La sucesión presidencial en México

El libro de Jorge G. Castañeda "La Herencia. Arqueología de la sucesión presidencial en México", después del triunfo del candidato presidencial del PAN, asume rango de memoria histórica de un sistema político que ya feneció. Con la técnica de la entrevista periodística, el historiador mexicano recopila el testimonio personal directo de cuatro expresidentes - Luis Echeverría Alvarez, José López Portillo, Miguel de la Madrid Hidalgo y Carlos Salinas de Gortari - sobre la forma que fueron seleccionados como candidatos presidenciales y cómo ellos mismos eligieron a sus sucesores.
Sobre el PRI se ha escrito una frondosa literatura política que, de alguna forma, propicia el extracto de conclusiones polarizadas, desde la apología hasta la diatriba. El libro de Castañeda invita a matizar algunos juicios excesivamente categóricos sobre el PRI. Descartado el hecho inamovible de ser partido único y de haberse mantenido en el poder por más de setenta años, el sistema político aplicado por el PRI no podría ser definido como uno más de los regímenes dictatoriales de América Latina. Es un sistema híbrido de continuismo de partido, pero al mismo tiempo de renovación de generaciones de dirigentes del mismo partido. El lema constitucional de "sufragio libre, no reelección" impidió el reeleccionismo presidencial determinando que, a partir de Porfirio Elías Calles, no se mantuvieran en el poder los mismos presidentes, los mismos secretarios, los mismos presidentes del partido.
Los testimonios de Echeverría, López Portillo, de la Madrid y Salinas iluminan un escenario político sometido hasta hace poco a las reservas idiosincrásicas del carácter azteca. El llamado " destape" o "dedazo" que hacía el presidente en funciones de su sucesor no correspondía a una decisión personal basada en factores subjetivos, sino a una ponderación de consultas a lo interno del PRI, de dirigentes sindicales y hombres de negocios, de varios aspirantes tácitos a la candidatura. Auscultaciones a menudo sigilosas, confidenciales, en las que se sopesaban factores de experiencia política y de conocimiento de materias económicas nacionales e internacionales, sin que los funcionarios gubernamentales conocieran, aunque a menudo sospechaban, que eran evaluados por el mandatario. El presidente Gustavo Díaz Ordaz, por ejemplo, eligió a Luis Echeverría, quien fuera su subsecretario de gobernación cuando aquél era secretario y secretario cuando fue mandatario. Entre los precandidatos estaban Antonio Ortíz Mena, entonces secretario de hacienda y después presidente del BID, Alfonso Corona del Rosal y Emilio Martínez Manatou. Díaz Ordaz enfrentó con valentía la crisis de Tlatelolco y Echeverría cruzó la línea de fuego, porque se aclaró que la orden de intervención del ejército partió del presidente y no de él. Con este tandem empezó la tradición del distanciamiento entre el presidente y el candidato a medida que avanza la campaña. Díaz Ordaz repitió varias veces que se equivocó en la escogencia de Echeverría, después que éste como jefe de estado desplegó su postura tercermundista y su locuacidad incesante.
Con " el destape" de López Portillo por Echeverría entra en juego el ingrediente especial de la rivalidad con dos aspirantes de talento intelectual y oratorio como Porfirio Muñoz Ledo y Mario Moya Palencia. Asegura Echeverría que tuvo muchas dudas para discernir la selección porque Muñoz Ledo y Moya Palencia son animales políticos bien dotados, pero con inclinación a la bohemia y temió que esto pudiera perjudicar la gobernabilidad mexicana. López Portillo ingresó algo tarde al funcionariado y carecía de los contactos partidarios y de la habilidad política de sus contrincantes. Lo favoreció al final su experiencia como secretario de hacienda, aunque acabó a capazos como presidente, nacionalizando la banca privada y devaluando el peso. A partir de López Portillo, predomina el factor tecnocrático en la selección de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas. Luis Donaldo Colosio fue un interludio trágico que epiloga con prestancia democrática Ernesto Zedillo.
¿Autoritarismo a la mexicana? ¿ Privilegio de la elite burocrática del PRI? Ciertamente así fue, pero también el sistema logró la recirculación generacional dentro de un partido que construyó el modelo de estado y el estilo de gobernabilidad, que ,para bien o para mal, labró la estabilidad institucional de México. Zedillo, después de la subversión zapatista y el asesinato de Colosio, tuvo la lucidez para percibir la necesidad de instaurar una elección abierta de los candidatos por primarias de la militancia y de inaugurar un instituto electoral confiable y autónomo. Conociendo como conozco a algunos de los actores políticos más importantes mexicanos, pienso que, aunque a regañadientes, la vieja guardia o " dinosaurios " del PRI entrarán a la modernidad y que el partido continuará como eje de cambios en el nuevo siglo, apaciguando y estabilizando el país que heredó convulsionado por la violencia de la revolución agrarista y entrega bajo términos que favorecen la gobernabilidad de Vicente Fox.