11 de Octubre de 2000
Publicado 2000/10/20 23:00:00
- WilliamSala
Había elaborado unas ideas para exponerlas en la conferencia que daría el 11 de octubre pasado, ante la gentil invitación que me hiciera el comité organizador de los actos conmemorativos de la fecha gloriosa. Me había inspirado el legislador arnulfista, Jacobo Salas, quien manifestó palabras agrias contra el PRD por la exitosa inscripción que había desarrollado el 8 de este mes. El respetado legislador dijo, afectado por la masiva inscripción, que las nuevas generaciones debían conocer la historia ( la versión de ellos) para evitar que la gente se inscribiera en nuestro partido. Y no son pocos, tanto en las filas de los que nos adversan como los que ahora se arriman a nuestras filas por meros cálculos electorales, los que desean enterrar y borrar para siempre de la historia panameña lo que significó la gesta del 11 de octubre y la impronta que dejaron los militares y civiles que acompañaron al general Torrijos en su obra monumental. Todos ellos coinciden en que no se hable más nunca ni de Torrijos, ni de militares, ni de marchas como "colonia americana no", ni que se oigan voces históricas vinculadas al proceso revolucionario. El 11 de octubre y su significado, para todos ellos, es repugnante.
Por eso consideré que en mi exposición tocaría tres momentos históricos: los que se desarrollaron alrededor del 11 de octubre de 1968; los registrados entre esa fecha y septiembre de 1979, cuando entraron a regir los Tratados Torrijos-Carter y, los de esos años hasta el presente. Quería exponer algunas ideas como conclusión que tocara un poco nuestro futuro como movimiento torrijista ante las perspectivas que tiene nuestro país por delante. Considero que en última instancia, el golpe militar del 11 de octubre de 1968 fue motivado por razones eminentemente gremiales. Es verdad que el deterioro de la clase política de aquel entonces era inmenso, que la bajeza de la campaña electoral no dejó honor ni dignidad en pié y que la crisis del régimen político oligárquico por su impopularidad, por su carácter represivo al movimiento popular y por su entreguismo a los gobiernos norteamericanos se hacía insostenible.
El golpe de Estado fue una insubordinación del "empleado" (los militares) frente los desplantes del patrón (el presidente Arias). Ante la insensatez de Arnulfo Arias en tratar de jubilar y pasar al retiro a oficiales que no se les había cumplido el tiempo y de botar y mandar al extranjero a viejos y jóvenes oficiales de la Guardia Nacional, atentando contra sus carreras, y peor aún, contra el sustento y la seguridad de sus familias, la respuesta inmediata fue la revuelta. Digo insensatez porque el Dr. Arias contaba para esos momentos con el apoyo de un importante sector de la oligarquía panameña en las elecciones de 1968, con el visto bueno del gobierno de los Estados Unidos, con la gran mayoría del pueblo panameño que votó por él y con la propia Guardia Nacional que, bajo el liderazgo del general Vallarino, había aceptado el veredicto de las urnas. Toda esa fuerza política la derrochó el presidente Arias por pensar que el país se podía seguir manejando como una hacienda particular.
El significado más importante del 11 de octubre fue el de haber iniciado un proceso que rompió con la estructura oligárquico-imperialista que sustentaba la existencia del enclave colonial de los Estados Unidos con sus policías, jueces, leyes, gobernadores y el control del Canal de Panamá, además de una presencia militar que insultaba la dignidad de los panameños y de los pueblos de la América india.
El general Torrijos, líder indiscutible del movimiento, recogiendo la tradición de las luchas generacionales de los patriotas panameños, acabó con ese andamiaje y rescató la dignidad nacional, la cual fue coronada el 31 de diciembre pasado con la entrega del Canal, paradójicamente, a la esposa del Dr. Arias y a un gobierno arnulfista. Muchos consideran que esa fue su obra cumbre y, efectivamente, lo fue. Pero también importante fue que Torrijos acabó con el monopolio que la oligarquía panameña ejercía sobre el poder político, desde el instante en que nos separamos de Colombia, permitiéndole a la clase media, a los campesinos, a los trabajadores, a los indígenas y al movimiento popular en general participar en la gestión del poder.
El PRD fue creado por Omar para mantener, por la vía democrática, todas esas conquistas y las nuevas situaciones generadas por la gesta octubrina y para impulsar las nuevas tareas de desarrollo nacional que la coyuntura de liberación abría a los panameños. El general Torrijos, por su origen social y su concepción política, generó un estilo peculiar de contacto directo y permanente con su pueblo. En el ambiente popular del sindicato, del asentamiento campesino, de los congresos indígenas y estudiantiles, encontraba su medio natural para mantener, como él decía, los pies sobre la tierra, evitando con ello caer en las tentaciones y en los cantos del Club Unión, lugar que en la época de la patria boba se tomaban las decisiones trascendentales del país.
