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Defendamos al Volcán Barú contra el espíritu destructivo
Elsa González / Marcia Tuñón - Publicado:
Da escalofrío contemplar el espíritu destructivo que se encuentra en posesión de esa mujer.En el momento de su juramentación, tenía en su poder destacarse como la mujer que respondió a las esperanzas que los ciudadanos depositaron en ella con abnegación, eficiencia y responsabilidad.Tenía en su poder ser un modelo de rectitud y honestidad, una estrella en el firmamento político que futuras generaciones usarían para orientarse.Tenía en su poder ganarse la admiración y el respeto del mundo al demostrar lo que puede lograr una panameña valiente en defensa de su país.Todo lo anterior tenía en su poder, pero permitió que el espíritu destructivo se apoderara de ella.En sus manos, en vez de elevarse, la Nación comenzó a rodar cuesta abajo, de año en año dando tumbos hacia el abismo.Así las cosas, cuando los ciudadanos desalentados contaban los días que faltaban para la terminación de tan infeliz mandato, el espíritu destructivo dio un zarpazo más.No se podía quedar todavía incorrupto un símbolo de la Patria.El Parque Nacional Volcán Barú es nuestra herencia, una muestra y un recuerdo del mundo mejor que Dios nos dio.Quien llega a escalar sus verdes faldas y se adentra por una suavísima alfombra de hojas y musgo en un laberinto de altísimos árboles olvidados por el tiempo, si tiene suerte podrá escuchar el lamento de los últimos quetzales que quedan en Panamá.Con una cresta acrisolada, ojitos color azabache y un piquito de oro, las alas verde arco iris y el pecho rojo ardiente, el quetzal no bate las alas sino que planea suavemente entre la floresta como un soplo de esperanza.Quien ha visto un quetzal, el ave que representa la libertad porque no puede vivir aprisionado, jamás podrá olvidar la experiencia.Será mortal para los últimos quetzales de Panamá el Decreto 07 del 13 de noviembre de 2003 porque dejará sin protección la naturaleza vírgen que necesitan para sobrevivir.Perecerán los quetzales, víctimas del espíritu destructivo.Quien logra continuar hacia la cima del Barú -escalando el cono ceniciento con dificultad debido a la falta de oxígeno- se encuentra con una naturaleza extrañamente reducida por la altura.Parece un paisaje extraterrestre, arbustos torcidos por el viento y plantas minúsculas que ofrecen florecillas nunca vistas, una representación del ansia de vivir luchando contra un conjunto de fuerzas naturales.No todos logran seguir adelante sobrepasando un torrente de piedras imponentes que un día la tierra expulsó violentamente de su seno.Pero quienes lo hacen y atraviesan la caldera del volcán, aprenderán una lección de geología y ecología al apreciar la magnitud de la gran explosión que un día devastó la región para luego fertilizarla, reverdecerla, darle nueva vida.Gracias al Decreto 07 del 13 de noviembre de 2003, para asentar las bases de la carretera que enriquecerá a unos pocos a expensas de presentes y futuras generaciones del pueblo panameño, sus constructores podrán aprovechar el material rocoso poniendo punto final a la noble lucha por la vida de aquellos arbustos y florecillas, extinguiendo así las lecciones que daba un volcán extinto a nuestra juventud.Afortunadamente para quienes no pueden escalar su cima, es desde lejos donde se puede mejor admirar en su entera majestuosidad el volcán que ilumina el paisaje de la provincia de Chiriquí.Cubierto de nubes o brillante en el sol de un día azul, su belleza enriquece el alma y la acerca al Creador.El cerro Ancón, cuya pérdida lamentó en glosas imperecederas Amelia Denis de Icaza, volvió al fin a nuestras manos, pero muerto, extinguida su gloria y su encanto debido a la enajenación.Si los panameños no logramos defenderlo del espíritu destructivo, igual pasará con el volcán Barú.Ante Dios y la ley, tiene el pueblo panameño el permiso, la obligación y la responsabilidad de hacer todo lo que sea necesario -todo lo que no pudieron hacer nuestros antepasados para defender al cerro Ancón- en aras de proteger al Parque Nacional Volcán Barú.En esta lucha contra el espíritu destructivo, ¡tiene que vencer el amor por la Patria!