Muere Laboa: el mediador de la democracia
Publicado 2002/10/24 23:00:00
Fue en muchas ocasiones mediador diplomático entre los militares y los civilistas en los años azarosos de la década de los ochenta. Para unos, incluso, fue parte de la preocupación nacional por el retorno a la democracia.
Monseñor José Sebastián Laboa falleció ayer en la mañana en su pueblo natal, Pasajes de San Juan, en San Sebastián, al norte de España. Un terrible cáncer venció sus fuerzas.
Hoy, miembros de la sociedad civil, políticos y religiosos lamentan su pérdida y recuerdan que ayudó en momentos difíciles a numerosos dirigentes políticos civilistas y tendió puentes de comunicación con los militares.
Para el político Mario Rognoni, monseñor Laboa era una persona "altamente compasiva". Según recuerda, a diario se le podía ver cruzar de la Nunciatura al Hospital Paitilla a visitar a los enfermos. No obstante, según destacó Rognoni, el mayor aporte que hizo a la sociedad panameña fue que aunque no se involucró en política, la comprendía al punto que jugó un papel importante como mediador y conciliador. Laboa mantenía comunicación tanto con los dirigentes políticos de gobierno como de oposición, también con las autoridades norteamericanas a los más altos niveles.
Rognoni dijo que con el tiempo habrá que reconocer el papel histórico que desempeñó monseñor José Sebastián Laboa en la salida a la crisis de 1989. Una opinión parecida es la de Gilbert Mallol, miembro fundador de la Cruzada Civilista, quien junto a César Tribaldos, Aurelio Barría y Eduardo Vallarino, se refugiaron en la Nunciatura durante un mes (5 de agosto al 23 de septiembre de 1987) dado que sobre ellos pesaba una orden de arresto. Recuerda que monseñor negoció la salida de los cuatro hacia Venezuela aceptada por Noriega.
Para Mallol había tres condiciones o cualidades que distinguían a Laboa. Su condición de diplomático que ejerció con astucia y con gran capacidad de diplomacia. La política, con una inteligencia y un agudo sentido que supo manejarse en ambos sectores de oposición y de gobierno, e igualmente su condición humana como sacerdote. "Todo esto se constituyó en un bálsamo en la relación explosiva que se vivía en Panamá", destacó.
Durante su estadía en la Nunciatura, Mallol recuerda que reforzó en él valores que hasta entonces no había encontrado. "Su personalidad y espiritualidad dejaron una gran huella en mí", reconoció. Para Ricardo Arias Calderón, Laboa era de esos sacerdotes y obispos que "se arriesgan a saltarse las convenciones y las prudencias habituales con tal de hacer el bien y evitar el mal".
En ese sentido, mencionó Arias Calderón: "Su presencia entre nosotros en el peor período de la dictadura fue un verdadero don de Dios para nuestro país". Y recordó una anécdota "cuando se dieron los fraudes electorales, un obispo tradicional recomendó que la Iglesia guardara silencio, porque en Panamá "siempre había habido fraude". "¿Hace cuánto tiempo es Ud. obispo?" le preguntó el Nuncio. "Casi veinte años," le respondió el obispo. "Pues entonces tiene veinte años de retraso en cumplir con su deber de hablar contra el fraude". Laboa recibió en la Nunciatura a Guillermo Sánchez Borbón, José Pretto y muchas otras personas durante los difíciles años de 1980.
Monseñor Laboa nació el 20 de enero de 1923. A la edad de 26 años se ordena sacerdote, posteriormente recibe su doctorado en Derecho por la Universidad Gregoriana de Roma. A partir de ese momento empieza su meritoria ascensión curial.
A pesar de no contar con experiencia en el servicio diplomático, en 1982 el Papa Juan Pablo II lo nombra nuncio apostólico en Panamá. De allí en adelante más que el representante del Vaticano, Laboa se convirtió en otro panameño que luchó porque en el país se lograra la democracia.
La invasión estadounidense en Panamá sorprendió a Laboa en el exterior. De inmediato regresa para, como en otras ocasiones, servir de conciliador. El ex general Manuel Antonio Noriega se refugia en la Nunciatura el 24 de diciembre y diez días más tarde, el 3 de enero, gracias a la intervención del representante del Vaticano, se entrega a las tropas norteamericanas, evitando posiblemente que se derramara más sangre en el país. Otro que opinó sobre Laboa fue monseñor José Luis Lacunza, quien se considera privilegiado por haber tenido la oportunidad de formar parte del círculo de personas íntimas del prelado.
Lo conoció cuando llegó a Panamá en febrero de 1983. A partir de esto, Laboa tuvo mucha confianza en Lacunza, con frecuencia se comunicaban distintas cosas que originó una estrecha relación de amistad sacerdotal. En 1986, fue quien consagró obispo a Lacunza, convirtiéndose en su primer hijo espiritual.
