El Archivo nacional, nuestra memoria documentada

¿El depósito de los vetustos papeles? Más bien, la memoria histórica documentada de la Nación panameña. El Archivo Nacional conserva una apreciable colección de testimonios de nuestra época colombiana, la sección de notarías (régimen de tierras, testamentos, constitución de entidades y organizaciones), mapas y planos, gestiones presidenciales de diversos mandatarios, hitos de indudable trascendencia desde la fundación de la República en 1903. Todo en conjunto, bien podría ser llamado recuerdo y prueba de nuestras raíces históricas, venero inagotable para investigadores locales y foráneos, evidencia de hechos a los cuales aludimos una y otra vez para afianzar nuestra identidad, evolución de la realidad istmeña en múltiples aristas, salvaguarda imprescindible del rostro propio de Panamá como pueblo y como Nación soberana.
El archivo fue creado por el genio político liberal de Belisario Porras durante su primera administración mediante la Ley 43 de 14 de diciembre de 1912. Su visual de estadista le exigía crear una institución en la cual se conservara el caudal documental para impedir, no sólo el deterioro de los documentos oficiales, sino proyectar al futuro el patrimonio histórico plasmado en irrefutables testimonios de la parábola que el pueblo ha recorrido a lo largo del tiempo.
Otro acontecimiento de trascendentales repercusiones fue la inauguración de la sede del Archivo, de estilo neoclásico, en 1924.
Desde entonces, la entidad ha pasado por momentos difíciles, altibajos administrativos y el relativo interés o marcada desidia de las autoridades de turno. Contribuyeron sí a su desarrollo las egregias figuras de Manuel María Valdés y Juan Antonio Susto quienes trajeron a Panamá transcripciones de preciosos documentos de archivos costarricenses y españoles que contribuirían poderosamente a enriquecer los fondos locales y complementar lo que a estos faltaban, especialmente de la era colonial, llenando así un vacío y contribuyendo a nuestro propio conocimiento y autoestima.
Junto a los hallazgos arqueológicos, a los edificios y monumentos, a los vestigios de diversa índole, está al Archivo Nacional que recoge y transmite las vivencias del pasado para darnos a entender que el país cuenta con una historia profunda, única y, mediante ella, nos percatemos de que los panameños que entraremos al siglo XXI y al Canal somos el producto directo del esfuerzo, tenacidad y horizonte optimista de las generaciones que nos precedieron.
Nunca olvidemos que el país panameño es la tierra de la supervivencia, de la construcción de una identidad que siempre ha pugnado por ser, en medio de los embates y reveses, de los logros y conquistas, del pueblo que, pese a todo, ha sabido preservar su identidad y su dignidad.
Es que la Patria posee memoria. Entre los legados que hayamos de pasar a las progenies que nos sucedan, nada mejor que dejarles un Archivo Nacional digno, moderno, con democracia y estabilidad institucional.
El Archivo acumula nuestras experiencias, instancias y valores porque el documento está diciéndole a todos los panameños que podemos estar orgullosos de llamarnos así. Sus fuentes facilitan la reconstrucción seria del pasado que, a su vez, explica el presente y coadyuva a preparar el porvenir.
El Estado habrá de poner mayor y más permanente atención a nuestro Archivo Nacional. Entre sus impostergables necesidades tienen prioridad :
a) dotarlo de instalaciones y equipos modernos. En tal sentido, Costa Rica y Colombia, países vecinos, nos dan impresionante ejemplo del interés gubernamental en esta materia,
b) crear una red nacional de Archivos con sedes en las cabeceras de provincias. ¡Cuánto material se deteriora y pierde que arroja la historia y desenvolvimiento de las regiones panameñas! ;
c) nada mejor que una nueva sede para los Archivos en las áreas revertidas. Además del simbolismo, sacaría los documentos del centro de la ciudad donde la polución, gases tóxicos de la Avenida Perú y estrechez del actual edificio impiden que Panamá cuente con el Archivo en el sentido moderno del término ; promocionar una conciencia sensible entre nuestros connacionales de la importancia y necesidad de este repositorio documental. El Instituto Nacional de Cultura, bajo cuya tutela se halla, está llamado a fomentar en las instancias oficiales el reordenamiento, mejoras físicas y técnicas, personal capacitado y servicios apropiados para que el Archivo panameño pueda equipararse a instituciones del género de otras latitudes.
Cuando tanto nos jactamos del perfeccionamiento de nuestra independencia con la integración territorial y de los retos del nuevo siglo, el Archivo Nacional está llamado a cumplir una función de primera línea en el afianzamiento de la identidad de este país que en el año 2003 cumplirá su primer centenario de vida republicana.
Alguien ha dicho que un pueblo sin historia está condenado a repetir los mismos errores del pasado.
En definitiva, el Archivo perpetúa la comunidad nacional y contribuye a imprimirle sustancia y raíz nutricia. Y esto es un deber ineludible del Estado y sus altos personeros para enrumbar nuestra óptica de superación social y cultural.