La venenosa verdad de la muerte de Franklin Brewster
- Adelita Coriat
A pesar de tener los equipos dañados, un laboratorista del Ministerio Público logró dar con los resultados de los análisis. El médico forense que practicó la autopsia, y firmó el acta de defunción, se contradijo a sí mismo.
Los médicos hicieron todo lo posible para revivir el corazón del paciente: “luego de todas las maniobras de reanimación cardiovasculares a las 3.51 a.m. presentó signos evidentes de muerte”.
Esta pareciera una muerte como muchas otras, incapaz de levantar sospechas. Pero no es así.
Ese último latido marcó el fín de una larga batalla entre el organismo y una sustancia, hasta hoy desconocida, que invadió el cuerpo 16 días antes.
Detrás de este dictamen médico se esconde una una larga historia de omisiones, contradicciones, manipulación e intrigas que rodearon la muerte del inspector Franklin Mauricio Brewster, cabeza del principal brazo policiaco contra el lavado de dinero y narcotráfico de alto perfil en nuestro país.
Una serie de fallas, errores policiales y de laboratorio dejaron sin rastro muchas evidencias que exponen directamente la improvisada versión oficial que se conoce hasta el momento sobre el crimen de mayor intriga y, paradójicamente, “sensitivo” de la Unidad Especial de Investigaciones Sensitivas ( UEIS ).
Pese a ello, la Fiscalía Auxiliar presentó cargos por homicidio contra tres detectives y ex compañeros de Brewster: Gioconda Véliz, Kenneth Brown e Irving Francis. Más que eso, el pasado 29 de enero, la Fiscalía Primera Superior solicitó llamamiento a juicio al Segundo Tribunal de Justicia.
“No he visto nada acreditado, son suposiciones todas” dijo el ex procurador de la Nación, José A. Sossa, y agregó “y si son suposiciones no puedes tener personas detenidas”.
La opinión del ex funcionario se suma a la de otros expertos consultados por el Panamá América; “ciertas piezas de la investigación se ignoraron, lo que denota una averiguación superficial” opinó el instructor en Criminología, Octavio Calderón.
Una investigación periodística desarrollada para el Panamá América, que a partir de hoy se presenta en una serie de cuatro entregas, descubre las dificultades investigativas, contradicciones, evidencias fallidas y detalles hasta hoy desconocidos sobre el crimen.
Todo sucede cuando Brewster y su equipo actuaban en una operación que denominaron “Laboratorio”. Bajo su lupa estaba en esos días el enviado de una organización de narcotraficantes colombianos que viajaría a Panamá, supuestamente a coordinar un trasiego de cocaína.
Los investigadores tenían pensado “pegarle una cola de seguimiento” a partir de su llegada al aeropuerto de Tocumen. Pero una “curiosa” falla de comunicación interna en la UEIS impidió ubicarlo en la terminal aérea y el sujeto ingresó a territorio panameño (1 de julio a las 6:30 de la tarde) sin que policía alguno pudiera espiar sus movimientos y acciones.
Dos días más tarde, el 3 de julio, Franklin Brewster estaba en el Hospital Nacional luchando por su vida contra el envenenamiento masivo de su cuerpo. A la mañana siguiente, el colombiano y hasta entonces protagonista principal de la llamada “Operación Laboratorio”, abandonó el país de regreso a Colombia.
Finalmente, a los 16 días Brewster fallece. Igualmente fenece la “Operación Laboratorio”. Entre otras cosas, porque una de las personas imputadas, Gioconda Véliz, solicita a la Procuraduría “dejar el caso pasivo”. Ante la imposibilidad de identificar a los involucrados en el tiempo otorgado para la investigación.
Otra paradoja, o extraordinaria coincidencia que resulta del caso, es que Brewster, por sus síntomas, pudo ser víctima de una arma química. Consecuentemente, sus autores requerían acciones de “laboratorio”, justo el nombre de la operación en la que enfocaba sus esfuerzos del jefe de la UEIS.
