Panamá
La redefinición de los tiempos y del hombre
- Silvio Guerra Morales
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Atravesamos por un mundo conflictivo. Ah no, dirán algunos y objetarán que este mundo, siempre, ha sido conflictivo. Claro que sí, siempre lo ha sido, respondería de mi parte. Pero, objeto, que al conflicto que me habré de referir, en este artículo, no es el conflicto que generaciones y épocas del pasado conocieron.
Ese conflicto del pasado bien podríamos centrarlo, a nivel tópico y temático, o bien en la guerra o bien la paz, en las luchas de clases, en el predominio o dominio de unos frente a otros, en el desarrollo o subdesarrollo de las naciones, en las formas de gobernar y en las clases de gobiernos, en el incremento poblacional, el tema alimentario a nivel global, en la aparición de enfermedades y pestes, etc. Serían muchos los temas que se podrían enumerar. Sin embargo, se trataba de conflictos, piénsese bien, que se entronizaban en cuestiones muy objetivas y no en la anulación de la propia identidad humana. Se dieron, sin duda alguna, hechos aislados, sin carácter universal, de aniquilamiento y destrucción humana, pero nunca al nivel de lo que hoy advertimos y observamos. Se trata de la encarnación, totalitaria, del homo homini lupus (El hombre es el lobo del hombre). Hoy, un Leviatán que anda en los mares, también se mueve en las estructuras mundiales del poder económico, que no respeta leyes ni autoridades, avanzan y destruyen. Nadie los para. Solo el poder de Dios que mantiene sus límites para la salvación humana, nos mantiene existiendo.
Nadie, nunca antes al presente, se le habría ocurrido, anular la conciencia ni el pensamiento crítico de los seres humanos. A nadie, mucho menos, se le habría ocurrido acabar con la inocencia de la niñez y tampoco en cortar los sueños de la juventud y menos aún, en castrar a la población adulta y anciana de expectativas de vida, de oportunidades. A ninguna generación del pasado se le habría antojado formular, como regla de vida, que cuando se pasa de los sesenta años ya eres una carga para el Estado y que es preferible extinguir a ese sector de la población. A como tampoco se les habría ocurrido establecer, como ley general, eclosionar el sistema de valores y de principios éticos y morales, cristianos, que consolidaron la universalidad del pensamiento, de la filosofía, así como de las ciencias y de las expresiones del arte. Sin duda alguna, que la postmodernidad nos ha castigado, severamente, restregándonos en nuestras propias caras y rostros que, simple y sencillamente, desbordamos todo. Desbordamos el sistema ético, espiritual, y decantamos en una terrible cloaca de antivalores e irreverente comportamiento ante todo lo que representa la fe y la admiración a Dios como Ser Supremo y Redentor. La cosa, vista de modo objetivo, es así: Todo lo trastocamos, todo lo invertimos, todo lo los límites y condiciones fueron ignoradas y vilmente violadas. Ello encausó, a no dudarlo, una sociedad perniciosa, que rinde culto a la superficialidad y la vanidad se ha endiosado sobre el alma y el espíritu del ser humano.
Es así cómo se ha entronizado la cultura de que todo es relativo y nada es absoluto. Una subcultura de la banalidad, venalidad y superficialidad. Subculturas estas que nos destruyen sin vuelta atrás. No hay retorno. No hay poder humano que nos pueda rescatar de ese súper poderío mundanal. Solo el poder de Dios a través de la sangre redentora de Jesús. Lo confieso y lo creo. Solo a través de Jesús, aceptando su sacrifico santo y su poder reconciliatorio de Él ante Dios para perdón de nuestras maldades y pecados, puede reivindicarnos para volver a andar, a caminar por la senda segura y de luz.
¿Cuando se perdió la Ciencia y su poder curativo al servicio de la salud humana? ¿Cuándo la Medicina se dejó sobornar por la élite económica que también introdujo sus apetitos voraces en las medicinas y en la salud de las personas?; ¿Cuándo la Justicia Humana dejó de funcionar?, respuesta sencilla: Cuando los abogados, sean jueces o fiscales, defensores o querellantes, quedamos sumergidos en la vorágine del poder político y económico; ¿Cuándo se perdió el amor filial y al prójimo?, pues cuando nos miramos primero a nosotros, segundo a nosotros y tercero a nosotros. No hay mayor campo visual ni a nadie más que contemplar. La solidaridad humana devino en ofensiva y todo amor al prójimo fue sustituido por el egoísmo. ¿Cuándo la Sociedad se descompuso? Cuando descuidamos a la Familia y, sencillamente, ya nada nos importó respecto a la correcta y buena crianza de los hijos. ¿Cuándo la política perdió las luces del bienestar común y de la justicia social?, pues cuando los políticos, llegando al poder, sirvieron a los poderes económicos, de adentro y de fuera. Se corrompieron.
Solo el temor a Dios puede conducirnos, tras la aceptación de la Redención Salvadora, de nuestra pecaminosa caída, por medio de Jesús, a redefinir nuestra condición humana y de los tiempos. ¡Dios bendiga a la Patria!

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