Festival de música africana hace hervir el Salvador de Carlinhos Brown
- Salvador (Brasil)
La ciudad brasileña de Salvador hirvió esta noche en el palpitante arranque del Festival de Músicas Mestizas que fusionó artistas africanos emergentes con destacados músicos locales negros, que se dieron cita en la casa de Carlinhos Brown.
El músico brasileño fue la estrella indiscutible de la primera jornada de este festival, que se ha celebrado con regularidad anual en la localidad francesa de Angoulême desde 1976 y que aterrizó ahora en la capital del estado de Bahía con motivo de la celebración del año de la cultura francesa en Brasil.
Carlinhos tomó el escenario con bríos y protagonizó una frenética exhibición de batería en compañía de los congoleses Les Tambours de Brazza, en la que fue la actuación más aplaudida en la noche de Salvador, ciudad considerada como el corazón de la cultura negra en Brasil y como la urbe con mayor población negra fuera de África.
"Bahía ha recibido un regalo: la responsabilidad de celar los secretos de África y devolverle a África y al mundo su esencia", dijo el artista a un grupo de periodistas tras su actuación.
La primera de las tres noches del festival la abrió el grupo local Orkestra Rumpilezz, que ofreció todo un espectáculo de jazz con raíces en la música afrobrasileña y en el candomblé, religión africana con fuerte raigambre en Bahía, en palabras del propio líder de la banda, Letieres Leite.
Saxos, trompetas, trombones y clarinetes se mezclaron con la batería, la contundencia de los timbales africanos llamados rum, rumpi y le, y con el sonido metálico del agogó, un instrumento típicamente bahiano formado por un par de campanas similares a cencerros, que son golpeados con una baqueta.
Después fue el turno del trío caboverdiano Tcheka, que enamoró al público con una delicada receta de melodías alegres y la voz jovial del solista, acompañado de apenas una guitarra, un bajo y una batería.
Tcheka compartió escenario con la cantante brasileña Mariene de Castro, que deslumbró con una voz portentosa y profunda y cantó los temas de los invitados en el idioma criollo caboverdiano.
Para cerrar la noche, los congoleses Les Tambours de Brazza aumentaron las revoluciones de la fiesta mestiza, con el frenético ritmo de sus timbales, sobre los que se sentaban a modo de cabalgadura.
El torbellino de percusión alcanzó su apogeo con la entrada de Carlinhos Brown, que irrumpió con ímpetu y un sombrero de tejido vaquero calado hasta las cejas, para llevar a la audiencia al delirio.
Carlinhos estableció con los muchachos de Brazzaville un diálogo a base de percusión, con los timbales como único argumento e instrumento para la réplica, para el deleite de una multitud entregada a pesar de la lluvia que apretó fuerte en ese momento del concierto.
El festival se prolongará hasta el domingo, con la actuación de artistas como el haitiano BélO, los percusionistas brasileños Olodum y otros músicos de Senegal, Chad y Costa de Marfil.
Las actuaciones tienen lugar en el Museo del Ritmo, una casa cultural fundada en 2007 por Carlinhos Brown en Salvador, que está intentando abrirse espacio como centro de referencia para los músicos locales.
El festival coincidió con la inauguración en el mismo recinto de un centro de músicas negras, que pretende ser un museo audiovisual que recorre todas las expresiones musicales que han aportado al mundo los pueblos negros, desde la África ancestral hasta los clubes de Nueva Orleáns o los diferentes sones latinoamericanos.
Manuel Pérez Bella
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