¡Maldito error!
Publicado 2005/03/27 00:00:00
NUNCA ESTUVIMOS tan cerca de la victoria y la gloria, pero a la misma vez de la derrota y la tristeza.
La selección de Panamá recibió anoche sus mejores elogios ante una potencia futbolística, pero perdió. "Se ganó... fue lo importante, no miremos cómo", dijo Jasin Quezada, comentarista tico de Radio Columbia.
Panamá cayó 2-1 ante Costa Rica en un partido que estaba vacío y silenciado por el buen manejo de los canaleros. "Nos faltó experiencia, así es el fútbol", dijo Roberto Brown, autor del gol de Panamá.
¿Qué me preguntas si me duele la derrota?_ Ahhh: ¡Claro que duele y duele mucho!, dijo Brown, el único panameño que habló con la prensa internacional antes de entrar a los camerinos.
El partido se jugó con 680 personas, entre personal medico, periodistas, oficiales de federaciones y de la FIFA. Panamá estuvo paralizada anoche deleitándose con el buen juego de su selección, y de pronto nos cayó un balde de agua fría. Más en Deportes.
Herrera dio cinco batazos de vuelta completa, que salieron de los bates de Audes De León, David González, Héctor Avila, Bonarges De León y Víctor Almengor.
Los de Coclé sacaron la bola del parque en cuatro ocasiones: dos de Joel Vega, uno de Roberto Gutiérrez y el otro de Nazario Buitrago.
El partido se decidió en 10 entradas, cuando el novato José Gómez dio un sencillo con Oscar Solís en tercera base para darle la victoria a la "Leña Roja" coclesana.
La jornada de hoy tiene los mismos enfrentamientos, en los mismos escenarios.
Panamá Metro con Rafael Medina o Miguel Gómez, tratará de barrer a Chiriquí, en el Kenny Serracín a las 3:00 p.m. Herrera busca cobrar venganza de Coclé en el Remón Cantera a las 7:00 p.m.
Pedro fue siempre un hombre trabajador que además de siembros, construía botes y extraía cauchos de recónditos lugares en Darién. Allí, en la selva educaba a los nietos en las artes del trabajo, en las que él era un maestro. Pedro murió en 1995.
Un día de semana del año 2002, Berta y su sobrino regresaban de Colón. Habían estado en la casa de Chele y volvían a Chilibre. De momento quedó en suspenso la conversación que desarrollaban, y Berta se sumió en un silencio que su sobrino estimó muy profundo y le preguntó que ¿dónde estaba?
"¿Yo me pregunto -dijo- que sería de mi vida hoy, sin hijos y sin marido, si yo no hubiera optado por mis hermanos? ¿Qué hubiera sido de mi?". "Esa no es la pregunta Doña Berta, -le dijo su sobrino-. La pregunta es, qué hubiera sido de sus hermanos y de nosotros, si no hubiéramos contado contigo". Y se lo volvió a recordar cuando Berta cumplió los 75 años.
Como en otras ocasiones, aquella vez Berta volvió sobre el tema de Onésima, sobre la preocupación con la que murió su mamá y sobre la posibilidad de morirse y no poder conocerla.
Lo que ella ignoraba entonces era que la posibilidad del encuentro ya estaba en camino, que las gestiones habían comenzado y que de un momento a otro se esperaban noticias.
Habían pasado 70 años desde la última vez que había visto a su hermana en brazos de su abuela Marta. Fue el día en que, junto a su tío Manuel Mosquera, salieron del Terrón de San Juan, y Onésima era una bebé.
Así que aquel sábado de febrero del 2003, cuando su sobrino llegó hasta la casa, Berta y Macedonia, esa amiga-hermana de toda la vida, suspendieron la conversación que desarrollaban, y después que su sobrino les anunció que "Onésima llegó esta madrugada a Panamá y mañana, a la diez de la mañana, estará aquí con Usted" Berta pasó de la sorpresa a la intriga.
Aunque nada le impedía creer lo que su sobrino le había dicho, Berta Valencia Mosquera no salía de su asombro. Casi había perdido la esperanza de ese encuentro, 70 años después. Ciertamente era que sus Julio, Serena y Arnobio habían quedado si padre y madre muy temprano, pero ella había llenado ese vacío. Quién había llenado el de Enésima, que no pudo conocer ni a Papa, ni a Mamá, ni hermanos, ni nada?
