La neutralidad del canal : mitos y realidades
Publicado 1999/01/26 00:00:00
- Antonio Saldaña
Próximos como estamos al momento más grandioso de la República y de la Nación Panameña. Fecha de la consolidación definitiva del Estado nacional, de la recuperación de la soberanía total y de la dignidad de un pueblo, que por muchos años fue mancillada por el gobierno y el ejército de los Estados Unidos. Es tiempo también de erradicar mitos y vivir de realidades.
Más para bien que para mal, la fecha de la liberación nacional coincide con las elecciones generales para renovar el gobierno. Y decimos esto porque el torneo electoral como es natural o propio de estos eventos, pondrá sobre el tapete del debate público, aspectos relevantes del pasado, presente y futuro de la vida nacional.
Dos de estos grandes temas nacionales, o para decirlo con la rimbombancia de los políticos del postmodernismo : temas de agenda de Estado ; son los Tratados Torrijos-Carter. En plural, porque aunque algunos no lo recuerden, fueron dos los tratados firmados el 7 de Septiembre de 1977. El Tratado del Canal de Panamá y el Tratado concerniente a la Neutralidad Permanente del Canal y al funcionamiento del Canal. El primero cesa al mediodía del 31 de diciembre de este mismo año y con respecto al segundo es que haremos las siguientes reflexiones. Específicamente nos referimos a las interpretaciones contraproducentes, inclusive las realizadas de buena fe o procurando aprehender la esencia del problema, incorrectas al fin, la mayoría de las veces, no por insuficiencia de conocimientos sobre la materia ; sino por el método de análisis utilizado. Donde resalta el juicio fuera del contexto histórico y la interpretación imprudente o mejor dicho, la lectura desatinada del texto gramatical.
En primer lugar, es bueno recordar que al instante de la firma de los Tratados Torrijos-Carter, aún vivíamos en un mundo bipolar y de "guerra fría" entre las dos principales potencias de ese entonces, Estados Unidos y la Unión Soviética. En segundo lugar, lo pactado no fue el resultado de una victoriosa guerra de liberación nacional, tipo Vietnam, por el contrario, fue el producto de una negociación donde se impuso el derecho de la fuerza de la hoy, mayor potencia mundial y no la fuerza del derecho de una nación pequeña y débil, pero a la vez digna y patriótica. Que adicionalmente, contó con el liderazgo auténtico y firme ; que supo encarnar las reivindicaciones más sentidas de su pueblo, como también galvanizar en un sólo haz de voluntades a la Nación entera desarrollando una sabia política exterior que obtuvo la solidaridad internacional de la mayoría de los pueblos y gobiernos del mundo.
En esas circunstancias, los Estados Unidos no estaba dispuesto a ceder la posibilidad, con respecto a la vía interocéanica de Panamá, que su rival la Unión Soviética u otra potencia en el futuro, le pudiera tomar ventajas. Es decir, como en 1977, ni los propios norteamericanos podían predecir el derrumbe del campo socialista y el cambio a un escenario unipolar, se impuso, dada esa correlación de fuerzas, su teoría de la seguridad nacional y como resultado de lo anterior, el acuerdo con Panamá de un tratado de neutralidad. Lamentablemente, una minoría de panameños se inclinan por una interpretación desatinada del Tratado de Neutralidad, favorable a las tesis neocolonialistas de los Estados Unidos.
El segundo mito y el más generalizado es el derivado del discurso del General Omar Torrijos, con motivo de la firma de los tratados ; quien entre otras cosas señaló que al estar pactando un tratado de neutralidad, el mismo nos colocaba bajo el paraguas del Pentágono y no de ser administrado juiciosamente por las futuras generaciones, podría convertirse en un instrumento de permanente intervención. Con dicho pronunciamiento Torrijos estaba reconociendo un hecho real, consecuencia de dos condiciones objetivas en medio de las cuales se concertaron, tanto el tratado del canal, como el tratado de neutralidad. Ellas son, la correlación de fuerzas prevalecientes en 1977 y el carácter específico de la negociación ; donde la potencia reconoció la justicia de nuestra causa, pero a cambio, el país pequeño y débil, otorgó determinadas concesiones. En este caso, compartir con los Estados Unidos, el mantenimiento del régimen de neutralidad.
