"La Fiesta del Chivo"...¡iberoamericano!
Publicado 2000/10/22 23:00:00
- Ricardo Lasso Guevara, J.D.
Permítasenos recomendar la última novela de ese extraordinario escritor de nuestra América hispana, Mario Vargas Llosa. Espléndida, brillante y fiel descripción del desafortunado y aparentemente imperecedero dictador militar de nuestras latitudes. Efectivamente, tras intensa investigación de la dictadura de Trujillo en República Dominicana, en "La Fiesta del Chivo", Vargas Llosa ha logrado presentar en magistrales pinceladas, la figura del dictador hispanoamericano. Tal como la obra magna de García Márquez gira alrededor del jefe craso, criollo y temido por lo cruel. Por demás, pareciera que mucha de nuestra gente desea y hasta añora ese tipo de "hombre fuerte", supuestamente, único, capaz de enderezar con disciplina cuartelaria, no sólo los entuertos de nuestros políticos civiles, sino también hasta nuestros males culturales e históricos.
La prosa espléndida de estos maestros de la pluma y auténticos conocedores de la realidad político-económica del continente, llena, pues, un espacio necesario de cara a nuestro pasado, presente y con gran probabilidad, a un futuro de varias generaciones. Así, los similares arrestos, exilios, torturas, desapariciones y asesinatos de quienes tienen la desgracia de ser considerados enemigos del régimen y hasta de testigos inocentes, pero considerados indeseables. En todo caso, no se les estima como "uno de los nuestros", al estilo de una batalla de la Primera Guerra Mundial, en que "los nuestros" son aquéllos que se encuentran en nuestra propia trinchera, enfrentados permanentemente a la trinchera del enemigo. Aquí simplemente no hay neutrales, independientes ni apolíticos.
El dictador ni siquiera necesita mandar directamente a eliminar a sus víctimas. En el caso de Chile, por ejemplo, no se pudo comprobar la existencia de órdenes de Pinochet con respecto a los innumerables desaparecidos. En todas partes se dan los jefes de "Inteligencia", el aparato represivo, al estilo macabro de Johnny Abbes García, muy deseosos de congraciarse y ganar canonjías con el tirano. Peor todavía, el trabajo sucio encomendado a los matones de turno no termina con la vida de las víctimas ni con su destierro, pues es proverbial la secuela de descrédito que continúa ensañándose en las víctimas, sus familiares y allegados. Para eso están las nuevas tecnologías al servicio científico de la represión.
¿Qué decir de la mansedumbre casi increíble de sumisos subalternos ante el abuso de sus propias esposas, hermanas e hijas?. No debe olvidarse que la especie de hilo de Ariadna, que une la trama de quinientas páginas de la novela, en el laberinto del no tan novedoso Minetauro del Caribe, en la angustia insuperable de la abogada Urania Cabral. ¿Y cómo explicar la suspensión súbita y abrupta de un leal funcionario de alta jerarquía, seguida de la difamación correspondiente en la prensa, la televisión, la radio y hasta el lenguaje del tun... tun.. de la desinformación oficial?. Recordemos que estos personajes han sido algunas veces elementos de auténtica valía intelectual, dignos de haber escalado y triunfado en un Estado de leyes y de respeto a los Derechos Humanos.
Claro que nos referimos a los Derechos Humanos, tal como se entienden en las democracias evolucionadas de Occidente y no al elemental derecho a comida y techo que nos defienda de los elementos de la naturaleza, pues estos últimos son también necesidades propias de todos los animales, incluidos los más primitivos. Se trata de "algo más sutil e indefinible que el miedo: esa parálisis, el adormecimiento de la voluntad, del raciocinio y del libre albedrío... recuerda nuestro autor.
Por supuesto que estos dictadores (así como sus aberrantes encarnaciones en otras latitudes) han probado hasta la saciedad lo que se consideraba un imposible: Privar al ser humano de pensar, es decir, despojarlo hasta de su condición de "homo sapiens". Con el país en su poder, no hay negocio fuera del alcance de sus manos. Su injerencia los hace dueños virtuales de todo lo habido y por haber. Tampoco hay que respetar la Constitución y la Ley, pues se les estima como meros andamiajes al servicio de un sistema obsoleto. ¿Elecciones para qué?.
Lástima grande que todo ello contribuya a que, al caer, dejen al futuro las arcas vacías por transferencias millonarias al exterior, consecuencia de la corrupción, así como por los endeudamientos millonarios al exterior en toda clase de fantasías financieras del tirano y sus cofrades. En el caso dominicano, por supuesto que no podemos olvidar las hazañas de Radhamés Trujillo al frente del equipo dominicano jugando polo en París. Tampoco las transferencias de su hermano Ramfis, ni las de Doña María, "La Prestante Dama".
¿Podemos seguir culpando de todo esto a los Estados Unidos de América, que a su vez nos califica genéricamente como "banana republics"? ¿Continuará indefinidamente hacia el futuro la excusa de contribuir a imponer "gobiernos de mano fuerte" a quienes estiman incapaces de autogobernarse adecuadamente?. Y si el comunismo no es ya una amenaza para el tercer y cuarto mundo, ¿cuál es, entonces, la verdadera alternativa?.
