Alejandro II de Rusia (1818-1881)
- Guillermo Márquez B.
Este fue el zar que le vendió el territorio de Alaska a Estados Unidos en siete millones de dólares. El consideraba que era justo escuchar las quejas de sus súbditos, pero cuando las juzgaba improcedentes, interrumpía a los quejosos en plena exposición y cerraba el acto. En una ocasión, en la provincia de Vilma se produjo una seria sublevación y el zar envió allí a un general apellidado Moraviejf para restablecer el orden. Sofocado el movimiento le solicitó al jefe de policía una lista de los prisioneros en la que se señalara cuán sospechoso era cada uno de ellos. Y cuando se la presentaron, tras leerla, puso una cruz sobre el nombre de diez de ellos y le dijo al jefe de policía: -"¡Estos".
-"¿Y qué hacemos con ellos, mi General?"
-"Colgarlos".
-"Son los menos peligrosos".
-"Precisamente. Pronto serán olvidados y así los más peligrosos habrán escarmentado".
Desde luego, el pueblo consideró que esto se había hecho por orden del zar, quien luego fue asesinado de manera muy confusa. Se transportaba en trineo y un individuo le lanzó una bomba, pero resultó ileso. El hombre fue detenido de inmediato. El zar dijo que gracias a Dios a él no le había pasado nada. El atacante le gritó: -"No te precipites, emperador de todas las Rusias". Y en ese preciso momento estalló otra bomba que lo mató.
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