Así, asestaban un golpe verdaderamente mortal a la unidad policial que impedía u obstaculizaba la realización de sus actividades delictivas.
Contradicciones. A los pocos minutos de haberse sentado a almorzar, el inspector Franklin Brewster comprendió que algo no estaba bien. El jefe de la UEIS, asoció los malestares a los síntomas relacionados con el hecho de comer a deshoras.
Sin embargo, estos primeros indicios dieron paso a náuseas, vómitos y a una sudoración inaguantables. Temeroso de perder el conocimiento en cualquier instante, llamó a uno de sus detectives y le dijo que lo llevara “a una clínica privada; yo pago”, agonizó Brewster.
Kenneth Brown escuchó éstas palabras mientras veía a su jefe que sin corbata y sin camisa, se quejaba de unos fuertes dolores abdominales que lo tenían en el piso.
Cerca de las cuatro de la tarde de aquel 3 de julio de 2006, Kennet con la ayuda de un compañero, llevaron al jefe de detectives al Hospital Nacional donde lo recibió el especialista Ramiro Da Silva.
Por los síntomas que manifestaba el enfermo, las autoridades e incluso algunos médicos, atribuyeron el malestar a un compuesto organofosforado.
Esta sustancia, presente en los insecticidas del campo o en venenos de ratas, si es ingerida puede producir una intoxicación.
Al margen
¿Qué cromatógrafo de gas usó el licenciado Brenes el 6 de julio para analizar las muestras, si él mismo reportó que el cromatógrafo del Laboratorio de Toxicología se dañó tres días antes?
”Si el cromatógrafo se te daña tú no puedes tirar ningún espectro, éste resultado no lo pudo dar si el CPU estaba dañado” Analísta químico.
¿Porqué las autoridades obviaron esta contradicción a lo largo de la investigación?
¿Cómo logró coincidir Brenes con los resultados que meses después examinó el FBI a las muestras del inspector?
Los malestares pueden empezar entre 20 a 30 minutos después de entrar al cuerpo, todo depende de la cantidad y la concentración del veneno. Pero si el paciente recibe un tratamiento adecuado, por lo general, sobrevive.
Según los expertos estos venenos, de los que hay miles en el mercado, saben horrible, huelen muy mal, y al paciente le apesta la boca, la ropa y su vómito. Los doctores no percibieron ésta condición en el paciente.
Al cabo de dos días de hospitalización, Franklin no respondía al ritmo del tratamiento que se tiene por escrito y detallado. Las malas noticias continuaban: los exámenes practicados no detectaban la causa de la intoxicación.
Los estudios reflejados en el documento de Laboratorio de Toxicología 1971 del 6 de julio 2006, no lograron confirmar la tesis que se atribuía a lossintomas: “no se detectó la presencia de plaguicidas organofosforados”.
Lo que sí hallaron fue la presencia de una sustancia que encerraría un nuevo misterio: lidocaína.
A pesar de las conclusiones, el fiscal auxiliar, Luis Martínez, insistió en la premisa de la sustancia homicida; un organofosforado.
De hecho, formuló el 1 de noviembre cargos por homicidio contra tres detectives de la UEIS por haber participado en el envenenamiento, mediante la utilización de una sustancia organofosforada en la comida que almorzaba el inspector Franklin Mauricio Brewster Chase, aseguró.
“Eso es en base a una suposición” aseveró el ex procurador Sossa, y agregó “¿dónde está el principio de inocencia o del debido proceso?”
Dos de estos detectives, Gioconda Véliz y Kenneth Brown, continúan privados de libertad por esta acusación, mientras que Irving Francis mantiene una medida cautelar.
Según el jefe del laboratorio, Alexie Brenes, que realizó las pruebas, utilizó un cromatógrafo de gases (“metodología y técnicas empleadas”) para dar con los resultados.
