Cuidado lo pierdes
- Mons. Rómulo Emiliani cmf
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Esta ha sido una de las constantes en el drama humano en mucha gente: "No sabía lo que tenía hasta que lo perdí". El común lamento: "Pero qué tonto fui. Lo perdí todo por no cuidarlo". "Me descuidé mucho y todo se vino abajo. Ya no podré recuperarlo". "Si yo no hubiera hecho esto a aquello, no hubiera pasado. Pero ya es muy tarde". El arrepentimiento, el dolor, la sensación de total impotencia para recuperar lo perdido, es entonces muy común. La frustración cuando se experimenta el fracaso, el perder algo, pero no tanto por causas externas, que también duele, pero mucho más cuando ha sido por culpa de uno. Viene entonces un sentimiento de culpa muy grande, y la persona cada vez se siente más derrotada y enfrentada a sí misma. Pasa mucho con los alcohólicos y drogadictos, que poco a poco ven perdidos sus empleos, familia y fama. Hasta quedar arruinados y solos, y algunos hasta terminan presos. Por ejemplo, estando en la cárcel, cuando viene por fuerza un periodo de desintoxicación, obligado por las circunstancias del encierro, con ayuda espiritual y psicológica adecuada, la persona mucho más consciente de su situación, de su trayectoria, puede leer la historia de su vida, y de manera más clara darse cuenta del deterioro en todos los aspectos de su ser. Perdió empleo, amigos, recursos económicos, salud, familia, todo por no valorar lo que tenía, por irse consumiendo en el vicio, en la adicción que cada vez era más fuerte. El optar por la droga en vez de la familia, es algo muy trágico. El dolor que experimentan es muy grande.
En el caso de los matrimonios, por culpa del descuido en cultivar los detalles que hacen positiva y fuerte la relación conyugal: el buen trato, la escucha atenta, el diálogo sincero, el robarle el tiempo que se merecía el cónyuge, el buscar aventuras fuera del matrimonio, y que al final dan como consecuencia la ruptura y pérdida de la relación conyugal, la separación, el divorcio. Sufren todos, tanto los esposos como los hijos.
Y todo esto viene por no valorar lo que se tiene, por no darle la debida importancia, por no apreciar lo que significa la relación matrimonial, la buena salud mental y física, la libertad, los recursos con que se cuenta, la fama, las buenas amistades. Y lo más trascendental, perder la relación profunda con Dios. El no valorar todo lo que se tiene y perderlo por descuido, por cambiar lo hermoso y bueno, lo santo y maravilloso, por las bagatelas, por las banalidades del mundo, por lo insustancial y pasajero, esto es un drama, una tragedia universal.

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