Dificultades de un Afganistán sin talibanes
Publicado 2001/11/09 00:00:00
En 1996 Pakistán y Arabia Saudita, los principales aliados de EE.UU. en la región, fueron quienes armaron y entrenaron a los talibanes para que depusiesen a la actual Alianza Norteña. Hoy, EE.UU. ha decidido que debe apuntalar a estos últimos contra los talibanes, a quienes inicialmente vieron con simpatías. Su objetivo sería una amplia coalición gobernante encabezada por el ex rey Zahir y conformada por talibanes "moderados", la Alianza Norteña y una posible Alianza Sureña constituida por opositores pashtúes.
Mas, dicho escenario es problemático. Los talibanes no muestran signos de división. Los ministros a quienes Pakistán y occidente han cortejado como moderados han regresado a Kabul aún más firmes. Los talibanes no han perdido ninguna ciudad importante y, más bien, lograron capturar y asesinar a Abdul Haq, el comandante más idóneo para encabezar un ejército pashtú anti-talibán. Haq era pro-norteamericano, pero decía que los bombardeos estaban ayudando a los talibanes a aparecer como héroes nacionales y dificultando la labor de la oposición la que sería más fácil para que ellos repriman como antipatriota.
Pese al cónclave de 800 líderes pashtúes organizado en Pakistán por el movimiento pro paz y unidad nacional de Gilani, aún no se ha podido estructurar una Alianza Sureña dentro de Afganistán. Gilani es hostil a la Alianza Norteña y ésta es tradicionalmente anti-monárquica.
Gulbuddin Hekmatyar, jefe del Partido del Islam (que fue la principal fuerza anti-soviética) y ex primer ministro afgano derrocado por los talibanes, se ha unido a sus viejos enemigos talibanes llamando a defender la patria contra la invasión cristiana.
El ex rey Zahik es anciano y carece de una fuerza armada propia. Los ayatolas iraníes, después de haber derrocado a su sha no quieren que otro sha llegue al trono en su frontera oriental.
Pakistán se opone a un nuevo gobierno encabezado por la Alianza Norteña, a quien éste ayudó a derrocar en 1996. Los monarquistas y los fundamentalistas islámicos siempre han tenido rivalidades. Mientras los primeros son más liberales y pro-occidentales, los segundos quieren una sociedad teocrática sin reyes y dominada por el clero. Dentro de esos mismos campos hay rivalidades internas. Cuando los "mujahedines" tomaron Kabul en 1992 no quisieron reponer al rey y las fracciones de la Alianza Norteña no quisieran supeditar su poder a los realistas.
El principal comandante de la Alianza Norteña, Massud, fue asesinado en septiembre. Su sucesor, Fahim, lidera a las fuerzas tadjikes que avanzan sobre Kabul, pero éstas están en rivalidad con los otros dos componentes principales de la Alianza Norteña. Las fuerzas uzbekas de Dostum están en una carrera para tomar la estratégica ciudad de Mazra e-Sharif, con lo cual ellos se convirtirían en el principal poder opositor. Dostum primero apoyó a la URSS contra los mujahedines y luego se ha aliado y traicionado con todas las demás fuerzas fundamentalistas. Los chiítas hazaras de Khalili son pro-iraníes y no son bien vistos por los EE.UU. Las tres grandes fuerzas uzbeka, tadjike y chiíta han guerreado entre sí y han producido mutuamente matanzas de civiles. Massud y Dostum han llegado a aliarse con los talibanes para guerrear entre ellos.
Si los talibanes perdiesen, Kabul seguirían resitiendo en las montañas y no se descarta que se repita el escenario de 1992-96 cuando las fracciones vencedoras acabaron guerreando entre sí y cada región estaba dominada por distintos partidos o caudillos militares.
De producir la caída del Talibán, EE.UU. estaría por primera vez en su historia envuelto en poner directamente en pie un gobierno en Asia central. Ello conllevará a una serie de tensiones en EEUU, dentro de Afganistán y con Rusia, China, Uzebkistán, Turkmenistán, Tadjikistán, Kirguistán, Irán y Pakistán.
No debería parecernos descabellado que al final Washington y Kabul pudiesen llegar a entenderse. El Talibán ha condenado el 11 de septiembre y ha planteado condiciones para entregar a bin Laden. Quizás EE.UU. acabe volviendo a aceptar al gobierno talibán temiendo que su caída podría producir algo peor: una desintegración afgana que produjera ambiciones y pugnas por influencias y territorios en sus vecinos. Omar ya ha sobrevivido a Clinton, quien fue el primero en sugerir que los talibanes sean remplazados. ¿Si Hussein sobrevivió a Bush padre, podría Omar sobrevivir a Bush hijo?
