta completar seis millones de habitantes.
Sus descubridores pensaron al principio que la bahía, por su forma, era la boca de un río, cuando en realidad se trataba de un brazo de mar. De esta equivocación vino el nombre de Rio de Janeiro (el río descubierto en enero).
Rio fue capital del Imperio Portugués, manteniendo esta condición con la independencia de Brasil en 1822, y se convirtió en capital de la República a finales del siglo XIX. Con la legalización de los juegos, Rio adquirió al principio del siglo XX una nueva reputación de ciudad de los casinos, atrayendo a famosos y ricos visitantes de todos los países. De esta época vino la fama glamorosa de Copacabana, ya que los primeros casinos aparecieron simultáneamente a la apertura del famoso Hotel Copacabana Palace en los años 20.
En 1950 perdió su rol de centro financiero debido al rápido crecimiento de Sao Paulo, que superaba a Rio en número de habitantes y peso económico, pero nunca dejó de ser un lugar de moda.
En 1960 dejó de ser capital federal cuando el presidente Kubitschek decidió trasladar la capital a Brasilia, una ciudad de nueva construcción fundada en el interior del país.
Lo que sí está fuera de toda duda es que, hoy en día, Rio constituye una atracción turística en Brasil y su brillo sigue atrayendo a multitud de turistas de todo el mundo.
Las playas de Rio contribuyen por ejemplo a diseminar los tópicos glamorosos que marcan su imagen. Caracterizada por su vida playera, Rio de Janeiro tiene fama por el culto al cuerpo que allí se ha fomentado. A pesar de ser un sitio para descansar, jugar, leer... la playa es un lugar de socialización donde los brasileños enseñan sus cuerpos entrenados.
Sin embargo, Rio no es solamente una ciudad playera. Su vida cultural destaca también por su calidad y diversidad. Cuenta con una multitud de galerías de arte y museos, como el Nacional de Bellas Artes, con su gran colección de 800 pinturas y esculturas, el Museo de la Escuela de Bellas Artes de Joao VI, el Museo de los Indios, el Museo Castro Maya, el Museo de la Ciudad, el Museo Histórico Nacional, el Museo de la República o el Museo de Arte Moderno. Todos dignos de visitar.
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