Conmemoran el "fracaso perfecto" de la invasión de Bahía de Cochinos
Publicado 2001/03/29 00:00:00
- MEREDITH SERRACIN
Días atrás las noticias de La Habana informaron de un encuentro poco común convocado por el propio presidente Fidel Castro para analizar, 40 años después, la frustrada invasión de Bahía de Cochinos con la participación de varios ex funcionarios de Estados Unidos, así como algunos académicos y especialistas en la historia de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
El encuentro fue inaugurado por el propio Castro, acompañado del vicepresidente José Ramón Fernández, quien estuvo al frente de las tropas cubanas durante la batalla de Bahía de Cochinos. En palabras de Fernández, el objetivo fue "esclarecer la verdad histórica, analizar cómo sucedieron los hechos, sus antecedentes y consecuencias, y establecer un diálogo respetuoso que sirva a ambas partes para extraer lecciones".
Según los cables, sin embargo, la reunión produjo más cordialidad que esclarecimiento. Quizás la noticia de mayor impacto fue el hecho mismo de la conferencia y sus participantes, aunque también se dio publicidad a algunos de los documentos recientemente "desclasificados" de la CIA que fueron presentadas a la conferencia. En general, estos documentos confirmaban lo que ya se sabía, como ser las famosas tentativas de la CIA por penetrar los medios informativos con "desinformación", versiones exageradas y distorsionadas de los acontecimientos.
Lo que queda en el tintero, sin embargo, es un análisis profundo de la catastrófica decisión por parte de Washington de alentar el operativo de las fuerzas anti-castristas que termino en lo que el historiador Thneodore Draper acertó en llamar "un fracaso perfecto", que posiblemente sea lo más fundamental para entender la magnitud de la fallida intentona para derribar al régimen fidelista.
No me queda ninguna duda que la falta de originalidad del encuentro se debe en buena medida a que los periodistas más directamente familiarizados con la tragedia de Bahía de Cochinos fueron los grandes ausentes. Quizás por eso la conferencia no produjo grandes novedades. Por ejemplo, Robert McNamara, ex secretario estadounidense de Defensa, reitero en un mensaje a la conferencia que la invasión fue un "plan idiota" que nunca debió concretarse, pero ni el ni ninguno de los participantes consideraron que aparte de ser insensata la invasión violó las obligaciones contraídas por Estados Unidos merced las Cartas de la ONU y la OEA.
Los periodistas que cubrimos cada detalle de la tentativa de invasión que comenzó el 15 de abril de 1961 con el inaudito bombardeo de tres bases militares cubanas, incluyen Tad Szulc, Max Frankel y Richard Eder, los tres veteranos corresponsales del New York Times y el que escribe, que en 1960 y 1961 estuvo a cargo de la corresponsalía de la United Press en Cuba.
Lo que puedo afirmar ahora es que Szulc, Frankel, Eder y yo compartimos en 1961 un profundo escepticismo sobre como los servicios de inteligencia de Estados Unidos evaluaban la situación interna de Cuba. Coincidimos, por ejemplo, en que sus agentes concentraban sus indagaciones en elementos desafectos a la revolución, que era una pequeña minoría, y que luego llevaban la información a los círculos del exilio en Miami donde cada fragmento de un piso inmediatamente fue convertido en un rascacielos. No lo pudimos escribir en aquellos turbulentos meses, porque eran intuiciones que un periodista que, no estaba en contacto directo con esas agencias, podía comprobar.
Por su parte, Szulc desde Miami reveló que los bombardeos del 15 de abril no fueron perpetrados por pilotos cubanos desafectos con el régimen, sino que los verdaderos autores eran aviones fletados por la CIA que partieron de Guatemala camuflados con siglas de la Fuerza Aerea Cubana para aparentar que eran desertores. Frankel, que fue un brillante corresponsal del Times en la Unión Soviética y que durante una visita a La Habana en 1960 publicó una extraordinaria entrevista con Carlos Rafael Rodríguez, uno de los ideólogos comunistas más influyentes de la revolución, trataba de balancear la "desinformación" de la CIA con notas sobre lo que decía la propaganda cubana que escuchaba desde Guantánamo.
Por mi parte, yo tuve los clásicos 15 minutos de celebridad, como decía el pintor Andy Warhol, por haber caído preso después de haber telefoneado a la UP en Nueva York la primera noticia, de que aparentemente se había producido un "masivo" desembarco en el sur de Cuba -sin creerla porque me parecía inconcebible y porque estaba convencido que el "rumor" era parte de una "guerra sicológica" alentada por ambas partes.
