Amistad: Lealtad recíproca
Publicado 2007/02/19 00:00:00
- Humberto López Tirone
La lealtad es una energía de doble vía que se estanca cuando no es correspondida con la fidelidad..
La lealtad es uno de los más sagrados dones que un ser humano debe profesar para alcanzar la felicidad de una forma integral. Amistad y lealtad van de la mano por el camino de la convivencia exitosa. La lealtad, para ser creciente, debe ser recíproca. La lealtad no es un monólogo, no es un acto ciego o en solitario, se alimenta y crece en voluntades si es recíproca.
El círculo de la solidaridad, la amistad o la lealtad se rompe cuando el que recibe nuestra complicidad la traiciona. La lealtad es una energía de doble vía que se estanca cuando no es correspondida con la fidelidad, franqueza, nobleza, honradez, con la sinceridad y rectitud. De este modo debe corresponder permanentemente el sujeto de nuestra Lealtad.
En lo cotidiano de la vida, en lo político o en lo empresarial, la lealtad se multiplica más allá de los tiempos, cuando es recíproca. Sirve con la verdad como principio, no sólo con la media verdad que agrada. La lealtad no puede ser confundida con la sumisión de los alabarderos y trepadores de la vida.
El ser humano, político y empresarial, que es leal, es recto, digno e incorrupto; es leal con un liderazgo honesto, fiel y realmente comprometido con los objetivos comunes, y no con sus intereses personales de poder ilimitado.
Un amigo Leal no cede al chantaje. El amigo leal no es aquel que oculta o niega las desviaciones, distorsiones y perversiones de los caminos tortuosos. La lealtad es un corresponder con la verdad cruda, que abre los ojos ante la ceguera de la prepotencia, que nos obliga a defender lo que creemos y en quienes creemos. La lealtad es un valor superior como la amistad, y cuando es traicionada, el traidor se queda aislado en su intento.
El oportunismo, servilismo y deslealtad de los trepadores del poder es el comején que destruye la madera de los líderes políticos o empresariales, y los distancia de los que con fidelidad y honor dijeron la verdad en algún momento difícil por el bien de lo colectivo.
La lealtad es una aceptación de que todos no somos iguales, pero en esa diversidad multicolor se construye la unidad de una amistad sólida, columna vertebral con la que se señala el camino de la victoria para cualquier organización política o empresarial.
En la política o en los negocios, el camino del éxito o la victoria es harto difícil por el camino tortuoso que, junto a los leales, conseguimos cimentar al final de esa lucha por alcanzar objetivos.
La experiencia nos señala que en una sociedad sin valores no hay lealtad, sino intereses en la mayoría de los casos. Es en el ámbito de la política donde se repite este siniestro resultado, manchando a las organizaciones políticas con lamentables divisiones.
Las organizaciones electoralistas se forman alrededor de intereses y sólo su crecimiento frágil se cimenta en forma absoluta en base a un continuo intercambio de intereses. En las organizaciones democráticas se valoran las lealtades y son la herramienta más importante de su fortaleza y larga vida, pero sólo cuando son recíprocas entre los dirigentes y sus bases, entre los líderes y sus colaboradores que le ayudan a alcanzar la cumbre.
En la Ley de Causa y Efecto, el Karma y el sentido más profundo de la lealtad, rige una energía permanente de la vida: del dar y recibir. Cuando este ciclo permanente se rompe, es el presagio de un rompimiento que carcome hasta destruir a las organizaciones.
Como decíamos en nuestras reflexiones, la lealtad no es un monólogo, sino un eterno fluir en ambas vías, que cuando se estanca presagia la tragedia. Por eso, el mejor homenaje de complicidades es una lealtad recíproca; si no es así, moriría en su intento.
Es preferible, en este delicado asunto, caminar y no correr.
El círculo de la solidaridad, la amistad o la lealtad se rompe cuando el que recibe nuestra complicidad la traiciona. La lealtad es una energía de doble vía que se estanca cuando no es correspondida con la fidelidad, franqueza, nobleza, honradez, con la sinceridad y rectitud. De este modo debe corresponder permanentemente el sujeto de nuestra Lealtad.
En lo cotidiano de la vida, en lo político o en lo empresarial, la lealtad se multiplica más allá de los tiempos, cuando es recíproca. Sirve con la verdad como principio, no sólo con la media verdad que agrada. La lealtad no puede ser confundida con la sumisión de los alabarderos y trepadores de la vida.
El ser humano, político y empresarial, que es leal, es recto, digno e incorrupto; es leal con un liderazgo honesto, fiel y realmente comprometido con los objetivos comunes, y no con sus intereses personales de poder ilimitado.
Un amigo Leal no cede al chantaje. El amigo leal no es aquel que oculta o niega las desviaciones, distorsiones y perversiones de los caminos tortuosos. La lealtad es un corresponder con la verdad cruda, que abre los ojos ante la ceguera de la prepotencia, que nos obliga a defender lo que creemos y en quienes creemos. La lealtad es un valor superior como la amistad, y cuando es traicionada, el traidor se queda aislado en su intento.
El oportunismo, servilismo y deslealtad de los trepadores del poder es el comején que destruye la madera de los líderes políticos o empresariales, y los distancia de los que con fidelidad y honor dijeron la verdad en algún momento difícil por el bien de lo colectivo.
La lealtad es una aceptación de que todos no somos iguales, pero en esa diversidad multicolor se construye la unidad de una amistad sólida, columna vertebral con la que se señala el camino de la victoria para cualquier organización política o empresarial.
En la política o en los negocios, el camino del éxito o la victoria es harto difícil por el camino tortuoso que, junto a los leales, conseguimos cimentar al final de esa lucha por alcanzar objetivos.
La experiencia nos señala que en una sociedad sin valores no hay lealtad, sino intereses en la mayoría de los casos. Es en el ámbito de la política donde se repite este siniestro resultado, manchando a las organizaciones políticas con lamentables divisiones.
Las organizaciones electoralistas se forman alrededor de intereses y sólo su crecimiento frágil se cimenta en forma absoluta en base a un continuo intercambio de intereses. En las organizaciones democráticas se valoran las lealtades y son la herramienta más importante de su fortaleza y larga vida, pero sólo cuando son recíprocas entre los dirigentes y sus bases, entre los líderes y sus colaboradores que le ayudan a alcanzar la cumbre.
En la Ley de Causa y Efecto, el Karma y el sentido más profundo de la lealtad, rige una energía permanente de la vida: del dar y recibir. Cuando este ciclo permanente se rompe, es el presagio de un rompimiento que carcome hasta destruir a las organizaciones.
Como decíamos en nuestras reflexiones, la lealtad no es un monólogo, sino un eterno fluir en ambas vías, que cuando se estanca presagia la tragedia. Por eso, el mejor homenaje de complicidades es una lealtad recíproca; si no es así, moriría en su intento.
Es preferible, en este delicado asunto, caminar y no correr.
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