En TLC con Chile, Costa Rica defiende su agro
Publicado 1999/11/10 00:00:00
En materia de Tratados de Libre Comercio, Costa Rica está más avanzada que Panamá, si consideramos como tal la concreción de convenios de ese tipo, que proliferan conforme a imperativos de la globalización y la liberalización del comercio internacional.
Así, mientras las negociaciones que sosteníamos con México y Chile se estancaban por fundados motivos durante la pasada administración, los ticos tenían ya un tratado similar con México desde 1996; y el 3 de septiembre pasado, firmaron otro con Chile. Este último, sin embargo, ha confrontado problemas.
En efecto, cediendo a la presión de sus productores agropecuarios, el ministro costarricense de Comercio Exterior, Samuel Guzowski, acaba de anunciar a su contraparte chilena, su decisión de renegociar varios rubros de los productos de intercambio que fueran acordados hacía apenas un mes.
Entre ellos figuran el pollo, huevos, lácteos, embutidos, carne de cerdo y café.
Según explicó posteriormente la viceministra del ramo, Anabel González, la decisión fue comunicada también a las demás naciones del istmo centroamericano, que tenían a su vez prevista la firma de convenios similares con Chile, los cuales ahora se retrasan a causa de la inesperada decisión de su socia y líder natural, Costa Rica.
Tras la sorpresiva decisión, subyacen las quejas de los productores ticos por la competencia proveniente de masivas importaciones facturadas desde países que tienen en existencia pactos de libre comercio con Costa Rica, pero que son originarias de terceras naciones, en una operación ficticia que se conoce como "triangulación", y en cuyo proceso se "subfactura" o "sobrefactura", a precios artificiales, a conveniencia del importador, según sea la Ley arancelaria que le favorezca.
La triangulación ha estado en boga en Panamá desde tiempos inmemoriales y últimamente se usa para importar azúcar subsidiada y "dompeada" (a menos de su precio de origen), proveniente de México y Colombia, pero que se factura como proveniente de Estados Unidos, como medio para burlar aranceles preventivos de 50% que puso en vigencia el gobierno de Pérez Balladares, el cual resultó a la postre inefectivo para proteger a la industria azucarera local, que ha visto derrumbar sus ventas el presente año en más de un 30% respecto a la misma fecha del año anterior.
La experiencia de Costa Rica ilustra la tremenda cautela que debe prevalecer en las negociaciones que adelanta nuestro país con México, Chile y otros, y justifica también, en cierta medida, el alza arancelaria recién decretado en varios rubros agropecuarios, dejando, sin embargo, la interrogante de por qué se postergó hasta enero próximo en el caso de productos tan estratégicos como el tomate y el azúcar, exponiendo innecesariamente a ambos sectores de masivos empleos, a vastas importaciones que pueden copar el mercado y comprometer las zafras de los próximos dos años. El ejemplo de Costa Rica aconseja extrema cautela.
Así, mientras las negociaciones que sosteníamos con México y Chile se estancaban por fundados motivos durante la pasada administración, los ticos tenían ya un tratado similar con México desde 1996; y el 3 de septiembre pasado, firmaron otro con Chile. Este último, sin embargo, ha confrontado problemas.
En efecto, cediendo a la presión de sus productores agropecuarios, el ministro costarricense de Comercio Exterior, Samuel Guzowski, acaba de anunciar a su contraparte chilena, su decisión de renegociar varios rubros de los productos de intercambio que fueran acordados hacía apenas un mes.
Entre ellos figuran el pollo, huevos, lácteos, embutidos, carne de cerdo y café.
Según explicó posteriormente la viceministra del ramo, Anabel González, la decisión fue comunicada también a las demás naciones del istmo centroamericano, que tenían a su vez prevista la firma de convenios similares con Chile, los cuales ahora se retrasan a causa de la inesperada decisión de su socia y líder natural, Costa Rica.
Tras la sorpresiva decisión, subyacen las quejas de los productores ticos por la competencia proveniente de masivas importaciones facturadas desde países que tienen en existencia pactos de libre comercio con Costa Rica, pero que son originarias de terceras naciones, en una operación ficticia que se conoce como "triangulación", y en cuyo proceso se "subfactura" o "sobrefactura", a precios artificiales, a conveniencia del importador, según sea la Ley arancelaria que le favorezca.
La triangulación ha estado en boga en Panamá desde tiempos inmemoriales y últimamente se usa para importar azúcar subsidiada y "dompeada" (a menos de su precio de origen), proveniente de México y Colombia, pero que se factura como proveniente de Estados Unidos, como medio para burlar aranceles preventivos de 50% que puso en vigencia el gobierno de Pérez Balladares, el cual resultó a la postre inefectivo para proteger a la industria azucarera local, que ha visto derrumbar sus ventas el presente año en más de un 30% respecto a la misma fecha del año anterior.
La experiencia de Costa Rica ilustra la tremenda cautela que debe prevalecer en las negociaciones que adelanta nuestro país con México, Chile y otros, y justifica también, en cierta medida, el alza arancelaria recién decretado en varios rubros agropecuarios, dejando, sin embargo, la interrogante de por qué se postergó hasta enero próximo en el caso de productos tan estratégicos como el tomate y el azúcar, exponiendo innecesariamente a ambos sectores de masivos empleos, a vastas importaciones que pueden copar el mercado y comprometer las zafras de los próximos dos años. El ejemplo de Costa Rica aconseja extrema cautela.
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