Burla fiscal

POR RAZONES de lugar en la semana, la aparición de los artículos que he venido publicando en este diario Panamá América, ahora por espacio de casi los tres últimos años (sin vacío de ninguna clase en todo este tiempo), los pienso y escribo entre sábado y domingo, para que puedan ver luz los días miércoles. Esa continuidad persistente de esta colaboración la debo a la buena voluntad de los propietarios y de los directores de este añejo periódico, lo que siempre les he agradecido del mejor modo posible para mí, es decir, redactando contribuciones en las que procuro llamar la atención sobre temas vitales para nuestro país. No tengo tampoco otra línea inspiradora que la del tema eterno que este diario ha tenido desde su lejana fundación: "Divulgamos la verdad que los demás ocultan", aunque estos artículos no sean muy sensacionalistas, sino críticos y con pretensión orientadora. De nuevo mi agradecimiento para con esta religiosa práctica de parte de este elenco directivo, para con mis modestos esfuerzos periodísticos.
Lo acontecido los últimos días en la Asamblea Nacional, con la aprobación del madrugonazo y "nochetazo" de la llamada "reforma tributaria" no tiene nombre, ni palabra suficiente en torno a su significado de advertencia. Se dijo que no habría "madrugonazos", pero el viernes último la sesión terminó a las 12:47 de la madrugada, con el rechazo ni siquiera muy discutido del informe de minoría. Y alguno que otro día también se sesionó hasta bien entrada la noche. La jurisprudencia de la Asamblea le agregó, pues, un nuevo término a sus procedimientos conocidos: el "nochetazo", sin olvidar, claro, el "madrugonazo" de vieja data.
Todos los sectores empresariales panameños se unieron en un frente común que expuso la falta de razón de ser del nuevo "manotazo fiscal", que los gobiernos siempre denominan pomposamente "reforma tributaria", bien calificada por el PRD como "reforma sacaplata", cuando el gobierno Moscoso optó por continuar la rutina y mala práctica de aumentar "sin ton ni son" los tributos fiscales, simplemente porque quieren más plata en las arcas del gobierno de turno.
El gobierno actual optó por la táctica de las sonrisas de labios, pero mostrando los colmillos de tiburón y finalmente triunfaron estos últimos, porque esa táctica engañosa resulta muy productiva, pues entre otras cosas, deja las peores consecuencias económicas en el país, como lo demostraron elocuentemente los grupos de empresarios jóvenes a quienes ahora les llegó el turno de dirigir las empresas paternas.
Ya la reforma constitucional última aprobada a golpe de tambores batientes, por la Asamblea vieja que entregó los papeles (metáfora engañosa, porque parece que nada entregaron) en agosto de 2004, al darse los "últimos días de Pompeya", y por la recién instalada Asamblea de la Patria Nueva (PRD), que se inició en septiembre último, (esa reforma constitucional, decimos) presagiaba que la mayoría PRD actuaría como máquina aplanadora en todos los capítulos gubernamentales, con improvisaciones (como la susodicha reforma tributaria o "sacaplata", conforme el lector lo escoja), y con imposiciones aplastantes de mayoría legislativa holgada (no faltan algunos virtuosos "oposicionistas" que se suman de vez en cuando), que pregona todavía "la salvación del pueblo", como si no hubiera pasado ya la pureza electoral.
Ese pacto que vino a ser Asamblea Vieja-Asamblea Nueva, y que parece otros llaman pudorosamente MAMI, es la tónica de lo que continuará sucediendo en Panamá, con todo lo que tenga cariz de sello de goma oficializado. ¿Y cuánto durará este "quinquenio", que no puede ocultar su esencia partidaria perredista? No olvidar, caro lector, la dictadura policíaca iniciada en 1968 y concluida por la invasión norteamericana de 1989, para mudar de residencia a la narcodictadura norieguista, digna continuadora del gobierno iniciado en octubre de 1968, que otros califican de "militar".
En un siglo, desde 1903 hasta hoy, las cosas han cambiado en Panamá y se han dado también reiteradas prácticas gubernativas. ¿Comprenderán los jóvenes empresarios de hoy, que ya ahora la cosa no es ya sólo con guitarra, sino también con violín, y que a todo el país le corresponde estructurar un Panamá distinto, en el que la justicia social y el verdadero Estado de Derecho (no el cantado por la Corte Suprema) prevalezcan por la acción de la vara de virtud que sólo está con "la justicia igual para todos, pobres y ricos", por la única vía que resta: la democracia real y no la "democracia propagada quinquenalmente en las bellas contiendas eleccionarias, en que es ducha la paridocracia constitucional existente, con "madrugonazos y nochetazos".
Sólo cabe reiterar: "Trabajadores y empresarios panameños, uníos", pero con las cartas sobre la mesa, como sucedió de hecho en la marcha del jueves pasado.