Panamá
Ante tanta violencia…
- Mons. Rómulo Emiliani cmf
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Ante tanta violencia en el mundo, con tanta muerte y cada vez de manera más sofisticada, drones, misiles, aviones bombarderos supersónicos, submarinos nucleares, una respuesta mía, que está a mi alcance, es la de cultivar un corazón pacÍfico. Está bien todo lo que hagan las Naciones Unidas y los tratados de paz entre países, y todos los organismos que promueven la reconciliación entre los pueblos, pero en mi caso personal, el del tuyo, el deber de cada uno es cultivar un corazón pacífico y reconciliador. Es mi tarea personal, y para eso debo invocar la presencia del Espíritu Santo para que purifique mi interior de todo resentimiento, recuerdos negativos del pasado, tendencia a hacerme la víctima, a echarle siempre la culpa a los demás de mis problemas, a estar juzgando a todo el mundo y condenando sin pestañear. Y a buscar la manera de vengarme y de eliminar de una manera u otra la presencia negativa del otro. Eso de ser el árbitro del mundo, y desde una elevada altura moral extender la mano y acusar a todo aquél que no piense como yo, o tenga un comportamiento para mí no bueno es enfermizo y peligroso. Porque cuando yo me encuentro con otros que pensamos y actuamos igual, nos vamos constituyendo en un grupo de choque, en un ejército en plan de batalla, y arrasamos. Así nacen todos los fanatismos políticos, religiosos, deportivos, raciales, y cuando se constituyen en poderes pueden cometer hasta genocidios. El otro siempre es el malo.
Pero si cada uno de nosotros, siguiendo el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, se compromete a ser un mensajero de la paz, un portavoz de la reconciliación, un promotor de la comunión entre los hermanos, y vivimos la presencia real de la Santísima Trinidad, que es amor infinito y pleno entre las tres personas divinas, iremos expandiendo la fraternidad entre los seres humanos. Iremos transmitiendo la paz que de Dios viene, que no es como la que da el mundo, que es alienante, ficticia, tan frágil que cualquier viento de doctrinas radicales la desbarata.
La paz que viene de Dios activa los mejores sentimientos entre los seres humanos, la compasión, la solidaridad, la comprensión, la paciencia, el diálogo fraterno, el deseo de trabajar juntos, de lograr consensos y de dejar atrás conflictos desgastantes y dañinos. Esa es la paz que el mundo necesita, pide a gritos, desea a toda costa. Pero la lógica del mundo es la del rearme, gastar cada vez más en armas, erigiendo muros en vez de puentes, alimentando la idea nefasta que todo lo nuestro es mejor, sea nuestra raza, nuestro país, nuestra doctrina ideológica. Urge promover una cultura de la paz, y sólo con Dios será posible.

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