Panamá
Denle a Dios lo que es de dios...
- Mons. Rómulo Emiliani cmf
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La pregunta era capciosa, para poner a prueba a Jesús: "¿Maestro, es lícito o no pagar el tributo al César? Allí rodeaban a Jesús herodianos, fariseos, saduceos, y de seguro algunos zelotas camuflados entre la gente. Partidarios unos del Imperio Romano y contrarios otros a la ocupación del César. Era una pregunta política y religiosa. De hecho el ambiente político estaba tenso. Recordemos que el mismo César se consideraba ya entonces una divinidad. Si Jesús en un acto de rebeldía patriótica y de afirmación religiosa decía que no, tendría entonces a toda la maquinaria del régimen pagano romano en contra, y probablemente un arresto inmediato con la posibilidad de una ejecución pública. Y eso era lo quería la casta del poder religioso. Quitarse a Jesús de en medio. Jesús estaba dispuesto a sacrificar su vida, pero no era el momento ni la causa adecuada. Era un absurdo y una imprudencia declararse enemigo del César. Aunque al final de su vida, esa fue una de las acusaciones que recibió Jesús, que quería pasarse por rey. La declaración que hace Jesús es a todas luces sabia, profunda, auténtica y prudente. Pidió una moneda y preguntó que había en una de las caras; les respondieron que la efigie del César. Pues dijo Jesús: "Denle a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César". Declaró rotundamente que el César no es Dios, y que a Dios y el César hay que darle lo suyo. Lo que cada uno se merece. Y ya Jesús había dicho que al Señor Dios hay que amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser, y al próximo como a uno mismo. Jesús nunca niega que debemos respetar a las autoridades. Él acepta como un hecho la ocupación romana, no que la promueva ni que la defienda. Pero su principal enfoque está en la autoridad divina, en el culto agradable a Dios, en obedecer su divina voluntad, en adorar solo a Dios. En tenerlo por encima de todo. Jesús nunca va a aceptar que alguna autoridad humana sea Dios. Eso sería blasfemia.
Pero el drama nuestro consiste en que le damos mucho al César en diversiones, pérdida de tiempo, actividades vacías de contenido, amistades que no convienen, y aún en cosas buenas, pero tan poco a Dios que merecería todo. El Señor debería ser el primero en todo. Más tiempo de oración personal, más lectura de la Palabra, más actividades parroquiales, más acciones caritativas, más Eucaristías, no solo el domingo. Rezar más el rosario. Lógicamente sin descuidar nuestras responsabilidades. Tener una mejor y más profunda espiritualidad.
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