Cementerio en el cuartel de Los Pumas
Publicado 2000/12/05 00:00:00
- Mireya Jaramillo de Pérez
Con el hallazgo de los restos humanos, en el antiguo cuartel de Los Pumas, en Tocumen, el 23 de septiembre de 1999, la herida abierta y dolorosa, en el alma de los familiares y amigos de los desaparecidos, en la dictadura militar de Omar Torrijos Herrera, vuelve a sangrar vigorosa y brillante, con la esperanza de saber la verdad y encontrar a sus deudos.
El 30 de septiembre pasado se cumplió un año, de la fundación del Comité de Familiares de Desaparecidos de Panamá "Héctor Gallegos" (COFADEPA), quienes exigen a las autoridades pertinentes, se continúe con las excavaciones en forma científica, en varios cuarteles de la República de Panamá, así como y en la isla penal de Coiba.
El testigo que contactó a un sacerdote de la Iglesia "aseguró haber visto al sargento del G-2 Melbourne Walker, Rafael Castro Ibarra (alias "Palanca") escolta del dictador Torrijos, y a otro militar de tez blanca, de unas 147 libras y de cabello liso, a quien no pudo identificar, enterrar un cuerpo a escasos metros del taller de mecánica, "motor pool" en el cuartel de Los Pumas en Tocumen." (El Panamá América, 7 de octubre de 1999). Los restos de ese cuerpo, fueron identificados mediante las pruebas de ADN como pertenecientes al activista Heliodoro Portugal, asesinado en 1971 por gritar en forma desgarradora, en el parque de Santa Ana y otras plazas públicas "¿Dónde está Floyd Britton?" Desaparecido en Coiba en noviembre de 1969.
En ese tiempo, Luis Eduardo Ruiz Valdés era médico de Sanidad Militar. También fue compañero de estudios de Floyd Britton y Hugo Spadafora Franco en el Instituto Nacional de Panamá hasta 1958, fecha en que nos graduamos en el bachillerato. Ahora, cuando se le pregunta a los militares y civiles de la época sobre el asunto de los desaparecidos se sienten sorprendidos, no recuerdan, no hicieron ni saben nada, todos explican su coartada aduciendo que en el momento de los hechos, estaban fuera del país y hasta en "Fort Gulic", como si este fuerte estuviera en el extranjero.
El consumo de alcohol induce al olvido y después de la borrachera, la memoria transitoria desaparece, pero la memoria permanente queda allí, con los verdaderos remordimientos. Sin embargo, el código de silencio de los civiles y militares, que sostuvieron la dictadura en Panamá por 21 años, es más poderoso para ellos que el decálogo de los mandamientos de la Ley de Dios. Los que servían de tambo y escalones, es decir, los que cumplían las órdenes de generales, coroneles y capitanes de la dictadura (militares de bajo rango y empleados civiles) son hoy en día, los que tienen en sus conciencias, el deber de decir el paradero de los 120 desaparecidos, para facilitar las investigaciones.
El general retirado Rubén Darío Paredes en una ocasión declaró: "me siento avergonzado porque he visto con pena el descubrimiento de fosas clandestinas en el antiguo cuartel de Los Pumas en Tocumen." (El Panamá América, 6 de octubre de 1999 y sigue diciendo Paredes: "existe un principio universal en donde se establece que el comandante es el responsable de lo que el cuerpo haga, bien o mal y que bajo esa máxima, Torrijos es el responsable histórico, pero no el culpable de ese crimen". Entonces, lógicamente, el cuerpo del que habla Paredes, es culpable de los crímenes.
En 1971, según la fuente del Ministerio de Gobierno y Justicia, en posiciones de mando en la Guardia Nacional, en el Estado Mayor, en las jefaturas del G1, G2, G3, G4 y G5 estaban los tenientes coroneles: Armando Abel Contreras, Manuel Antonio Noriega, Rubén Darío Paredes Del Río, Manuel José Araúz Valencia y el mayor Simón Nemesio Ferrara Martínez, respectivamente.
En las áreas militares estaban: en el cuartel de Los Pumas en Tocumen, el capitán Ricardo Garibaldo Figueroa, trasladado allí, el 5 de agosto de 1970 y posteriormente enviado a Bocas Del Toro, el 26 de noviembre de 1972. En la Fuerza Aérea ubicada en Tocumen, el capitán Alberto Lorenzo Purcell Dusaire, con el cargo de Comandante de la Fuerza Aérea Panameña. En la Compañía Macho de Monte, el teniente Edilberto Del Cid. En la jefatura de la Zona Militar, con sede en la provincia de Veraguas, el capitán Eros Ramiro Cal Muñoz. ¿Por este cuerpo de militares, Rubén Darío Paredes pone sus manos en el fuego? Todos están vivos y jubilados, esperando que los "bien mandados", ahora por arrepentimiento, los señalen como los verdaderos responsables. Torrijos y Noriega son los culpables históricos y bajo esa premisa lo dejamos. Ambos están pagando lo suyo y también, por las culpas de un montón de cobardes, que ahora se callan y no tienen las agallas, para decir la verdad y aceptar que sumieron el país en un atraso y una descomposición moral, y todavía tienen el cinismo, de estar dando declaraciones y hablando de honestidad, cuando todo se sabe y todo se habla. Aquí sabemos quién es quién y el dinero no cambia la historia, ni borra la memoria de los hombres y mujeres libres de este país.