Con los años Berta había aprendido a manejar muy bien sus emociones, a ser expresiva exactamente cuando era necesario. Su sobrino recordaba que la única vez que la había visto llorar fue durante el entierro de Pedro Bermúdez, y él que había nacido a la vida con ellos, comprendía muy bien esa emoción.
Había pasado una vida y, cuando supo que por fin podría saber cómo y quién era Onésima Victorina Mosquera, las preguntas volvieron frescas y lozanas a su cabeza. ¿Cuánto hablaremos?. Hay tantas cosas que decirse".
Chilibrillo es una de las comunidades de Chilibre que se levantan sobre la carretera de Madden, la que conduce a la represa. En una de sus veredas unas siete casas acogen a la familia Aguilar, y cuya Matriarca es Macedonia. En una de esas casa reside Berta Valencia Mosquera.
Aquel domingo de febrero de 2003 hubo más gente que de costumbre. Desde las casas de Pino, Avelino, la propia Macedonia y Amelia, Pinito y Eric, las personas se fueron reuniendo en la casa de Berta. Allí estaban también Serena, Arnobio y Julio, cuando el sobrino de Berta llegó en su tercel verde. Una de las puertas traseras se abrió, una mujer morena, delgada y entrada en años apareció ante todos. Julio la abrazó, los demás la saludaron, y Berta, que se la comía con la vista, se le acercó la tomó de la mano y le dijo: "venga hermanita".
La condujo hasta la casa, donde comenzó un encuentro por que ambas había esperado 70 años. Onésima supo cuanto se le quería, cómo se le había extrañado, y Berta le habló de los pensamientos de su madre, Rosalía. Por primera vez en la vida los cuatro hijos de esta ultima tenían la oportunidad de reunirse.
Curiosamente, mientras que en Panamá los cuatro huérfanos de Rosalía, habían logrado salir adelante, hacer familias y mantener un nivel medio de vida, Onésima en medio de la soledad que implico la muerte de su abuela y la ausencia de su madre, multiplicó la familia, convirtiéndose en tronco de una extensa prole.
Fue muy duro -dijo Rosalía- aquel día de revelaciones, tras recordar la vida dura, limitada y solitaria que debió llevar desde su niñez. Confesó sin embargo que el solo pensar que en Panamá tenía hermanos, fue una idea que la alimentó durante años.
La selección de Panamá recibió anoche sus mejores elogios ante una potencia futbolística, pero perdió. "Se ganó... fue lo importante, no miremos cómo", dijo Jasin Quezada, comentarista tico de Radio Columbia.
Panamá cayó 2-1 ante Costa Rica en un partido que estaba vacío y silenciado por el buen manejo de los canaleros. "Nos faltó experiencia, así es el fútbol", dijo Roberto Brown, autor del gol de Panamá.
¿Qué me preguntas si me duele la derrota?_ Ahhh: ¡Claro que duele y duele mucho!, dijo Brown, el único panameño que habló con la prensa internacional antes de entrar a los camerinos.
El partido se jugó con 680 personas, entre personal medico, periodistas, oficiales de federaciones y de la FIFA. Panamá estuvo paralizada anoche deleitándose con el buen juego de su selección, y de pronto nos cayó un balde de agua fría. Más en Deportes.
Herrera dio cinco batazos de vuelta completa, que salieron de los bates de Audes De León, David González, Héctor Avila, Bonarges De León y Víctor Almengor.
Los de Coclé sacaron la bola del parque en cuatro ocasiones: dos de Joel Vega, uno de Roberto Gutiérrez y el otro de Nazario Buitrago.
El partido se decidió en 10 entradas, cuando el novato José Gómez dio un sencillo con Oscar Solís en tercera base para darle la victoria a la "Leña Roja" coclesana.
La jornada de hoy tiene los mismos enfrentamientos, en los mismos escenarios.
Panamá Metro con Rafael Medina o Miguel Gómez, tratará de barrer a Chiriquí, en el Kenny Serracín a las 3:00 p.m. Herrera busca cobrar venganza de Coclé en el Remón Cantera a las 7:00 p.m.
Pedro fue siempre un hombre trabajador que además de siembros, construía botes y extraía cauchos de recónditos lugares en Darién. Allí, en la selva educaba a los nietos en las artes del trabajo, en las que él era un maestro. Pedro murió en 1995.