¿Qué tal un esfuerzo concertado, aunque parezca quijotesco, de los muchos profesionales y hombres de acción meritorios con quienes ciertamente cuenta el país y que han demostrado a lo largo de sus vidas que "les duele la República"? ¿Será posible la integración de unos pocos grupos, específicamente estructurados para recomendar medidas realistas tanto al Ejecutivo como al Legislativo? ¿Es acaso imaginable el diálogo auténtico entre representantes de los dos grupos políticos mayoritarios, pero con la participación de elementos independientes, aún no totalmente escépticos, dispuestos a escuchar y procurar un "justo medio" en sus recomendaciones?.
La prosa espléndida de estos maestros de la pluma y auténticos conocedores de la realidad político-económica del continente, llena, pues, un espacio necesario de cara a nuestro pasado, presente y con gran probabilidad, a un futuro de varias generaciones. Así, los similares arrestos, exilios, torturas, desapariciones y asesinatos de quienes tienen la desgracia de ser considerados enemigos del régimen y hasta de testigos inocentes, pero considerados indeseables. En todo caso, no se les estima como "uno de los nuestros", al estilo de una batalla de la Primera Guerra Mundial, en que "los nuestros" son aquéllos que se encuentran en nuestra propia trinchera, enfrentados permanentemente a la trinchera del enemigo. Aquí simplemente no hay neutrales, independientes ni apolíticos.
El dictador ni siquiera necesita mandar directamente a eliminar a sus víctimas. En el caso de Chile, por ejemplo, no se pudo comprobar la existencia de órdenes de Pinochet con respecto a los innumerables desaparecidos. En todas partes se dan los jefes de "Inteligencia", el aparato represivo, al estilo macabro de Johnny Abbes García, muy deseosos de congraciarse y ganar canonjías con el tirano. Peor todavía, el trabajo sucio encomendado a los matones de turno no termina con la vida de las víctimas ni con su destierro, pues es proverbial la secuela de descrédito que continúa ensañándose en las víctimas, sus familiares y allegados. Para eso están las nuevas tecnologías al servicio científico de la represión.
¿Qué decir de la mansedumbre casi increíble de sumisos subalternos ante el abuso de sus propias esposas, hermanas e hijas?. No debe olvidarse que la especie de hilo de Ariadna, que une la trama de quinientas páginas de la novela, en el laberinto del no tan novedoso Minetauro del Caribe, en la angustia insuperable de la abogada Urania Cabral. ¿Y cómo explicar la suspensión súbita y abrupta de un leal funcionario de alta jerarquía, seguida de la difamación correspondiente en la prensa, la televisión, la radio y hasta el lenguaje del tun... tun.. de la desinformación oficial?. Recordemos que estos personajes han sido algunas veces elementos de auténtica valía intelectual, dignos de haber escalado y triunfado en un Estado de leyes y de respeto a los Derechos Humanos.
Claro que nos referimos a los Derechos Humanos, tal como se entienden en las democracias evolucionadas de Occidente y no al elemental derecho a comida y techo que nos defienda de los elementos de la naturaleza, pues estos últimos son también necesidades propias de todos los animales, incluidos los más primitivos. Se trata de "algo más sutil e indefinible que el miedo: esa parálisis, el adormecimiento de la voluntad, del raciocinio y del libre albedrío... recuerda nuestro autor.
Por supuesto que estos dictadores (así como sus aberrantes encarnaciones en otras latitudes) han probado hasta la saciedad lo que se consideraba un imposible: Privar al ser humano de pensar, es decir, despojarlo hasta de su condición de "homo sapiens". Con el país en su poder, no hay negocio fuera del alcance de sus manos. Su injerencia los hace dueños virtuales de todo lo habido y por haber. Tampoco hay que respetar la Constitución y la Ley, pues se les estima como meros andamiajes al servicio de un sistema obsoleto. ¿Elecciones para qué?.
Lástima grande que todo ello contribuya a que, al caer, dejen al futuro las arcas vacías por transferencias millonarias al exterior, consecuencia de la corrupción, así como por los endeudamientos millonarios al exterior en toda clase de fantasías financieras del tirano y sus cofrades. En el caso dominicano, por supuesto que no podemos olvidar las hazañas de Radhamés Trujillo al frente del equipo dominicano jugando polo en París. Tampoco las transferencias de su hermano Ramfis, ni las de Doña María, "La Prestante Dama".
¿Podemos seguir culpando de todo esto a los Estados Unidos de América, que a su vez nos califica genéricamente como "banana republics"? ¿Continuará indefinidamente hacia el futuro la excusa de contribuir a imponer "gobiernos de mano fuerte" a quienes estiman incapaces de autogobernarse adecuadamente?. Y si el comunismo no es ya una amenaza para el tercer y cuarto mundo, ¿cuál es, entonces, la verdadera alternativa?.
¿Qué tal un esfuerzo concertado, aunque parezca quijotesco, de los muchos profesionales y hombres de acción meritorios con quienes ciertamente cuenta el país y que han demostrado a lo largo de sus vidas que "les duele la República"? ¿Será posible la integración de unos pocos grupos, específicamente estructurados para recomendar medidas realistas tanto al Ejecutivo como al Legislativo? ¿Es acaso imaginable el diálogo auténtico entre representantes de los dos grupos políticos mayoritarios, pero con la participación de elementos independientes, aún no totalmente escépticos, dispuestos a escuchar y procurar un "justo medio" en sus recomendaciones?.
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