El gobierno democrático es garantía para la investigación de los hechos, que con la identificación de los restos de Heliodoro Portugal, en los predios de un cuartel militar, obligan legal y moralmente a continuar hasta las últimas consecuencias con las excavaciones y las investigaciones. Después de la confesión habrá paz en esas personas que, en el ocaso de sus vidas, están arrepentidas y al querer descargar sus conciencias, realmente lo que están es pidiendo perdón.
El 30 de septiembre pasado se cumplió un año, de la fundación del Comité de Familiares de Desaparecidos de Panamá "Héctor Gallegos" (COFADEPA), quienes exigen a las autoridades pertinentes, se continúe con las excavaciones en forma científica, en varios cuarteles de la República de Panamá, así como y en la isla penal de Coiba.
El testigo que contactó a un sacerdote de la Iglesia "aseguró haber visto al sargento del G-2 Melbourne Walker, Rafael Castro Ibarra (alias "Palanca") escolta del dictador Torrijos, y a otro militar de tez blanca, de unas 147 libras y de cabello liso, a quien no pudo identificar, enterrar un cuerpo a escasos metros del taller de mecánica, "motor pool" en el cuartel de Los Pumas en Tocumen." (El Panamá América, 7 de octubre de 1999). Los restos de ese cuerpo, fueron identificados mediante las pruebas de ADN como pertenecientes al activista Heliodoro Portugal, asesinado en 1971 por gritar en forma desgarradora, en el parque de Santa Ana y otras plazas públicas "¿Dónde está Floyd Britton?" Desaparecido en Coiba en noviembre de 1969.
En ese tiempo, Luis Eduardo Ruiz Valdés era médico de Sanidad Militar. También fue compañero de estudios de Floyd Britton y Hugo Spadafora Franco en el Instituto Nacional de Panamá hasta 1958, fecha en que nos graduamos en el bachillerato. Ahora, cuando se le pregunta a los militares y civiles de la época sobre el asunto de los desaparecidos se sienten sorprendidos, no recuerdan, no hicieron ni saben nada, todos explican su coartada aduciendo que en el momento de los hechos, estaban fuera del país y hasta en "Fort Gulic", como si este fuerte estuviera en el extranjero.
El consumo de alcohol induce al olvido y después de la borrachera, la memoria transitoria desaparece, pero la memoria permanente queda allí, con los verdaderos remordimientos. Sin embargo, el código de silencio de los civiles y militares, que sostuvieron la dictadura en Panamá por 21 años, es más poderoso para ellos que el decálogo de los mandamientos de la Ley de Dios. Los que servían de tambo y escalones, es decir, los que cumplían las órdenes de generales, coroneles y capitanes de la dictadura (militares de bajo rango y empleados civiles) son hoy en día, los que tienen en sus conciencias, el deber de decir el paradero de los 120 desaparecidos, para facilitar las investigaciones.
El general retirado Rubén Darío Paredes en una ocasión declaró: "me siento avergonzado porque he visto con pena el descubrimiento de fosas clandestinas en el antiguo cuartel de Los Pumas en Tocumen." (El Panamá América, 6 de octubre de 1999 y sigue diciendo Paredes: "existe un principio universal en donde se establece que el comandante es el responsable de lo que el cuerpo haga, bien o mal y que bajo esa máxima, Torrijos es el responsable histórico, pero no el culpable de ese crimen". Entonces, lógicamente, el cuerpo del que habla Paredes, es culpable de los crímenes.
En 1971, según la fuente del Ministerio de Gobierno y Justicia, en posiciones de mando en la Guardia Nacional, en el Estado Mayor, en las jefaturas del G1, G2, G3, G4 y G5 estaban los tenientes coroneles: Armando Abel Contreras, Manuel Antonio Noriega, Rubén Darío Paredes Del Río, Manuel José Araúz Valencia y el mayor Simón Nemesio Ferrara Martínez, respectivamente.
En las áreas militares estaban: en el cuartel de Los Pumas en Tocumen, el capitán Ricardo Garibaldo Figueroa, trasladado allí, el 5 de agosto de 1970 y posteriormente enviado a Bocas Del Toro, el 26 de noviembre de 1972. En la Fuerza Aérea ubicada en Tocumen, el capitán Alberto Lorenzo Purcell Dusaire, con el cargo de Comandante de la Fuerza Aérea Panameña. En la Compañía Macho de Monte, el teniente Edilberto Del Cid. En la jefatura de la Zona Militar, con sede en la provincia de Veraguas, el capitán Eros Ramiro Cal Muñoz. ¿Por este cuerpo de militares, Rubén Darío Paredes pone sus manos en el fuego? Todos están vivos y jubilados, esperando que los "bien mandados", ahora por arrepentimiento, los señalen como los verdaderos responsables. Torrijos y Noriega son los culpables históricos y bajo esa premisa lo dejamos. Ambos están pagando lo suyo y también, por las culpas de un montón de cobardes, que ahora se callan y no tienen las agallas, para decir la verdad y aceptar que sumieron el país en un atraso y una descomposición moral, y todavía tienen el cinismo, de estar dando declaraciones y hablando de honestidad, cuando todo se sabe y todo se habla. Aquí sabemos quién es quién y el dinero no cambia la historia, ni borra la memoria de los hombres y mujeres libres de este país.
El gobierno democrático es garantía para la investigación de los hechos, que con la identificación de los restos de Heliodoro Portugal, en los predios de un cuartel militar, obligan legal y moralmente a continuar hasta las últimas consecuencias con las excavaciones y las investigaciones. Después de la confesión habrá paz en esas personas que, en el ocaso de sus vidas, están arrepentidas y al querer descargar sus conciencias, realmente lo que están es pidiendo perdón.
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