Mensaje.
Cultive buenas relaciones humanas
Si usted quiere ser feliz, debe cultivar relaciones interpersonales buenas y profundas con la gente; si usted desea ser cada día mejor como persona, mantenga buenas relaciones
Si usted quiere ser feliz, debe cultivar relaciones interpersonales buenas y profundas con la gente; si usted desea ser cada día mejor como persona, mantenga buenas relaciones con los demás.
Hay cuatro aspectos o barreras que pueden impedirle a usted el encuentro con los demás y, por lo tanto, convertirlo en un ser infeliz:
1.- Los prejuicios: Son en definitiva un terrible obstáculo que nos impide comunicarnos con los demás. Cuando creemos que solamente debemos relacionarnos con ciertas personas; cuando decimos que solamente algunos merecen nuestra amistad; cuando perdemos esa universalidad que Dios nos ha dado - en cuanto a que nuestra vida, nuestro corazón, nuestro ser, debe y está abierto, de hecho, a todo ser humano - estamos impidiendo que nuestras relaciones interpersonales sean profundas. ¡Cuidado con los prejuicios por diferencias en cuanto a raza, religión, credo político o, sencillamente, porque las personas no piensan como nosotros! Sea universal. Toda persona tiene algo bueno y grande que dar por el simple hecho de ser un ser humano.
2.- Los complejos: El complejo de inferioridad, el sentirse que usted no logra dar nada a nadie, que los demás son mejores, que ellos sí pueden, pero que usted no. ¡Rompa su complejo! Valórese, quiérase y dígase: Yo puedo dar mucho a los demás, porque soy una persona importante, porque así me hizo Dios.
3.- Los miedos: Sobre todo, el miedo al rechazo. ¿Para qué darme, si me van a rechazar? Hoy le decimos: ¡Rompa esos miedos! Láncese, tenga usted la iniciativa. No tenga miedo a nada ni a nadie. Y tampoco imite a nadie, sea usted mismo y, sin temor, comuníquese con los demás.
4.- La superficialidad: Una mente vacía, una mente que no ha sido alimentada por la profundidad de la meditación, por la reflexión, por la lectura, por la oración; un alma que no tiene nada que decir, mata cualquier amistad.
La superficialidad quema el amor. Ser superficial es convertirse en un ser que pierde grandes oportunidades de relacionarse con los demás, porque no sabe qué decir; porque se encuentra vacío por dentro. Cultive sus relaciones interpersonales alimentándose espiritual y mentalmente. Sea una persona que siempre tiene algo que decir. Sea usted una persona profunda y auténtica.
Vencidas estas barreras, para poder lograr una comunicación profunda con los demás tiene usted que amar a los demás. Ame de verdad y usted logrará tener una verdadera relación interpersonal con los demás. También mejore su relación con usted mismo. Aprenda a estar a solas con su propio ser. Medite, cuestiónese las cosas más importantes, dese respuestas. Sea una persona a la cual le encanta meditar y profundizar. Valórese más, quiérase más. Hable con usted mismo, aprenda a amarse. En la medida que usted se acepte a usted mismo, aceptará a los demás.
¿Sabe usted por qué muchas veces fracasamos en nuestras relaciones interpersonales? Porque no le damos tiempo a las personas. Porque nos olvidamos de que cada individuo merece un trato especial. Porque no tratamos a las personas dándole el valor que ellas se merecen. Porque no les hacemos sentir importantes y a toda persona le gusta sentirse importante y, de hecho, cada persona lo es. Tratamos a las personas como si fueran cosas, como si fueran instrumentos. Por eso fracasamos en nuestras relaciones interpersonales. Cuando al ser humano lo tratamos sin darle el valor que se merece, surgen los problemas y las tragedias.
Si usted quiere triunfar en la vida, relaciónese con cada persona con el mayor respeto. Sepa además que en cada persona está la presencia del Señor. Y así como usted trata a las personas, está tratando al mismo Señor. Sea usted una persona más abierta, más espontánea, más feliz. Comuníquese más con la gente. Así usted va a empezar a experimentar una alegría más intensa. Cultive unas relaciones interpersonales más profundas. Con Dios puede hacerlo, porque ¡Con él, usted es Invencible!
Monseñor.

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