El Omar de las montañas
Publicado 2004/08/05 23:00:00
- W. Sala
Quizás donde en menor medida se ha ahondado en el accionar de Omar Torrijos, es en su concepción y dinámica rural, precisamente. Al no querer aproximarse a la profundidad de las medias tomadas en el campo durante aquel período, se pierde de vista un caudal de experiencias, en fallas y logros, que sería saludable considerar para la reestructuración del agro panameño como lo reclama el país.
Voy a recordarles algunas cosas de aquel experimento socio-productivo.
Tengo, como referencias, el estudio del Prof. Dr. Marco A. Gandásegui, "La Fuerza de Trabajo en el Agro" (CELA.1990); "El Problema Agrario en Panamá" (I.Quintero-M. Martínez. APEMEP. 2001), y el fallido Plan Panamá Rural 2001-2004.
Uno de los objetivos estratégicos de la política rural de entonces, fue aliviar las tensiones sociales provocadas por la miseria en los campos, los enormes desequilibrios, desesperanzas, abandono gubernamental, no exento de persecución, sobre todo contra los "intrusos" y lideres campesinos aglutinados en incipientes Ligas Campesinas. Para 1965 y luego de alzamientos guerrilleros y hechos armados (El Tute, Santa Clara, Nombre de Dios, etc.) los campesinos se movilizaban a la capital en sucesivas "Marchas del Hambre".
Al alivio de esta situación se dirigieron importantes inversiones públicas que lograron, por ejemplo, incentivar con mayor humanidad la producción cañera y granos básicos, del cual el arroz es paradigma. Hubo un mejoramiento sustancial en las semillas, cierto nivel de riego y precios móviles de sostén, reclamados a partir del II Congreso Nacional de Productores de Arroz (David, 1954), Memoria de gran estima en mi biblioteca, obsequiada por Don Alfredo Macharaviaya. Si en 1961 los rendimientos de arroz en cáscara por hectárea alcanzaban los 23 quintales, para 1978 sobrepasaban los 37 por hectárea, para un crecimiento sostenido, hasta hoy donde el rubro rebasa los 100 quintales por hectárea haciéndolo altamente competitivo.
Durante esa etapa, los requerimientos de mano de obra sólo para el cultivo de arroz se incrementaron en un 25%. El salto fue espectacular en la caña de azúcar: De 1.1 millones de días-hombres en 1961, se pasó a 1.6 millones en 1971, y a 3.8 millones en el período 74-78 (p. 198). La caña azucarera dejó de ser amarga para miles de campesinos de los más empobrecidos del país. Pero el incremento de la producción, los incentivos, las subastas pecuarias en Divisa promovidas por el Estado; políticas de fomento lechero, pastos mejorados, genética animal, sanidad; reforestación, programas contra el hambre en las montañas y cordilleras con ciclos básicos de producción y agro forestales, por sí solos no iban a resolver la angustiosa condición de miles de familias, que como parias deambulaban de un lado para otro en busca de tierra, agravando a su vez la devastación de las cuencas hidrográficas; es decir, más pobreza y nomadismo.
En consecuencia, se aceleró el Programa de Reforma Agraria, iniciada tímidamente en los años 60, pero con nuevos e innovadores mecanismos de adquisición y distribución, desde las expropiaciones, hasta la compra, permuta y donaciones de tierras, con un fuerte componente organizativo por parte del campesinado marginal. Se organizó y capacitó sobre la marcha, que el hambre, ni la impaciencia esperan. A 1977, esta organizaciones de pequeños productores agrupados, aportaban el 14% del total la producción nacional de arroz.
El domingo 8 de agosto, cuando productores, profesionales y agroempresarios del Agro se reunún en La Villa de Los Santos en un gran Congreso Nacional, valdría la pena evocar la siguiente anécdota: Alguna vez, Torrijos invitó a un alto funcionario internacional a convivir unas horas en uno de estos experimentos. Con lágrimas vivas, dijo: "General Torrijos, si usted tiene que seguir invirtiendo, no importa cualquier recurso en el campesinado, para que ellos mismos aseguren su comida y la tranquilidad de este bello país, no tenga ningún reparo en ello; siga adelante...". Pero esto es asunto de un pasado aleccionador. Ahora, hay que seguir avanzando hacia el futuro.
