Jóvenes, cuidado con la soberbia y la violencia
- Rómulo Emiliani
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- - Publicado: 26/5/2018 - 12:00 am
Queridos muchachos y muchachas, la violencia está haciendo estragos en nuestra sociedad, y la sangre de Abel derramada por culpa de su hermano Caín clama al cielo. El primer crimen de la humanidad se dio entre dos hermanos por culpa de la envidia, provocada por la soberbia. Les quiero decir hoy que la soberbia ha hecho tanto daño a la humanidad, quizá más que cualquier otro pecado. El soberbio, el orgulloso de lo que es, considerándose por encima de otros, busca que le rindan adoración. Siempre cree que tiene la razón y que es el único ser pensante en su grupo. Siempre genera conflictos y divisiones y busca echar abajo al que se atreva a enfrentársele o ponerse en el lugar que él ocupa. La soberbia puede extenderse como una plaga y contaminar a todo un país, como en el caso de los imperios o en el de dictadores que oprimen a sus pueblos, o de jefes de empresas que explotan a sus trabajadores, o líderes religiosos que tienen mucho poder y manipulan con el miedo, o maridos en las casas que tienen a sus esposas como simples esclavas. Les quiero decir que en el caso de quien sí es realmente Dios, nuestro Señor Jesucristo, se despojó de todo privilegio y poder divino para hacerse como nosotros y vivió y murió como todo ser humano para traernos la salvación. No hay en él ningún rasgo de orgullo o soberbia.
Según el Antiguo Testamento, la madre del pecado es la soberbia o querer ser como Dios. Este terrible pecado lleva a sentir envidia, celos y a cometer actos, algunas veces, atroces. Si el ser humano cae en el pecado de la soberbia, las pasiones, que deben ser pulidas por el espíritu, se descontrolan y generan sentimientos tan tristes y dolorosos como el odio, lo que nos deja a merced de la agresividad.
Joven, ¿cómo está tu alma, tu familia? ¿Vives contigo mismo y con tu gente en paz o, por el contrario, en la violencia? Joven, lleva la paz a tu casa convirtiéndote en un muchacho o muchacha de oración. Si en tu casa hay problemas, llénate del Señor, haz oración profunda, lee la Palabra, únete a un grupo juvenil y participa en los sacramentos, confesando y comulgando. Convierte la oración en un hábito, así como leer la Biblia y bendecir los alimentos. También es importante el diálogo y la comunicación porque es lindo cuando la familia asiste unida a misa, sale junta a pasear y tiene juegos en común en casa. Muchachos, contribuyan para que en su casa reine realmente el amor y la paz porque, créanme, así se vive más a gusto.
Muchachos y muchachas, ¡quién como Dios, quien más grande que el Señor! Aparta de ti el pecado de la soberbia que descontrola tu ser, causa que tus instintos estén por encima de la razón y que las emociones te dañen, apareciendo sentimientos de crueldad engendrados por el odio. Conviértete en un muchacho o muchacha de paz, no cierres nunca tu puño para agredir ni levantes la voz para insultar. Vive en Cristo que es el Dios Hombre de la paz y con Él serás… ¡Invencible!
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