Panamá
Empezar de nuevo
- Mons. Rómulo Emiliani cmf.
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No es fácil, pero hay que empezar de nuevo, cuando una devastación personal te ha golpeado: desastre financiero, enfermedad severa, ruptura de relaciones humanas, una caída en un gran pecado. Empezar de nuevo, no darse por vencido, levantarse, reconstruir, volver a poner las piezas en su lugar. Lo hemos visto con personas que por accidentes o enfermedad han quedado inmovilizados, y con terapias han empezado de nuevo a caminar, a hablar, poco a poco, a recuperarse. Lo hemos presenciado en personas alcohólicas que han dejado el vicio y se han recuperado, reconstruyendo todo un tejido roto en su relación familiar, laboral, espiritual. En la segunda guerra mundial un país tan moderno como Alemania dirigido por un demente dictador criminal, quedó devastado hasta los cimientos. Grandes ciudades bombardeadas perdieron hasta el 50 por ciento de sus edificios. El sistema ferroviario destruido. Sus puentes y carreteras iguales. Los puertos hundidos. Su producción reducida a menos de la mitad en muchas áreas. Murieron entre civiles y militares más de cinco millones de personas. Más de siete millones de personas quedaron sin hogar. El país dividido en partes por la ocupación de las potencias vencedoras. Y Alemania se levantó, empezó de nuevo, reorganizándose democráticamente, con ayuda internacional bien invertida, sin corrupción, renovando la educación, la industria, la construcción, la salud, el comercio. Y hoy día es una potencia mundial.
Es cuestión de querer, de amarse a sí mismo, no aceptar la postración, el estar caído, rebelarse ante una situación de hundimiento, sentirse insatisfecho por la inmovilización, tomar conciencia de que Dios nos creó para glorificar su nombre brillando con el desarrollo de nuestros carismas, aportando lo mejor de uno mismo al bienestar de la humanidad. Lo puede hacer un ser humano reparando con delicadeza un par de zapatos rotos, como construyendo una nave espacial. El zapatero y el ingeniero Aero espacial, cada uno con sus dones particulares trabajando para el bien de los demás. Cada ser humano es único, original, creado a imagen y semejanza de Dios, y aporta lo suyo al crecimiento de la humanidad.
Lo que es cierto es que no es la voluntad de Dios permanecer caído y tirado en la cuneta de la vida, viendo pasar el desfile de la victoria de almas que se levantaron después de grandes fracasos, convertidos sus grandes harapos por sus desgracias en las túnicas blancas de la purificación y regeneración, bañados con la sangre del Cordero, y con la corona de laureles de los vencedores. El asunto es levantarse con la fuerza que da el Espíritu e incorporarse en la marcha de los que lucharon y triunfaron gracias al poder de Dios. Porque para Dios nada es imposible. Con Él somos invencibles.

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