Voy a recordarles algunas cosas de aquel experimento socio-productivo.
Tengo, como referencias, el estudio del Prof. Dr. Marco A. Gandásegui, "La Fuerza de Trabajo en el Agro" (CELA.1990); "El Problema Agrario en Panamá" (I.Quintero-M. Martínez. APEMEP. 2001), y el fallido Plan Panamá Rural 2001-2004.
Uno de los objetivos estratégicos de la política rural de entonces, fue aliviar las tensiones sociales provocadas por la miseria en los campos, los enormes desequilibrios, desesperanzas, abandono gubernamental, no exento de persecución, sobre todo contra los "intrusos" y lideres campesinos aglutinados en incipientes Ligas Campesinas. Para 1965 y luego de alzamientos guerrilleros y hechos armados (El Tute, Santa Clara, Nombre de Dios, etc.) los campesinos se movilizaban a la capital en sucesivas "Marchas del Hambre".
Al alivio de esta situación se dirigieron importantes inversiones públicas que lograron, por ejemplo, incentivar con mayor humanidad la producción cañera y granos básicos, del cual el arroz es paradigma. Hubo un mejoramiento sustancial en las semillas, cierto nivel de riego y precios móviles de sostén, reclamados a partir del II Congreso Nacional de Productores de Arroz (David, 1954), Memoria de gran estima en mi biblioteca, obsequiada por Don Alfredo Macharaviaya. Si en 1961 los rendimientos de arroz en cáscara por hectárea alcanzaban los 23 quintales, para 1978 sobrepasaban los 37 por hectárea, para un crecimiento sostenido, hasta hoy donde el rubro rebasa los 100 quintales por hectárea haciéndolo altamente competitivo.
Durante esa etapa, los requerimientos de mano de obra sólo para el cultivo de arroz se incrementaron en un 25%. El salto fue espectacular en la caña de azúcar: De 1.1 millones de días-hombres en 1961, se pasó a 1.6 millones en 1971, y a 3.8 millones en el período 74-78 (p. 198). La caña azucarera dejó de ser amarga para miles de campesinos de los más empobrecidos del país. Pero el incremento de la producción, los incentivos, las subastas pecuarias en Divisa promovidas por el Estado; políticas de fomento lechero, pastos mejorados, genética animal, sanidad; reforestación, programas contra el hambre en las montañas y cordilleras con ciclos básicos de producción y agro forestales, por sí solos no iban a resolver la angustiosa condición de miles de familias, que como parias deambulaban de un lado para otro en busca de tierra, agravando a su vez la devastación de las cuencas hidrográficas; es decir, más pobreza y nomadismo.
En consecuencia, se aceleró el Programa de Reforma Agraria, iniciada tímidamente en los años 60, pero con nuevos e innovadores mecanismos de adquisición y distribución, desde las expropiaciones, hasta la compra, permuta y donaciones de tierras, con un fuerte componente organizativo por parte del campesinado marginal. Se organizó y capacitó sobre la marcha, que el hambre, ni la impaciencia esperan. A 1977, esta organizaciones de pequeños productores agrupados, aportaban el 14% del total la producción nacional de arroz.
El domingo 8 de agosto, cuando productores, profesionales y agroempresarios del Agro se reunún en La Villa de Los Santos en un gran Congreso Nacional, valdría la pena evocar la siguiente anécdota: Alguna vez, Torrijos invitó a un alto funcionario internacional a convivir unas horas en uno de estos experimentos. Con lágrimas vivas, dijo: "General Torrijos, si usted tiene que seguir invirtiendo, no importa cualquier recurso en el campesinado, para que ellos mismos aseguren su comida y la tranquilidad de este bello país, no tenga ningún reparo en ello; siga adelante...". Pero esto es asunto de un pasado aleccionador. Ahora, hay que seguir avanzando hacia el futuro.
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