Monseñor José Sebastián Laboa falleció ayer en la mañana en su pueblo natal, Pasajes de San Juan, en San Sebastián, al norte de España. Un terrible cáncer venció sus fuerzas.
Hoy, miembros de la sociedad civil, políticos y religiosos lamentan su pérdida y recuerdan que ayudó en momentos difíciles a numerosos dirigentes políticos civilistas y tendió puentes de comunicación con los militares.
Para el político Mario Rognoni, monseñor Laboa era una persona "altamente compasiva". Según recuerda, a diario se le podía ver cruzar de la Nunciatura al Hospital Paitilla a visitar a los enfermos. No obstante, según destacó Rognoni, el mayor aporte que hizo a la sociedad panameña fue que aunque no se involucró en política, la comprendía al punto que jugó un papel importante como mediador y conciliador. Laboa mantenía comunicación tanto con los dirigentes políticos de gobierno como de oposición, también con las autoridades norteamericanas a los más altos niveles.
Rognoni dijo que con el tiempo habrá que reconocer el papel histórico que desempeñó monseñor José Sebastián Laboa en la salida a la crisis de 1989. Una opinión parecida es la de Gilbert Mallol, miembro fundador de la Cruzada Civilista, quien junto a César Tribaldos, Aurelio Barría y Eduardo Vallarino, se refugiaron en la Nunciatura durante un mes (5 de agosto al 23 de septiembre de 1987) dado que sobre ellos pesaba una orden de arresto. Recuerda que monseñor negoció la salida de los cuatro hacia Venezuela aceptada por Noriega.
Para Mallol había tres condiciones o cualidades que distinguían a Laboa. Su condición de diplomático que ejerció con astucia y con gran capacidad de diplomacia. La política, con una inteligencia y un agudo sentido que supo manejarse en ambos sectores de oposición y de gobierno, e igualmente su condición humana como sacerdote. "Todo esto se constituyó en un bálsamo en la relación explosiva que se vivía en Panamá", destacó.
Durante su estadía en la Nunciatura, Mallol recuerda que reforzó en él valores que hasta entonces no había encontrado. "Su personalidad y espiritualidad dejaron una gran huella en mí", reconoció. Para Ricardo Arias Calderón, Laboa era de esos sacerdotes y obispos que "se arriesgan a saltarse las convenciones y las prudencias habituales con tal de hacer el bien y evitar el mal".
En ese sentido, mencionó Arias Calderón: "Su presencia entre nosotros en el peor período de la dictadura fue un verdadero don de Dios para nuestro país". Y recordó una anécdota "cuando se dieron los fraudes electorales, un obispo tradicional recomendó que la Iglesia guardara silencio, porque en Panamá "siempre había habido fraude". "¿Hace cuánto tiempo es Ud. obispo?" le preguntó el Nuncio. "Casi veinte años," le respondió el obispo. "Pues entonces tiene veinte años de retraso en cumplir con su deber de hablar contra el fraude". Laboa recibió en la Nunciatura a Guillermo Sánchez Borbón, José Pretto y muchas otras personas durante los difíciles años de 1980.
Monseñor Laboa nació el 20 de enero de 1923. A la edad de 26 años se ordena sacerdote, posteriormente recibe su doctorado en Derecho por la Universidad Gregoriana de Roma. A partir de ese momento empieza su meritoria ascensión curial.
A pesar de no contar con experiencia en el servicio diplomático, en 1982 el Papa Juan Pablo II lo nombra nuncio apostólico en Panamá. De allí en adelante más que el representante del Vaticano, Laboa se convirtió en otro panameño que luchó porque en el país se lograra la democracia.
La invasión estadounidense en Panamá sorprendió a Laboa en el exterior. De inmediato regresa para, como en otras ocasiones, servir de conciliador. El ex general Manuel Antonio Noriega se refugia en la Nunciatura el 24 de diciembre y diez días más tarde, el 3 de enero, gracias a la intervención del representante del Vaticano, se entrega a las tropas norteamericanas, evitando posiblemente que se derramara más sangre en el país. Otro que opinó sobre Laboa fue monseñor José Luis Lacunza, quien se considera privilegiado por haber tenido la oportunidad de formar parte del círculo de personas íntimas del prelado.
Lo conoció cuando llegó a Panamá en febrero de 1983. A partir de esto, Laboa tuvo mucha confianza en Lacunza, con frecuencia se comunicaban distintas cosas que originó una estrecha relación de amistad sacerdotal. En 1986, fue quien consagró obispo a Lacunza, convirtiéndose en su primer hijo espiritual.

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