Un día de semana del año 2002, Berta y su sobrino regresaban de Colón. Habían estado en la casa de Chele y volvían a Chilibre. De momento quedó en suspenso la conversación que desarrollaban, y Berta se sumió en un silencio que su sobrino estimó muy profundo y le preguntó que ¿dónde estaba?
"¿Yo me pregunto -dijo- que sería de mi vida hoy, sin hijos y sin marido, si yo no hubiera optado por mis hermanos? ¿Qué hubiera sido de mi?". "Esa no es la pregunta Doña Berta, -le dijo su sobrino-. La pregunta es, qué hubiera sido de sus hermanos y de nosotros, si no hubiéramos contado contigo". Y se lo volvió a recordar cuando Berta cumplió los 75 años.
Como en otras ocasiones, aquella vez Berta volvió sobre el tema de Onésima, sobre la preocupación con la que murió su mamá y sobre la posibilidad de morirse y no poder conocerla.
Lo que ella ignoraba entonces era que la posibilidad del encuentro ya estaba en camino, que las gestiones habían comenzado y que de un momento a otro se esperaban noticias.
Habían pasado 70 años desde la última vez que había visto a su hermana en brazos de su abuela Marta. Fue el día en que, junto a su tío Manuel Mosquera, salieron del Terrón de San Juan, y Onésima era una bebé.
Así que aquel sábado de febrero del 2003, cuando su sobrino llegó hasta la casa, Berta y Macedonia, esa amiga-hermana de toda la vida, suspendieron la conversación que desarrollaban, y después que su sobrino les anunció que "Onésima llegó esta madrugada a Panamá y mañana, a la diez de la mañana, estará aquí con Usted" Berta pasó de la sorpresa a la intriga.
Aunque nada le impedía creer lo que su sobrino le había dicho, Berta Valencia Mosquera no salía de su asombro. Casi había perdido la esperanza de ese encuentro, 70 años después. Ciertamente era que sus Julio, Serena y Arnobio habían quedado si padre y madre muy temprano, pero ella había llenado ese vacío. Quién había llenado el de Enésima, que no pudo conocer ni a Papa, ni a Mamá, ni hermanos, ni nada?
Con los años Berta había aprendido a manejar muy bien sus emociones, a ser expresiva exactamente cuando era necesario. Su sobrino recordaba que la única vez que la había visto llorar fue durante el entierro de Pedro Bermúdez, y él que había nacido a la vida con ellos, comprendía muy bien esa emoción.
Había pasado una vida y, cuando supo que por fin podría saber cómo y quién era Onésima Victorina Mosquera, las preguntas volvieron frescas y lozanas a su cabeza. ¿Cuánto hablaremos?. Hay tantas cosas que decirse".
Chilibrillo es una de las comunidades de Chilibre que se levantan sobre la carretera de Madden, la que conduce a la represa. En una de sus veredas unas siete casas acogen a la familia Aguilar, y cuya Matriarca es Macedonia. En una de esas casa reside Berta Valencia Mosquera.
Aquel domingo de febrero de 2003 hubo más gente que de costumbre. Desde las casas de Pino, Avelino, la propia Macedonia y Amelia, Pinito y Eric, las personas se fueron reuniendo en la casa de Berta. Allí estaban también Serena, Arnobio y Julio, cuando el sobrino de Berta llegó en su tercel verde. Una de las puertas traseras se abrió, una mujer morena, delgada y entrada en años apareció ante todos. Julio la abrazó, los demás la saludaron, y Berta, que se la comía con la vista, se le acercó la tomó de la mano y le dijo: "venga hermanita".
La condujo hasta la casa, donde comenzó un encuentro por que ambas había esperado 70 años. Onésima supo cuanto se le quería, cómo se le había extrañado, y Berta le habló de los pensamientos de su madre, Rosalía. Por primera vez en la vida los cuatro hijos de esta ultima tenían la oportunidad de reunirse.
Curiosamente, mientras que en Panamá los cuatro huérfanos de Rosalía, habían logrado salir adelante, hacer familias y mantener un nivel medio de vida, Onésima en medio de la soledad que implico la muerte de su abuela y la ausencia de su madre, multiplicó la familia, convirtiéndose en tronco de una extensa prole.
Fue muy duro -dijo Rosalía- aquel día de revelaciones, tras recordar la vida dura, limitada y solitaria que debió llevar desde su niñez. Confesó sin embargo que el solo pensar que en Panamá tenía hermanos, fue una idea que la alimentó durante años.
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