La tragedia de "Excélsior" de México
Publicado 2000/10/27 23:00:00
- El Gitano
En una asamblea incendiaria, los cooperativistas del diario mexicano "Excélsior" destituyeron al director y gerente general Rogelio García Redondo, responsable de la quiebra ética y económica del aliado incondicional del PRI. "Excélsior" arrastra deudas por 500 millones de dólares. Pero su deuda principal es de orden moral con los lectores mexicanos. En 1974, Redondo y muchos de los cooperativistas que hoy lloran su error, en señalada complicidad con el gobierno de Luis Echevarría, dieron un golpe de Estado contra la plana periodística de "Excélsior", dirigida por Luis Scherer García. Doscientos periodista se vieron forzados a abandonar el diario, aunque eran cooperativista y propietarios en parte alícuota, como derivación de un complot gestado en las entrañas del gobierno del PRI, para sofocar la posición independiente de Scherer y sus colaboradores principales, entre ellos el destacado periodista peruano Pedro Alvarez del Villar. El felón de la maniobra fue este mismo Redondo, cuadrado en punto a ética periodística, quien a partir de entonces fue sumiso mayordomo de los gobiernos del PRI y encarnizado rival de Fox en la campaña electoral.
Sin un gobierno que le facture publicidad millonaria a cambio de la sumisión periodística y que financie las compras de papel con una generosidad que se está investigando, "Excélsior" se ha derrumbado estrepitosamente y no se sabe si sobrevivirá a esta nueva crisis donde ya no hay dinero gubernamental bajo la mesa y, encima de ello, otros modernos periódicos como "Reforma" y "La Jornada" se imponen en el mercado por su apertura ideológica.
En noviembre de 1974 llegué a México, deportado por la dictadura militar de Juan Velasco Alvarado, luego de que se confiscara el diario "La Prensa" de Lima, cuya dirección desempeñaba en esos años aciagos para la libertad de prensa en el Perú. Fui invitado a trabajar en "Excélsior" por Julio Scherer y Pedro Alvarez del Villar, en un gesto de solidaridad que difícilmente olvidaré. En la primera etapa de mi colaboración trabajé en un proyecto de edición de libros en una filial de la empresa de "Excélsior", con Miguel Scorza, hermano del gran poeta y novelista Manuel Scorza, ambos amigos fraternos.
Esta experiencia mexicana de mi vida periodística e intelectual me instaló repentinamente en el centro de la crisis que se tramaba contra el equipo de Scherer. En los talleres del diario los trabajadores hablaban abiertamente de los planes para expulsar a los periodistas que se oponían al gobierno. Por los talleres deambulaban los redactores de "Plural", la revista que dirigía Octavio Paz, que zarpó después de "Excélsior" en solidaridad con los periodistas para fundar "Vuelta".
Irónicamente, yo salí de la confiscación del periódico peruano, cuya dirección independiente provocó mi exilio por siete años para caer en la conjura contra un diario mexicano por el mismo delito de adversar a dictaduras - militar, desaforada y agresiva la peruana, civil, sutil e insidiosa la mexicana. A la gente de los talleres tipográficos de "Excélsior" se les vendió la noción de que los periodistas llevaban el diario al despeñadero económico por su ilusa oposición al PRI, deus-ex machina de la vida nacional. Algunos escritores mexicanos decían: "Vivir fuera del presupuesto es un error". Scherer, quien no tenía esa cínica visión de la realidad mexicana, estaba al tanto de la conjura, pero no pudo detenerla.
En ese instante de mi asilo mexicano, recibí una segunda oferta de trabajo de Venezuela, y poco tiempo después de estar dirigiendo el semanario "Momento" del Bloque de Armas, en Caracas, leí la noticia de la salida del equipo periodístico de Scherer. "Excélsior" era entonces uno de los diarios de mayor circulación en América Latina. Colocaba por suscripción cerca del sesenta por ciento del tiraje. Pero a partir del nombramiento de director de Rogelio García Redondo, mexicano- español, hoy probablemente llamado Rogelio el Cuadrado por los colegas aztecas, la circulación empezó a caer en picada.
La derrota del PRI ha arrastrado, pues, no sólo a los dinosaurios políticos del sistema sino también a la fauna jurásica mexicana que lo acompañó, especialmente en el campo de los medios de comunicación. La muerte de Emilio Azcárraga, el zar mexicano de Televisa, cuyo poderío monopólico prosperó bajo la protección rentada del PRI, salvó a la televisora del colapso. Sus pragmáticos herederos se han reacomodado al nuevo statu quo, desprendiéndose de Jacobo Zabludowski y aplicando una línea informativa independiente, justo antes de la debacle electoral del PRI.
La tragedia de "Excélsior" de México deja importantes moralejas de ética periodística internacional. Fundado por Rodrigo del Llano como empresa privada, se convirtió en cooperativa como una salida a la crisis económica desencadenada por la deficiente administración de la viuda. Salvo el breve interludio de Scherer y su gente, "Excélsior" fue un diario oficialista pegado al sistema como una sanguijuela a un hipopótamo. Pero no es el único medio informativo nutrido por las arcas fiscales que sucumbe con la derrota del gobierno. Existe un cementerio de periódicos de partidos. " Pravda" " L´Humanité " y el "Daily Worker", órganos de los partidos comunistas de la Unión Soviética, Francia y Estados Unidos, desaparecieron porque ni los camaradas leían los bodrios indigestos escritos con la aprobación del comité central. A pesar de tan fúnebre y melancólico final, hay quienes persisten en el periodismo oficialista. En el Perú, "Expreso" , fundado por Manuel Mujica Gallo como diario independiente y continuado por Manuel Ulloa como bastión antimilitarista, de la noche a la mañana se convirtió en vocero del fujimorismo, para no mencionar a la indescriptible " prensa chicha", activada por el hoy desactivado Montesinos para desacreditar a los opositores. La prensa chicha dicen es la imagen moral del régimen. En estos casos de cipayismo dictatorial, la peor represalia es la de los lectores. Sencillamente desaparecen en la competitiva atmósfera de la libertad de expresión. Así lo ratifica "Excélsior", que en latín significa excelsitud, pero que en el lenguaje mexicano expresó lo que ustedes imaginan.
