La Educación Media en el centro de la controversia
Publicado 2002/07/19 23:00:00
- Guillermo Záes Llorens
La comunidad panameña ha sido sorprendida una vez más con la difusión de los pobres resultados académicos obtenidos por parte de los estudiantes graduados de los colegios de educación media, que intentan seguir estudios en alguna de las universidades estatales del país. Los resultados son reveladores de dos tipos de escuela media: una que produce elevados resultados cognoscitivos y otra que muestra rezagos respecto de su producto; un sistema que funciona a dos velocidades y que ofrece un servicio diferenciado de acuerdo al origen social del cliente. Unos pocos centros de media, del área metropolitana y del interior del país, muestran altos desempeños académicos de sus alumnos, pero la mayoría no marca ni registra logros de calidad. Esto implica que los centros de calidad no están al alcance de los amplios sectores de población.
Como es de esperarse, los colegios oficiales, en general, son los que presentan los resultados más bajos tanto en las pruebas de admisión de la Universidad Tecnológica de Panamá, como en la prueba de conocimientos generales para ser admitidos en diversas carreras de la Universidad de Panamá. Este hecho debe llevar a la sociedad y al Estado a reflexionar y tomar decisiones que contribuyan a enderezar el rumbo incierto que lleva la educación media en Panamá, marcado por un bajo nivel de relevancia social y calidad en los aprendizajes. Los colegios particulares tienen a su favor, en general, estudiantes provenientes de familias no pobres, con mejores ingresos y apoyos educativos, pero también modelos de gestión educativa más autónomos, centrados en los aprendizajes y en resultados de calidad.
Una mirada rápida al escenario del sistema educativo panameño, dentro del sector oficial, muestra señales preocupantes. Sus índices de inversión, cobertura y escolarización se han incrementado, aún cuando su equidad y calidad son cuestionables. Pero quizás lo más significativo no sea lo que hemos dejado de hacer y el tiempo que hemos perdido; sino lo que no estamos haciendo suficientemente bien, para responder inteligentemente, por la vía de la educación, a los cambios que se operan en la sociedad, la región y el mundo.
Como país hemos tenido interés en la educación, elaborado buenos estudios y proyectos y, además, somos capaces de dialogar para construir consensos educativos. ¿Qué falta entonces? ¿ Por qué no aparecemos como país en el mapa latinoamericano de las innovaciones curriculares, organizativas, científicas, tecnológicas y evaluativas del continente? ¿Por qué, si invertimos igual o más que los países más avanzados educacionalmente en la región, tenemos resultados más bajos?.(PREAL, 2001)
La educación media panameña es tal vez el nivel más complejo, controvertido y el que menos cambios ha registrado en el último cuarto de siglo. La ley le plantea diversos requerimientos a esta educación: establece que debe contribuir a continuar la formación integral del estudiante, facilitar su preparación para el trabajo productivo y permitir la prosecución de los estudios superiores según las capacidades, necesidades e intereses de cada persona.
Un estudio reciente se refiere a este nivel como carente de una estructura moderna, acceso limitado a la juventud de las comunidades rurales e indígenas, exceso de ofertas técnico profesionales de escasa relevancia laboral; estrategias didácticas centradas en la transmisión y memorización de información; escasez de experiencias de aprendizaje que destaquen el desarrollo del pensamiento analítico, científico y crítico, así como la capacidad de aprender de modo autónomo. De un enfoque orientado a la formación para la educación superior, de carácter selectivo, se ha pasado a su masificación, empleando un criterio de corte expansionista, es decir, agregar más asignaturas, carreras y ofertas a un modelo educativo agotado, lo que puede significar dar más de lo mismo.
La sociedad panameña demanda un cambio en el modelo vigente, que permita contar con una educación al alcance de todas las personas, cuyo eje central sea el carácter formativo que le permita comprender los cambios de su entorno cultural, reflexionar críticamente sobre los procesos sociales y contar con las herramientas para actuar adecuadamente en la vida productiva, familiar y comunitaria.
