El fraude universitario
- John A. Bennett N.
Inflación, en términos monetarios, se refiere a la pérdida de valor de una moneda, producto de una corrupta manipulación por parte del Estado emisor, que pretende enfrentar sus compromisos económicos jugando a Dios con la multiplicación, no de los panes, sino de los billetes. Pero existen otras clases de inflación, tales como la inflación legislativa, que se da cuando un Estado produce malas leyes como chorizos, al punto que estas pierden su valor. La otra clase de inflación, que concierne a este escrito, es la inflación educativa; en dónde se produce una sobreoferta de un pésimo producto, que muchos osan llamar “educación”, cuando ni siquiera llega al nivel de instrucción.
Para no herir demasiado sensibilidades locales, me referiré a lo que ocurre en los EE.UU., y cualquier parecido con una situación local es meramente coincidente. En Gringolandia, en la última década, el 70.1% de los graduandos de secundaria se enrolan en una universidad, lo cual es un récord. El problema es que el valor del producto ofrecido por estas empresas, privadas o gubernamentales, está menguando más rápido que el aumento en las colegiaturas. Todo ello responde a un lavado de cerebro que ha logrado convencer a la inmensa mayoría que un diploma universitario es sinónimo de $$$.
A raíz de la burbuja educativa, tanto a nivel secundario como universitario, no hace falta ser adivino para anticiparse a una ruptura de la misma, con una afectación dramática para los estafados; ya que estos contrajeron compromisos de préstamos los cuales serían pagados por la bonanza que vendría como resultado del cartoncito que declara al tenedor como persona merecedora de un jugoso salario. El problema es que cuando se presentan ante sus prospectos empleadores, los rechazan.
La realidad es que la universidad no es para todos; no porque sean necesariamente incapaces, sino porque mejor les iría si ingresan más pronto en la fuerza laboral o empresarial, desde dónde pueden aprender mucho más, si es que tienen esa inclinación. Si no la tienen, poco pueden lograr los pérfidos claustros académicos para remediar esa situación.
“Lo sensato sería dedicar mucho más esfuerzo a la educación primaria, extendiéndola hasta el primer ciclo, y reemplazar el segundo ciclo, por educación en profesiones técnicas suplidas por trabajos de aprendiz en empresas y crear un preuniversitario que reemplace el segundo ciclo de secundaria para quienes tienen inclinación por las ciencias y letras e ir a la universidad. Un sistema así ha dado resultados en muchos países Europeos como Alemania.”
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.