Panamá
Dos hermanas, Marta y María
- Mons. Rómulo Emiliani cmf
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Jesús tenía tres amigos muy buenos, Marta, María y Lázaro. Tener buenos amigos es una bendición. Es un gran tesoro tener un amigo, persona que te escuche, te anime, te corrija, esté contigo en las buenas y en las malas. Al que le puedas confiar tus cosas personales, sabiendo que lo guardará dentro de sí. Un amigo que está cuando lo necesites.
Pues el mejor amigo de todos es Jesucristo, el siempre fiel, siempre pendiente de ti, que dio la vida por ti. Es el amigo que te ilumina, te fortalece, te pacifica, te consuela, y que tiene para contigo un amor incondicional.
Cuando Jesús podía, que pasaba cerca de la casa de ellos, en contadas ocasiones claro, se detenía y se quedaba un rato en casa de ellos. Comía, descansaba y luego seguía su camino. Para Jesús era un alivio el encuentro con ellos. En una ocasión quedó para comer con ellos. Mientras Lázaro hacía sus últimas labores en el campo para sumarse a la comida, Marta se desvivía para preparar los alimentos de todos. María en cambio sintió en lo más profundo de su corazón quedarse a los pies de Jesús y contemplar su rostro bendito, sentir más de cerca su presencia y escuchar su tierna pero profunda voz que le iluminaba y pacificaba su corazón. Fue un momento hermoso. María se olvidó de todo. Estaba extasiada, embelesada escuchando al Maestro. Sintió que estaba en ese momento tocando la eternidad, muy cerca del cielo prometido. Y Jesús la miraba con misericordia y le estaba transmitiendo los misterios revelados que todos los profetas anhelaron. Como hacía en sus predicaciones a la gente.
Pero en este caso, a una sola persona. María se sentía privilegiada, en extremo favorecida. Aquél que reunía multitudes, que multiplicaba el pan para muchos, que expulsaba demonios, que curaba enfermos, que caminaba encima de las olas del mar, estaba ahí, delante de ella, mirándola a los ojos, hablándole. Era un momento único. Ella estaba extasiada. Marta veía todo desde la cocina. No aguantó. Era una experiencia interna de frustración y tristeza: "me lo estoy perdiendo". Pero también de cierta envidia y rivalidad sana propia de hermanas que se querían mucho. A cualquiera de nosotros nos hubiera pasado igual. Maestro, dile a mi hermana que me ayude con las tareas de casa. Jesús la mira y le dice: Marta, Marta, tú te afanas por muchas cosas. María tu hermana escogió la mejor parte. Tremendo mensaje para todos nosotros. Escoger la mejor parte, la oración, la escucha de la Palabra, la meditación personal, el orar con otros hermanos, el vivir la Eucaristía, sin descuidar nuestras tareas y responsabilidades. En el fondo ser Marta laboriosa, pero más María contemplativa.
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