Es necesario recordar que estamos frente a un momento histórico distinto, en que nuestros países se mueven hacia sociedades de información, caracterizados por una cultura de aprendizaje, definida por la creación y renovación acelerada del conocimiento, las fuentes para obtenerlo (escuela, libros, cine, música, periódicos, Internet, radio y TV por cable, etc.), así como de estrategias diferentes de aprender, enseñar, distribuir y utilizar los saberes. Esta nueva ola que apenas empieza, obliga a repensar el modelo educativo vigente y revisar la función que debe cumplir la educación media, como tramo final de la formación integral y el inicio de una formación especializada que amplíe los horizontes de la juventud y el progreso de la nación.
Como es de esperarse, los colegios oficiales, en general, son los que presentan los resultados más bajos tanto en las pruebas de admisión de la Universidad Tecnológica de Panamá, como en la prueba de conocimientos generales para ser admitidos en diversas carreras de la Universidad de Panamá. Este hecho debe llevar a la sociedad y al Estado a reflexionar y tomar decisiones que contribuyan a enderezar el rumbo incierto que lleva la educación media en Panamá, marcado por un bajo nivel de relevancia social y calidad en los aprendizajes. Los colegios particulares tienen a su favor, en general, estudiantes provenientes de familias no pobres, con mejores ingresos y apoyos educativos, pero también modelos de gestión educativa más autónomos, centrados en los aprendizajes y en resultados de calidad.
Una mirada rápida al escenario del sistema educativo panameño, dentro del sector oficial, muestra señales preocupantes. Sus índices de inversión, cobertura y escolarización se han incrementado, aún cuando su equidad y calidad son cuestionables. Pero quizás lo más significativo no sea lo que hemos dejado de hacer y el tiempo que hemos perdido; sino lo que no estamos haciendo suficientemente bien, para responder inteligentemente, por la vía de la educación, a los cambios que se operan en la sociedad, la región y el mundo.
Como país hemos tenido interés en la educación, elaborado buenos estudios y proyectos y, además, somos capaces de dialogar para construir consensos educativos. ¿Qué falta entonces? ¿ Por qué no aparecemos como país en el mapa latinoamericano de las innovaciones curriculares, organizativas, científicas, tecnológicas y evaluativas del continente? ¿Por qué, si invertimos igual o más que los países más avanzados educacionalmente en la región, tenemos resultados más bajos?.(PREAL, 2001)
La educación media panameña es tal vez el nivel más complejo, controvertido y el que menos cambios ha registrado en el último cuarto de siglo. La ley le plantea diversos requerimientos a esta educación: establece que debe contribuir a continuar la formación integral del estudiante, facilitar su preparación para el trabajo productivo y permitir la prosecución de los estudios superiores según las capacidades, necesidades e intereses de cada persona.
Un estudio reciente se refiere a este nivel como carente de una estructura moderna, acceso limitado a la juventud de las comunidades rurales e indígenas, exceso de ofertas técnico profesionales de escasa relevancia laboral; estrategias didácticas centradas en la transmisión y memorización de información; escasez de experiencias de aprendizaje que destaquen el desarrollo del pensamiento analítico, científico y crítico, así como la capacidad de aprender de modo autónomo. De un enfoque orientado a la formación para la educación superior, de carácter selectivo, se ha pasado a su masificación, empleando un criterio de corte expansionista, es decir, agregar más asignaturas, carreras y ofertas a un modelo educativo agotado, lo que puede significar dar más de lo mismo.
La sociedad panameña demanda un cambio en el modelo vigente, que permita contar con una educación al alcance de todas las personas, cuyo eje central sea el carácter formativo que le permita comprender los cambios de su entorno cultural, reflexionar críticamente sobre los procesos sociales y contar con las herramientas para actuar adecuadamente en la vida productiva, familiar y comunitaria.
Es necesario recordar que estamos frente a un momento histórico distinto, en que nuestros países se mueven hacia sociedades de información, caracterizados por una cultura de aprendizaje, definida por la creación y renovación acelerada del conocimiento, las fuentes para obtenerlo (escuela, libros, cine, música, periódicos, Internet, radio y TV por cable, etc.), así como de estrategias diferentes de aprender, enseñar, distribuir y utilizar los saberes. Esta nueva ola que apenas empieza, obliga a repensar el modelo educativo vigente y revisar la función que debe cumplir la educación media, como tramo final de la formación integral y el inicio de una formación especializada que amplíe los horizontes de la juventud y el progreso de la nación.

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