Decir entonces, que el tratado de neutralidad justifica o legaliza la intervención norteamericana, es un argumento que la historia reciente se ha encargado de echar por tierra. Las intervenciones o invasiones armadas de los gringos, en cualquier rincón de la tierra, obedecen a su política exterior e interior ; basadas ambas, en la teoría de la seguridad nacional y no, como lastimosamente, ciertos connacionales sostienen, que son el producto de la existencia de algún instrumento legal que las justifiquen. Así lo demuestra la invasión del 20 de diciembre de 1998 a Panamá, efectuada para capturar al General Manuel A. Noriega y para proteger la vida de ciudadanos norteamericanos ; y no para garantizar la neutralidad del Canal. Por otro lado, Haití no ha establecido pacto alguno con los Estados Unidos y sin embargo, fue invadido. Igual ha ocurrido reiteradamente con Irak, al otro extremo del mundo.
Finalmente, la más monstruosa interpretación que hacen, no pocos panameños, desprovistos de alma y sentimiento nacional, es la sinonimia entre permanentemente y perpetuidad. Esta confusión se desprende de la versión de última instancia y no conceptual del vocablo. Ello es así, porque perpetuidad es duración sin fin ; mientras que permanecer indica mantener en un mismo estado. Como se puede apreciar con claridad meridiana, el primer concepto se refiere al tiempo, contrario al segundo que hace alusión al estado, condición o carácter, se trata en verdad, de un barbarismo gramatical utilizado en la redacción del artículo cuarto del tratado en mención, donde la adjetivación del verbo permanecer que sigue a la forma verbal permanezca, induce a la aceptación equívoca de que permanentemente es sinónimo de perpetuidad, cuando se trata de una grotezca adulteración lingüística.
De tal suerte que, sí los negociadores hubiesen querido expresar el tiempo y no el carácter o estado de neutralidad del canal ; entonces la redacción apropiada sería : permanezca a perpetuidad neutral. En vez de : "permanezca permanentemente neutral".
En consecuencia, los panameños bajo ningún pretexto, ni siquiera el de la coyuntura electoral, pueden aceptar y mucho menos propalar, esa interpretación espúrea del Tratado de Neutralidad. Inconveniente y fundamentalmente anti-nacional.
Más para bien que para mal, la fecha de la liberación nacional coincide con las elecciones generales para renovar el gobierno. Y decimos esto porque el torneo electoral como es natural o propio de estos eventos, pondrá sobre el tapete del debate público, aspectos relevantes del pasado, presente y futuro de la vida nacional.
Dos de estos grandes temas nacionales, o para decirlo con la rimbombancia de los políticos del postmodernismo : temas de agenda de Estado ; son los Tratados Torrijos-Carter. En plural, porque aunque algunos no lo recuerden, fueron dos los tratados firmados el 7 de Septiembre de 1977. El Tratado del Canal de Panamá y el Tratado concerniente a la Neutralidad Permanente del Canal y al funcionamiento del Canal. El primero cesa al mediodía del 31 de diciembre de este mismo año y con respecto al segundo es que haremos las siguientes reflexiones. Específicamente nos referimos a las interpretaciones contraproducentes, inclusive las realizadas de buena fe o procurando aprehender la esencia del problema, incorrectas al fin, la mayoría de las veces, no por insuficiencia de conocimientos sobre la materia ; sino por el método de análisis utilizado. Donde resalta el juicio fuera del contexto histórico y la interpretación imprudente o mejor dicho, la lectura desatinada del texto gramatical.
En primer lugar, es bueno recordar que al instante de la firma de los Tratados Torrijos-Carter, aún vivíamos en un mundo bipolar y de "guerra fría" entre las dos principales potencias de ese entonces, Estados Unidos y la Unión Soviética. En segundo lugar, lo pactado no fue el resultado de una victoriosa guerra de liberación nacional, tipo Vietnam, por el contrario, fue el producto de una negociación donde se impuso el derecho de la fuerza de la hoy, mayor potencia mundial y no la fuerza del derecho de una nación pequeña y débil, pero a la vez digna y patriótica. Que adicionalmente, contó con el liderazgo auténtico y firme ; que supo encarnar las reivindicaciones más sentidas de su pueblo, como también galvanizar en un sólo haz de voluntades a la Nación entera desarrollando una sabia política exterior que obtuvo la solidaridad internacional de la mayoría de los pueblos y gobiernos del mundo.