Este es un aparato muy sofisticado que puede detectar una partícula en un millón. Por ser tan complejo y delicado, es muy caro. En el 2006 había, a disposición del Estado, si acaso tres o cuatro; uno de ellos, supuestamente, se encontraba en el Laboratorio de Toxicología.
El mismo Brenes, días después de haber presentado los resultados, afirmó al Fiscal Auxiliar que el aparato -el cromatógrafo- “se dañó el 3 de julio”, el mismo día que se intoxicó el inspector.
“Este resultado no lo pudo tirar si el CPU estaba dañado” dijo asombrado un analista químico (pidió reserva de su nombre) que practica a diario este tipo de pruebas.
Otro dato que llamó la atención del ex procurador Sossa, pues comentó que mientras él ocupó el cargo, Medicina Legal le decía que “si algo no se podía establecer a través de los equipos que teníamos, incluso ese cromatógrafo, era un envenenamiento”, y agregó, “te estás anticipando a dar diagnósticos dramáticos que luego no puedes acreditar”.
Una incongruencia que Panamá América trató de aclarar con el Dr. Vicente Pachar, director del Instituto de Medicina Legal, pero el funcionario no quiso hacer comentarios de ésta o ninguna otra pregunta ya que el expediente se encontraba en investigación.
Tras la respuesta del laboratorista Brenes - de que el aparato estaba dañado- y ante la imposibilidad de detectar la sustancia que había intoxicado al inspector, el Fiscal Auxiliar solicitó a Ligia Castro, administradora de la ANAM, el uso de los equipos de cromatografía de gases para que los técnicos del Laboratorio de Toxicología, realicen los análisis a una serie de pruebas. En el expediente no consta respuesta a ésta carta.
Posterior a ésta solicitud, las autoridades pidieron al FBI asesoría con personal y equipo técnico para aclarar las causas del mal que afectaba al inspector.
Pasadas dos semanas de haber ingresado al hospital con síntomas de una intoxicación severa, el inspector Franklin M. Brewster falleció por complicaciones pulmonares el 19 de julio de 2006. Su cuerpo fue cremado pocos días después de su muerte cuando el caso aún se encontraba bajo investigación.
Necropsia. El paso que seguía era la autopsia del cadáver para tratar de determinar qué había causado la muerte del inspector. Pues hasta ese momento los resultados de los análisis de laboratorio no habían detectado organofosforado.
La autopsia tampoco encontró trazos del compuesto.
Razón por la que se sugirió hacer mas exámenes para descartar otras sustancias que pudieran tener efectos similares al organofosforado, según propuso el Dr. Carlos De Bernard, quien practicó la autopsia.
Pero no hay constancia en el expediente de que esa diligencia se realizó, al menos en los laboratorios panameños.
La conclusión del propio De Bernard señala: “CIRCUNSTANCIAS de la MUERTE: Traumática (intoxicación por producto organofosforado)”.
De Bernard indica en el resumen de la autopsia que algunos exámenes y/o resultados estaban pendientes.
“Si no tiene los resultados completos no puede asegurar la causa de muerte” comenta el analista químico consultado.
De hecho el Certificado de Defunción de Brewster que firma el mismo Dr. De Bernard señala: “Causa de muerte: Intoxicación por producto organofosforado”.
Lo apropiado, según la práctica forense, hubiera sido poner en el renglón de causas: “muerte en investigación o indeterminada”.
Lo más probable es que el Departamento de Patología Forense basó sus conclusiones en los síntomas del paciente; sin embargo, atribuyó de tajo la causa de muerte a un tóxico que sus propios laboratorios no pudieron corroborar en el cuerpo de Brewster.
Los reportes mencionados dejan ver un contrasentido entre el Laboratorio de Toxicología LT 1971, que no detectó organofosforado, y la causa de muerte decretada por el Departamento de Patología Forense.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.