Sin un gobierno que le facture publicidad millonaria a cambio de la sumisión periodística y que financie las compras de papel con una generosidad que se está investigando, "Excélsior" se ha derrumbado estrepitosamente y no se sabe si sobrevivirá a esta nueva crisis donde ya no hay dinero gubernamental bajo la mesa y, encima de ello, otros modernos periódicos como "Reforma" y "La Jornada" se imponen en el mercado por su apertura ideológica.
En noviembre de 1974 llegué a México, deportado por la dictadura militar de Juan Velasco Alvarado, luego de que se confiscara el diario "La Prensa" de Lima, cuya dirección desempeñaba en esos años aciagos para la libertad de prensa en el Perú. Fui invitado a trabajar en "Excélsior" por Julio Scherer y Pedro Alvarez del Villar, en un gesto de solidaridad que difícilmente olvidaré. En la primera etapa de mi colaboración trabajé en un proyecto de edición de libros en una filial de la empresa de "Excélsior", con Miguel Scorza, hermano del gran poeta y novelista Manuel Scorza, ambos amigos fraternos.
Esta experiencia mexicana de mi vida periodística e intelectual me instaló repentinamente en el centro de la crisis que se tramaba contra el equipo de Scherer. En los talleres del diario los trabajadores hablaban abiertamente de los planes para expulsar a los periodistas que se oponían al gobierno. Por los talleres deambulaban los redactores de "Plural", la revista que dirigía Octavio Paz, que zarpó después de "Excélsior" en solidaridad con los periodistas para fundar "Vuelta".
Irónicamente, yo salí de la confiscación del periódico peruano, cuya dirección independiente provocó mi exilio por siete años para caer en la conjura contra un diario mexicano por el mismo delito de adversar a dictaduras - militar, desaforada y agresiva la peruana, civil, sutil e insidiosa la mexicana. A la gente de los talleres tipográficos de "Excélsior" se les vendió la noción de que los periodistas llevaban el diario al despeñadero económico por su ilusa oposición al PRI, deus-ex machina de la vida nacional. Algunos escritores mexicanos decían: "Vivir fuera del presupuesto es un error". Scherer, quien no tenía esa cínica visión de la realidad mexicana, estaba al tanto de la conjura, pero no pudo detenerla.
En ese instante de mi asilo mexicano, recibí una segunda oferta de trabajo de Venezuela, y poco tiempo después de estar dirigiendo el semanario "Momento" del Bloque de Armas, en Caracas, leí la noticia de la salida del equipo periodístico de Scherer. "Excélsior" era entonces uno de los diarios de mayor circulación en América Latina. Colocaba por suscripción cerca del sesenta por ciento del tiraje. Pero a partir del nombramiento de director de Rogelio García Redondo, mexicano- español, hoy probablemente llamado Rogelio el Cuadrado por los colegas aztecas, la circulación empezó a caer en picada.
La derrota del PRI ha arrastrado, pues, no sólo a los dinosaurios políticos del sistema sino también a la fauna jurásica mexicana que lo acompañó, especialmente en el campo de los medios de comunicación. La muerte de Emilio Azcárraga, el zar mexicano de Televisa, cuyo poderío monopólico prosperó bajo la protección rentada del PRI, salvó a la televisora del colapso. Sus pragmáticos herederos se han reacomodado al nuevo statu quo, desprendiéndose de Jacobo Zabludowski y aplicando una línea informativa independiente, justo antes de la debacle electoral del PRI.
La tragedia de "Excélsior" de México deja importantes moralejas de ética periodística internacional. Fundado por Rodrigo del Llano como empresa privada, se convirtió en cooperativa como una salida a la crisis económica desencadenada por la deficiente administración de la viuda. Salvo el breve interludio de Scherer y su gente, "Excélsior" fue un diario oficialista pegado al sistema como una sanguijuela a un hipopótamo. Pero no es el único medio informativo nutrido por las arcas fiscales que sucumbe con la derrota del gobierno. Existe un cementerio de periódicos de partidos. " Pravda" " L´Humanité " y el "Daily Worker", órganos de los partidos comunistas de la Unión Soviética, Francia y Estados Unidos, desaparecieron porque ni los camaradas leían los bodrios indigestos escritos con la aprobación del comité central. A pesar de tan fúnebre y melancólico final, hay quienes persisten en el periodismo oficialista. En el Perú, "Expreso" , fundado por Manuel Mujica Gallo como diario independiente y continuado por Manuel Ulloa como bastión antimilitarista, de la noche a la mañana se convirtió en vocero del fujimorismo, para no mencionar a la indescriptible " prensa chicha", activada por el hoy desactivado Montesinos para desacreditar a los opositores. La prensa chicha dicen es la imagen moral del régimen. En estos casos de cipayismo dictatorial, la peor represalia es la de los lectores. Sencillamente desaparecen en la competitiva atmósfera de la libertad de expresión. Así lo ratifica "Excélsior", que en latín significa excelsitud, pero que en el lenguaje mexicano expresó lo que ustedes imaginan.
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