*Profesor en la London School of Economics & Political Sciences (LSE).
Mas, dicho escenario es problemático. Los talibanes no muestran signos de división. Los ministros a quienes Pakistán y occidente han cortejado como moderados han regresado a Kabul aún más firmes. Los talibanes no han perdido ninguna ciudad importante y, más bien, lograron capturar y asesinar a Abdul Haq, el comandante más idóneo para encabezar un ejército pashtú anti-talibán. Haq era pro-norteamericano, pero decía que los bombardeos estaban ayudando a los talibanes a aparecer como héroes nacionales y dificultando la labor de la oposición la que sería más fácil para que ellos repriman como antipatriota.
Pese al cónclave de 800 líderes pashtúes organizado en Pakistán por el movimiento pro paz y unidad nacional de Gilani, aún no se ha podido estructurar una Alianza Sureña dentro de Afganistán. Gilani es hostil a la Alianza Norteña y ésta es tradicionalmente anti-monárquica.
Gulbuddin Hekmatyar, jefe del Partido del Islam (que fue la principal fuerza anti-soviética) y ex primer ministro afgano derrocado por los talibanes, se ha unido a sus viejos enemigos talibanes llamando a defender la patria contra la invasión cristiana.
El ex rey Zahik es anciano y carece de una fuerza armada propia. Los ayatolas iraníes, después de haber derrocado a su sha no quieren que otro sha llegue al trono en su frontera oriental.
Pakistán se opone a un nuevo gobierno encabezado por la Alianza Norteña, a quien éste ayudó a derrocar en 1996. Los monarquistas y los fundamentalistas islámicos siempre han tenido rivalidades. Mientras los primeros son más liberales y pro-occidentales, los segundos quieren una sociedad teocrática sin reyes y dominada por el clero. Dentro de esos mismos campos hay rivalidades internas. Cuando los "mujahedines" tomaron Kabul en 1992 no quisieron reponer al rey y las fracciones de la Alianza Norteña no quisieran supeditar su poder a los realistas.
El principal comandante de la Alianza Norteña, Massud, fue asesinado en septiembre. Su sucesor, Fahim, lidera a las fuerzas tadjikes que avanzan sobre Kabul, pero éstas están en rivalidad con los otros dos componentes principales de la Alianza Norteña. Las fuerzas uzbekas de Dostum están en una carrera para tomar la estratégica ciudad de Mazra e-Sharif, con lo cual ellos se convirtirían en el principal poder opositor. Dostum primero apoyó a la URSS contra los mujahedines y luego se ha aliado y traicionado con todas las demás fuerzas fundamentalistas. Los chiítas hazaras de Khalili son pro-iraníes y no son bien vistos por los EE.UU. Las tres grandes fuerzas uzbeka, tadjike y chiíta han guerreado entre sí y han producido mutuamente matanzas de civiles. Massud y Dostum han llegado a aliarse con los talibanes para guerrear entre ellos.
Si los talibanes perdiesen, Kabul seguirían resitiendo en las montañas y no se descarta que se repita el escenario de 1992-96 cuando las fracciones vencedoras acabaron guerreando entre sí y cada región estaba dominada por distintos partidos o caudillos militares.
De producir la caída del Talibán, EE.UU. estaría por primera vez en su historia envuelto en poner directamente en pie un gobierno en Asia central. Ello conllevará a una serie de tensiones en EEUU, dentro de Afganistán y con Rusia, China, Uzebkistán, Turkmenistán, Tadjikistán, Kirguistán, Irán y Pakistán.
No debería parecernos descabellado que al final Washington y Kabul pudiesen llegar a entenderse. El Talibán ha condenado el 11 de septiembre y ha planteado condiciones para entregar a bin Laden. Quizás EE.UU. acabe volviendo a aceptar al gobierno talibán temiendo que su caída podría producir algo peor: una desintegración afgana que produjera ambiciones y pugnas por influencias y territorios en sus vecinos. Omar ya ha sobrevivido a Clinton, quien fue el primero en sugerir que los talibanes sean remplazados. ¿Si Hussein sobrevivió a Bush padre, podría Omar sobrevivir a Bush hijo?
*Profesor en la London School of Economics & Political Sciences (LSE).
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