Panamá
El letal filo de la espada
- Mons. Rómulo Emiliani cmf.
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En las guerras antiguas, el uso de la espada era crucial para defenderse y vencer. Cada época y ejército, cada nación tenía la que consideraba mejor. Desde la pequeña y muy eficaz usada por los romanos con su clásico escudo, hasta las enormes de la edad media, pasando por las de los árabes y los japoneses, hasta las más conocidas por nosotros, las que se usaron en las guerras de independencia americana. Pero el fin era el mismo, infligir heridas al enemigo y doblegarlo.
El acero moldeado en los hornos tenía muchas formas, pero su finalidad era acabar con el contrario. El hierro era letal cuando el soldado era certero en su golpe. Había zonas del cuerpo más vulnerables al filo de espada como el cuello, el corazón, el estómago. Se entrenaba a los soldados a golpear en esas partes. La violencia desde que Caín mató a Abel ha estado presente en la historia, y la producción de armas y el millonario negocio de estas cada vez es más grande.
Tanques de guerra, morteros, misiles de todos los alcances, aviones bombarderos, buques, y para más daño, bombas nucleares se han producido por miles y miles. Y hay gente que se ha enriquecido por eso. Y son millones los seres humanos que han muerto desde que se usó la primera hacha de piedra hasta el día de hoy con las armas más sofisticadas. Todo esto que es tan macabro en el nombre de la humanidad, de la paz, de la vida, en el nombre de Dios debe desaparecer. Y usar todos esos recursos en medicinas, investigación para erradicar enfermedades y hambrunas, viviendas, educación, todo lo necesario para que el ser humano mejore todas sus condiciones ambientales. Y esa es la voluntad de Dios.
Pero hay otra espada más filosa y mortal que todas las armas del mundo, la que mató a Jesús. Vertieron en él las más viles calumnias: blasfemo, comilón y bebedor, embaucador, subversivo que quería hacerse rey. La lengua, movida por la envidia, el odio, la ira y el orgullo, provoca millones de muertes: la destrucción de la fama y la honra, los bienes, la libertad y hasta la vida son sacrificadas todos los días por vomitar sin asco la mentira y el engaño, la calumnia y la falsedad. Y Jesús fue víctima de la vil y funesta espada de la lengua. De muchas lenguas que no querían se supiera la verdad de Dios y del Reino de los cielos. La lengua que Dios nos dio para alabarlo a él, para decir la verdad, para comunicarnos con respeto y amor con los demás, se convierte en instrumento de las tinieblas. Veamos cómo usamos la lengua.
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