Todas estas cosas, y otras más, tenía programado conversar con los compañeros del PRD en el acto del 11 de octubre en San Miguelito. Quería, además, hablarles de los peligros que en estos momentos acechan al país y al proyecto torrijista; de lo que significa alejarse de esa praxis y concepción torrijista atraídos por los cantos de sirenas y por los beneficios coyunturales que da el gobierno. Finalmente, no lo pude hacer, no di la conferencia. Fui informado, por intermedio de una apenada compañera del comité organizador de los actos, que por "instrucciones superiores" se había decidido que no hablaría y que Gerardo González había sido seleccionado como el orador de fondo. Se equivocaron quienes pensaron que mis palabras no estarían en el diapasón que la conveniencia le aconseja. No se percataban que Gerardo es historia, es presente y también es futuro; por lo tanto, su sola presencia ante un acto de recordación histórica es tan peligrosa como la mía, para los intereses que flirtean con el régimen de turno por unos dólares más. Porque el 11 de octubre y Omar Torrijos, por los vientos que soplan, como dice la profesora Elda Maud, es un camino todavía por recorrer.
Por eso consideré que en mi exposición tocaría tres momentos históricos: los que se desarrollaron alrededor del 11 de octubre de 1968; los registrados entre esa fecha y septiembre de 1979, cuando entraron a regir los Tratados Torrijos-Carter y, los de esos años hasta el presente. Quería exponer algunas ideas como conclusión que tocara un poco nuestro futuro como movimiento torrijista ante las perspectivas que tiene nuestro país por delante. Considero que en última instancia, el golpe militar del 11 de octubre de 1968 fue motivado por razones eminentemente gremiales. Es verdad que el deterioro de la clase política de aquel entonces era inmenso, que la bajeza de la campaña electoral no dejó honor ni dignidad en pié y que la crisis del régimen político oligárquico por su impopularidad, por su carácter represivo al movimiento popular y por su entreguismo a los gobiernos norteamericanos se hacía insostenible.
El golpe de Estado fue una insubordinación del "empleado" (los militares) frente los desplantes del patrón (el presidente Arias). Ante la insensatez de Arnulfo Arias en tratar de jubilar y pasar al retiro a oficiales que no se les había cumplido el tiempo y de botar y mandar al extranjero a viejos y jóvenes oficiales de la Guardia Nacional, atentando contra sus carreras, y peor aún, contra el sustento y la seguridad de sus familias, la respuesta inmediata fue la revuelta. Digo insensatez porque el Dr. Arias contaba para esos momentos con el apoyo de un importante sector de la oligarquía panameña en las elecciones de 1968, con el visto bueno del gobierno de los Estados Unidos, con la gran mayoría del pueblo panameño que votó por él y con la propia Guardia Nacional que, bajo el liderazgo del general Vallarino, había aceptado el veredicto de las urnas. Toda esa fuerza política la derrochó el presidente Arias por pensar que el país se podía seguir manejando como una hacienda particular.
El significado más importante del 11 de octubre fue el de haber iniciado un proceso que rompió con la estructura oligárquico-imperialista que sustentaba la existencia del enclave colonial de los Estados Unidos con sus policías, jueces, leyes, gobernadores y el control del Canal de Panamá, además de una presencia militar que insultaba la dignidad de los panameños y de los pueblos de la América india.
El general Torrijos, líder indiscutible del movimiento, recogiendo la tradición de las luchas generacionales de los patriotas panameños, acabó con ese andamiaje y rescató la dignidad nacional, la cual fue coronada el 31 de diciembre pasado con la entrega del Canal, paradójicamente, a la esposa del Dr. Arias y a un gobierno arnulfista. Muchos consideran que esa fue su obra cumbre y, efectivamente, lo fue. Pero también importante fue que Torrijos acabó con el monopolio que la oligarquía panameña ejercía sobre el poder político, desde el instante en que nos separamos de Colombia, permitiéndole a la clase media, a los campesinos, a los trabajadores, a los indígenas y al movimiento popular en general participar en la gestión del poder.
El PRD fue creado por Omar para mantener, por la vía democrática, todas esas conquistas y las nuevas situaciones generadas por la gesta octubrina y para impulsar las nuevas tareas de desarrollo nacional que la coyuntura de liberación abría a los panameños. El general Torrijos, por su origen social y su concepción política, generó un estilo peculiar de contacto directo y permanente con su pueblo. En el ambiente popular del sindicato, del asentamiento campesino, de los congresos indígenas y estudiantiles, encontraba su medio natural para mantener, como él decía, los pies sobre la tierra, evitando con ello caer en las tentaciones y en los cantos del Club Unión, lugar que en la época de la patria boba se tomaban las decisiones trascendentales del país.
Todas estas cosas, y otras más, tenía programado conversar con los compañeros del PRD en el acto del 11 de octubre en San Miguelito. Quería, además, hablarles de los peligros que en estos momentos acechan al país y al proyecto torrijista; de lo que significa alejarse de esa praxis y concepción torrijista atraídos por los cantos de sirenas y por los beneficios coyunturales que da el gobierno. Finalmente, no lo pude hacer, no di la conferencia. Fui informado, por intermedio de una apenada compañera del comité organizador de los actos, que por "instrucciones superiores" se había decidido que no hablaría y que Gerardo González había sido seleccionado como el orador de fondo. Se equivocaron quienes pensaron que mis palabras no estarían en el diapasón que la conveniencia le aconseja. No se percataban que Gerardo es historia, es presente y también es futuro; por lo tanto, su sola presencia ante un acto de recordación histórica es tan peligrosa como la mía, para los intereses que flirtean con el régimen de turno por unos dólares más. Porque el 11 de octubre y Omar Torrijos, por los vientos que soplan, como dice la profesora Elda Maud, es un camino todavía por recorrer.
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