Panamá
¿Es la salud pública en Panamá el peor enemigo de su gente?
- Yarlines del Carmen García
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En Panamá, hablar de salud pública ya es como hablar de un problema. Lo que ha pasado hace poco en el Hospital Nicolás A. Solano deja ver algo que ya sabíamos: el sistema de salud está fatal, y no puede ayudar a la gente cómo se debe. Un sitio que debería dar paz y esperanza se ha vuelto un lío por tanto papeleo, falta de cosas básicas y, lo que más duele, falta de amabilidad.
El Gobierno y los que trabajan en los hospitales tienen parte de la culpa. El Gobierno, porque no da el dinero que se necesita ni usa bien lo que ya tiene. Los que trabajan en los hospitales, porque muchos ya no hacen las cosas con cariño, y les da igual la gente, la tratan mal o solo piensan en la plata en lugar de ayudar.
Lo del Nicolás Solano es solo un ejemplo de lo que pasa en todo el país. Hay gente que se muere esperando que la atiendan, mamás que pierden a sus bebés porque no hay médicos especialistas, colas larguísimas en urgencias, hospitales con el aire dañado y salas de operaciones cerradas. La salud pública se ha convertido en el peor enemigo de la gente, no porque no la necesiten, sino porque así como está, causa más tristeza que alivio.
Pero ojo, tampoco es que todo esté mal. Panamá tiene hospitales y policlínicas por todo el país que, se supone, deberían atender a los que no pueden pagar un médico privado. Hay médicos capacitados y aparatos modernos que, si se usaran bien, salvarían muchas vidas. Pero todo eso bueno se ve opacado por lo malo: el papeleo que frena las mejoras, la falta de médicos especialistas, edificios que se caen a pedazos y la gente que a veces atiende sin ganas o sin cuidado.
Entonces, ¿qué podemos hacer? Si no hubiera corrupción, habría plata suficiente para mejorar los hospitales, comprar lo que falta y contratar más médicos especialistas. Si los médicos tuvieran lo que necesitan, podrían enfocarse en lo principal: salvar vidas. Si los que trabajan en los hospitales fueran más amables, la gente se sentiría mejor. Una explicación clara o un buen trato no cuestan millones, solo cariño por lo que uno hace.
Los ciudadanos y las empresas privadas también pueden ayudar: creando grupos para recolectar fondos, juntándose con las universidades para capacitar a más médicos especialistas, organizando grupos de voluntarios para ayudar a los pacientes. Además, se pueden usar ideas nuevas: telemedicina para los que viven lejos, citas por internet para evitar las colas y hospitales más pequeños en las provincias para que no se saturen los hospitales grandes de la ciudad.
La salud no debería ser un lujo. Un país que dice que está creciendo en lo económico no puede permitir que la gente se muera en urgencias por falta de un médico especialista, un aire acondicionado o una cama. La solución no es fácil, pero sí se puede lograr. Se necesita que los políticos de verdad quieran cambiar las cosas, que los médicos se comprometan a hacer lo correcto y que todos participemos. Solo así la salud pública en Panamá dejará de ser el peor enemigo de la gente y se convertirá en el aliado que todos necesitamos.
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