La noticia fue el resultado de una conversación privada con el presidente Osvaldo Dorticos el día anterior y una nota que envió a mi residencia un embajador sudamericano por intermedio de su chofer la noche del 17 de abril. No obstante, fui detenido la noche del 17 de abril y llevado al cuartel general del G-2. La noche del 20 de abril, según Frankel, una emisión de radio anuncio que fui condenado al "paredón" por "espía" el día siguiente, mi cumpleaños. Años más tarde, en una conversación privada con Castro en La Habana, antes de la visita del Papa Juan Pablo, éste me aseguró que "de ninguna manera" se hubiera cumplido esa orden, si efectivamente jamás existió. "La revolución nunca perdió su esencia humanista y lo que menos se nos hubiera ocurrido en ese momento crítico de nuestra historia
El encuentro fue inaugurado por el propio Castro, acompañado del vicepresidente José Ramón Fernández, quien estuvo al frente de las tropas cubanas durante la batalla de Bahía de Cochinos. En palabras de Fernández, el objetivo fue "esclarecer la verdad histórica, analizar cómo sucedieron los hechos, sus antecedentes y consecuencias, y establecer un diálogo respetuoso que sirva a ambas partes para extraer lecciones".
Según los cables, sin embargo, la reunión produjo más cordialidad que esclarecimiento. Quizás la noticia de mayor impacto fue el hecho mismo de la conferencia y sus participantes, aunque también se dio publicidad a algunos de los documentos recientemente "desclasificados" de la CIA que fueron presentadas a la conferencia. En general, estos documentos confirmaban lo que ya se sabía, como ser las famosas tentativas de la CIA por penetrar los medios informativos con "desinformación", versiones exageradas y distorsionadas de los acontecimientos.
Lo que queda en el tintero, sin embargo, es un análisis profundo de la catastrófica decisión por parte de Washington de alentar el operativo de las fuerzas anti-castristas que termino en lo que el historiador Thneodore Draper acertó en llamar "un fracaso perfecto", que posiblemente sea lo más fundamental para entender la magnitud de la fallida intentona para derribar al régimen fidelista.
No me queda ninguna duda que la falta de originalidad del encuentro se debe en buena medida a que los periodistas más directamente familiarizados con la tragedia de Bahía de Cochinos fueron los grandes ausentes. Quizás por eso la conferencia no produjo grandes novedades. Por ejemplo, Robert McNamara, ex secretario estadounidense de Defensa, reitero en un mensaje a la conferencia que la invasión fue un "plan idiota" que nunca debió concretarse, pero ni el ni ninguno de los participantes consideraron que aparte de ser insensata la invasión violó las obligaciones contraídas por Estados Unidos merced las Cartas de la ONU y la OEA.
Los periodistas que cubrimos cada detalle de la tentativa de invasión que comenzó el 15 de abril de 1961 con el inaudito bombardeo de tres bases militares cubanas, incluyen Tad Szulc, Max Frankel y Richard Eder, los tres veteranos corresponsales del New York Times y el que escribe, que en 1960 y 1961 estuvo a cargo de la corresponsalía de la United Press en Cuba.
Lo que puedo afirmar ahora es que Szulc, Frankel, Eder y yo compartimos en 1961 un profundo escepticismo sobre como los servicios de inteligencia de Estados Unidos evaluaban la situación interna de Cuba. Coincidimos, por ejemplo, en que sus agentes concentraban sus indagaciones en elementos desafectos a la revolución, que era una pequeña minoría, y que luego llevaban la información a los círculos del exilio en Miami donde cada fragmento de un piso inmediatamente fue convertido en un rascacielos. No lo pudimos escribir en aquellos turbulentos meses, porque eran intuiciones que un periodista que, no estaba en contacto directo con esas agencias, podía comprobar.
Por su parte, Szulc desde Miami reveló que los bombardeos del 15 de abril no fueron perpetrados por pilotos cubanos desafectos con el régimen, sino que los verdaderos autores eran aviones fletados por la CIA que partieron de Guatemala camuflados con siglas de la Fuerza Aerea Cubana para aparentar que eran desertores. Frankel, que fue un brillante corresponsal del Times en la Unión Soviética y que durante una visita a La Habana en 1960 publicó una extraordinaria entrevista con Carlos Rafael Rodríguez, uno de los ideólogos comunistas más influyentes de la revolución, trataba de balancear la "desinformación" de la CIA con notas sobre lo que decía la propaganda cubana que escuchaba desde Guantánamo.
Por mi parte, yo tuve los clásicos 15 minutos de celebridad, como decía el pintor Andy Warhol, por haber caído preso después de haber telefoneado a la UP en Nueva York la primera noticia, de que aparentemente se había producido un "masivo" desembarco en el sur de Cuba -sin creerla porque me parecía inconcebible y porque estaba convencido que el "rumor" era parte de una "guerra sicológica" alentada por ambas partes.
La noticia fue el resultado de una conversación privada con el presidente Osvaldo Dorticos el día anterior y una nota que envió a mi residencia un embajador sudamericano por intermedio de su chofer la noche del 17 de abril. No obstante, fui detenido la noche del 17 de abril y llevado al cuartel general del G-2. La noche del 20 de abril, según Frankel, una emisión de radio anuncio que fui condenado al "paredón" por "espía" el día siguiente, mi cumpleaños. Años más tarde, en una conversación privada con Castro en La Habana, antes de la visita del Papa Juan Pablo, éste me aseguró que "de ninguna manera" se hubiera cumplido esa orden, si efectivamente jamás existió. "La revolución nunca perdió su esencia humanista y lo que menos se nos hubiera ocurrido en ese momento crítico de nuestra historia
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.