Impuesto único en México
Publicado 2006/06/25 23:00:00
Los tres más grandes partidos mexicanos que se disputarán la presidencia del país el mes próximo, el oficialista de derecha PAN, el izquierdista PRD y el institucional y matriz de todos, el histórico PRI, tienen en común que todos ofrecen en su programa de gobierno el simplificar el sistema impositivo mediante el establecimiento de una tasa única de 25% sobre la renta. La coincidencia no es casual.
En primer lugar, la nueva tasa constituye una reducción y alivio para contribuyentes de medianos y altos ingresos que pagan más de 30%. Pero más que eso, constituye un incentivo para la inversión puesto que la diferencia se quedaría en el bolsillo del contribuyente y del empresario, fomentando el consumo y la mayor disponibilidad de efectivo y crédito para expandir la economía.
Es la reducción y no el alza de impuestos lo que fomenta el crecimiento. Poner más dinero en manos del gobierno no hace sino fomentar una mayor burocracia y gasto público improductivo o ineficiente. En manos del consumidor o del empresario, dinamiza la economía.
Así lo han entendido países como Irlanda, que han atraído inversiones con sus bajos impuestos. También en Estados Unidos, la reducción de impuestos, igual que la tasa preferencial del Banco de la Reserva Federal, se utiliza por todos los gobiernos como instrumento para generar empleos, elevar el consumo y fomentar la inversión.
En Panamá, en cambio, los últimos dos gobiernos, incluyendo el actual, optaron por un camino contrario, quitar más dinero a los contribuyentes para endeudarse más y gastar más, aunque los servicios públicos y la situación de la pobreza se mantenga en los mismos niveles aterradores de siempre.
Aquí tenemos un sistema impositivo enredado, plagado de contradicciones e inequidades, en el que todo el peso contributivo recae abusivamente sobre los hombros de la clase media, mientras los de menores ingresos -hasta ochocientos balboas mensuales- nada pagan, por más que usen más calles, escuelas y hospitales que nadie; mientras que las grandes empresas, como siempre, pagan menos, gracias a un sinfín de exoneraciones, reducciones, tratos especiales e incentivos. Una perfecta ley del embudo.
En primer lugar, la nueva tasa constituye una reducción y alivio para contribuyentes de medianos y altos ingresos que pagan más de 30%. Pero más que eso, constituye un incentivo para la inversión puesto que la diferencia se quedaría en el bolsillo del contribuyente y del empresario, fomentando el consumo y la mayor disponibilidad de efectivo y crédito para expandir la economía.
Es la reducción y no el alza de impuestos lo que fomenta el crecimiento. Poner más dinero en manos del gobierno no hace sino fomentar una mayor burocracia y gasto público improductivo o ineficiente. En manos del consumidor o del empresario, dinamiza la economía.
Así lo han entendido países como Irlanda, que han atraído inversiones con sus bajos impuestos. También en Estados Unidos, la reducción de impuestos, igual que la tasa preferencial del Banco de la Reserva Federal, se utiliza por todos los gobiernos como instrumento para generar empleos, elevar el consumo y fomentar la inversión.
En Panamá, en cambio, los últimos dos gobiernos, incluyendo el actual, optaron por un camino contrario, quitar más dinero a los contribuyentes para endeudarse más y gastar más, aunque los servicios públicos y la situación de la pobreza se mantenga en los mismos niveles aterradores de siempre.
Aquí tenemos un sistema impositivo enredado, plagado de contradicciones e inequidades, en el que todo el peso contributivo recae abusivamente sobre los hombros de la clase media, mientras los de menores ingresos -hasta ochocientos balboas mensuales- nada pagan, por más que usen más calles, escuelas y hospitales que nadie; mientras que las grandes empresas, como siempre, pagan menos, gracias a un sinfín de exoneraciones, reducciones, tratos especiales e incentivos. Una perfecta ley del embudo.
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