Catedrática.
Elinor Ostrom, una pérdida irreparable
Elinor Ostrom, profesora distinguida de la Universidad de Indiana, quien dejó de existir el 12 de junio pasado a los 78 años, fue sin dudas,
Elinor Ostrom, profesora distinguida de la Universidad de Indiana, quien dejó de existir el 12 de junio pasado a los 78 años, fue sin dudas, una excepcional investigadora y docente académica. No solo fue la primera, y por ahora única mujer, que ha sido galardonada con el Premio Nobel de Economía (2009), sino que logró tal distinción, pese a que su formación académica de base se dio en el campo de las ciencias políticas. Su aporte más perdurable se refiere, a nuestro juicio, a sus ideas en torno a las posibilidades de que diversas instituciones sean útiles o no para el manejo de los recursos vinculados al ambiente.
Su tema básico fue el de los llamados bienes comunes de grandes dimensiones, es decir, de bienes que tienen la característica de mostrar un uso competitivo, o sea, que si una persona o grupo de personas los utiliza, entonces el resto de la población tendrá menos posibilidades de hacer uso de los mismos. Estos bienes también muestran la particularidad de que por diversos motivos, entre los que pueden estar su dimensión, resulta costoso excluir a cualquiera persona de su uso. Muchos elementos del ambiente caben dentro de esta clasificación. Tal es el caso, por ejemplo, de las pesquerías, los pastos comunales y las fuentes de agua fresca.
La posición tradicional de los economistas ortodoxos frente a estos bienes se basa en las ideas desarrolladas por Garret Harding en su trabajo “la tragedia de los espacios colectivos”, en el que argumenta que en ausencia de propiedad privada sobre los bienes comunes, la ausencia de la misma llevará a que cada agente, buscando su propio beneficio, muestre un comportamiento oportunista (free rider), el que, a su vez, llevará a una sobrexplotación del ambiente y su agotamiento. Es esta visión la que, en la misma lógica del llamado Teorema de Coase y el modelo de H. S. Gordon, sirve de base a la tesis, prevaleciente ahora en muchos ámbitos, que argumenta que la mejor forma de preservar los elementos del ambiente es privatizándolos.
El trabajo de investigación de Elinor Ostrom, en contraste con lo anterior, logró demostrar de manera tanto teórica como empírica que en muchas situaciones, las comunidades son capaces de establecer instituciones, esto es reglas de juego propias, por medio de las cuales logran utilizar en forma comunitariamente los bienes comunes de manera sostenible en el largo plazo, evitando el problema de la sobrexplotación del recurso natural. Consecuentemente, su enfoque propone que en el diseño de las instituciones destinadas a salvaguardar el ambiente se debe evitar cualquier idea preconcebida sobre lo que sería su forma óptima, entendiendo que esto es un requisito del carácter complejo y multidimensional de los ecosistemas.
La muerte de Elinor Ostrom constituye una pérdida irreparable tanto para las ciencias sociales como para quienes en la práctica se activan por lograr la sostenibilidad ambiental. Su legado nos invita a la investigación seria, serena, comprometida únicamente con la verdad y destinada a mejorar el destino de la humanidad.
Economista.
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