En esas circunstancias, los Estados Unidos no estaba dispuesto a ceder la posibilidad, con respecto a la vía interocéanica de Panamá, que su rival la Unión Soviética u otra potencia en el futuro, le pudiera tomar ventajas. Es decir, como en 1977, ni los propios norteamericanos podían predecir el derrumbe del campo socialista y el cambio a un escenario unipolar, se impuso, dada esa correlación de fuerzas, su teoría de la seguridad nacional y como resultado de lo anterior, el acuerdo con Panamá de un tratado de neutralidad. Lamentablemente, una minoría de panameños se inclinan por una interpretación desatinada del Tratado de Neutralidad, favorable a las tesis neocolonialistas de los Estados Unidos.
El segundo mito y el más generalizado es el derivado del discurso del General Omar Torrijos, con motivo de la firma de los tratados ; quien entre otras cosas señaló que al estar pactando un tratado de neutralidad, el mismo nos colocaba bajo el paraguas del Pentágono y no de ser administrado juiciosamente por las futuras generaciones, podría convertirse en un instrumento de permanente intervención. Con dicho pronunciamiento Torrijos estaba reconociendo un hecho real, consecuencia de dos condiciones objetivas en medio de las cuales se concertaron, tanto el tratado del canal, como el tratado de neutralidad. Ellas son, la correlación de fuerzas prevalecientes en 1977 y el carácter específico de la negociación ; donde la potencia reconoció la justicia de nuestra causa, pero a cambio, el país pequeño y débil, otorgó determinadas concesiones. En este caso, compartir con los Estados Unidos, el mantenimiento del régimen de neutralidad.
Decir entonces, que el tratado de neutralidad justifica o legaliza la intervención norteamericana, es un argumento que la historia reciente se ha encargado de echar por tierra. Las intervenciones o invasiones armadas de los gringos, en cualquier rincón de la tierra, obedecen a su política exterior e interior ; basadas ambas, en la teoría de la seguridad nacional y no, como lastimosamente, ciertos connacionales sostienen, que son el producto de la existencia de algún instrumento legal que las justifiquen. Así lo demuestra la invasión del 20 de diciembre de 1998 a Panamá, efectuada para capturar al General Manuel A. Noriega y para proteger la vida de ciudadanos norteamericanos ; y no para garantizar la neutralidad del Canal. Por otro lado, Haití no ha establecido pacto alguno con los Estados Unidos y sin embargo, fue invadido. Igual ha ocurrido reiteradamente con Irak, al otro extremo del mundo.
Finalmente, la más monstruosa interpretación que hacen, no pocos panameños, desprovistos de alma y sentimiento nacional, es la sinonimia entre permanentemente y perpetuidad. Esta confusión se desprende de la versión de última instancia y no conceptual del vocablo. Ello es así, porque perpetuidad es duración sin fin ; mientras que permanecer indica mantener en un mismo estado. Como se puede apreciar con claridad meridiana, el primer concepto se refiere al tiempo, contrario al segundo que hace alusión al estado, condición o carácter, se trata en verdad, de un barbarismo gramatical utilizado en la redacción del artículo cuarto del tratado en mención, donde la adjetivación del verbo permanecer que sigue a la forma verbal permanezca, induce a la aceptación equívoca de que permanentemente es sinónimo de perpetuidad, cuando se trata de una grotezca adulteración lingüística.
De tal suerte que, sí los negociadores hubiesen querido expresar el tiempo y no el carácter o estado de neutralidad del canal ; entonces la redacción apropiada sería : permanezca a perpetuidad neutral. En vez de : "permanezca permanentemente neutral".
En consecuencia, los panameños bajo ningún pretexto, ni siquiera el de la coyuntura electoral, pueden aceptar y mucho menos propalar, esa interpretación espúrea del Tratado de Neutralidad. Inconveniente y fundamentalmente anti-nacional.

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