La dependencia económica de América Latina
Publicado 2000/11/23 00:00:00
La economía mundial crecerá en un 3% a finales de este año, mientras la brecha tecnológica entre países pobres y ricos continúa siendo una ventajosa posición para las naciones más desarrolladas. Según un reciente informe del período número 55 de sesiones de la Asamblea General de la UNCTAD, que se extenderá hasta diciembre próximo, América Latina sólo podrá disminuir su dependencia de los flujos de capitales externos, mediante la creación de un sistema regional que otorgue preferencias comerciales y financieras, de acuerdo con la situación particular de cada país.
Expertos de la ONU, como Jan Kregel, opinan que la creación de un bloque comercial permitiría a Latinoamérica enfrentar en condiciones menos dramáticas, los altibajos de la economía mundial, la globalización y las cíclicas alzas en los precios del petróleo. Pero, el tema de un bloque comercial a la manera de la Comunidad Económica Europea, es una vieja aspiración de los años "60 que, como resultado más alentador, exhibe un atomizado panorama de intereses conformado por el Mercosur, el Pacto Andino, el Tratado de Libre Comercio del Norte y el más reciente intento del grupo centroamericano.
El principal problema de la comunidad de naciones latinoamericanas es su desarrollo económico desigual, agudizado por las interpretaciones "feudales" del neoliberalismo criollo, visión que no discrimina entre la recurrencia de capitales globalizados y los efectos de las crisis generadas desde las grandes potencias industrializadas.
Al margen de las bondades reconocidas por algunos economistas locales, la dolarización es uno de los peores síntomas de la dependencia regional, porque quienes la adoptan como paliativo monetario pierden el control de su política económica. En 1999 la economía Argentina, que aplica este modelo, se contrajo en un 6%, mientras que Brasil y México crecerán este año a un ritmo del 5 y el 7 por ciento, respectivamente, fuera del esquema dolarizado. En el caso ecuatoriano el pronóstico es reservado, aun cuando su economía se reactiva y estabiliza, después que el dólar tomara el protagonismo del sucre hace sólo pocas semanas.
Las buenas intenciones y el mensaje altisonante plasmados en el documento final de la Cumbre del Milenio aparecen ahora como objetivos muy difíciles de cumplir para la ONU, luego de que el alza de los precios petroleros reafirmara, una vez más, la urgencia de un nuevo orden económico mundial que regule el comercio internacional y la dependencia energética, tomando en cuenta las reales limitaciones de las economías emergentes.
Tercermundistas, periféricas o en desarrollo, las economías latinoamericanas requieren de algo más que de un orden internacional para insertarse, efectivamente, en la globalización. Para muchos analistas el crecimiento económico sustentable sería parte de la solución, la que a su vez, también depende de la brecha tecnológica entre países ricos y pobres.
Las naciones desarrolladas no demuestran interés en superar esa diferencia. El experto Kregel asegura que resulta imposible y poco realista confiar en que los líderes mundiales en tecnología contribuirían a la transferencia de información técnica, porque lo que mantiene el estatus de liderazgo es -precisamente- esa brecha tecnológica".
Una vez más, regresamos por este camino a la historia sin fin. Queda por demostrar la confluencia entre la realidad económica mundial y los propósitos expresados en la Cumbre del Milenio por toda la civilización contemporánea.
Expertos de la ONU, como Jan Kregel, opinan que la creación de un bloque comercial permitiría a Latinoamérica enfrentar en condiciones menos dramáticas, los altibajos de la economía mundial, la globalización y las cíclicas alzas en los precios del petróleo. Pero, el tema de un bloque comercial a la manera de la Comunidad Económica Europea, es una vieja aspiración de los años "60 que, como resultado más alentador, exhibe un atomizado panorama de intereses conformado por el Mercosur, el Pacto Andino, el Tratado de Libre Comercio del Norte y el más reciente intento del grupo centroamericano.
El principal problema de la comunidad de naciones latinoamericanas es su desarrollo económico desigual, agudizado por las interpretaciones "feudales" del neoliberalismo criollo, visión que no discrimina entre la recurrencia de capitales globalizados y los efectos de las crisis generadas desde las grandes potencias industrializadas.
Al margen de las bondades reconocidas por algunos economistas locales, la dolarización es uno de los peores síntomas de la dependencia regional, porque quienes la adoptan como paliativo monetario pierden el control de su política económica. En 1999 la economía Argentina, que aplica este modelo, se contrajo en un 6%, mientras que Brasil y México crecerán este año a un ritmo del 5 y el 7 por ciento, respectivamente, fuera del esquema dolarizado. En el caso ecuatoriano el pronóstico es reservado, aun cuando su economía se reactiva y estabiliza, después que el dólar tomara el protagonismo del sucre hace sólo pocas semanas.
Las buenas intenciones y el mensaje altisonante plasmados en el documento final de la Cumbre del Milenio aparecen ahora como objetivos muy difíciles de cumplir para la ONU, luego de que el alza de los precios petroleros reafirmara, una vez más, la urgencia de un nuevo orden económico mundial que regule el comercio internacional y la dependencia energética, tomando en cuenta las reales limitaciones de las economías emergentes.
Tercermundistas, periféricas o en desarrollo, las economías latinoamericanas requieren de algo más que de un orden internacional para insertarse, efectivamente, en la globalización. Para muchos analistas el crecimiento económico sustentable sería parte de la solución, la que a su vez, también depende de la brecha tecnológica entre países ricos y pobres.
Las naciones desarrolladas no demuestran interés en superar esa diferencia. El experto Kregel asegura que resulta imposible y poco realista confiar en que los líderes mundiales en tecnología contribuirían a la transferencia de información técnica, porque lo que mantiene el estatus de liderazgo es -precisamente- esa brecha tecnológica".
Una vez más, regresamos por este camino a la historia sin fin. Queda por demostrar la confluencia entre la realidad económica mundial y los propósitos expresados en la Cumbre del Milenio por toda la civilización contemporánea.

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