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Las amenazas sobre el bosque tropical seco

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Omar R.

López (opinion@epasa.

com) / PANAMA AMERICALa cobertura boscosa de Panamá, la cual comprende menos del 45% de la superficie del país, está compuesta por un mosaico de bosques definidos principalmente por la precipitación y la severidad de la estación seca.

Así, el bosque tropical seco se desarrolla en áreas donde la precipitación anual es generalmente baja -menos de 1,500 milímetros de lluvia- y la estación seca es muy marcada, y se extiende hasta 4 o 5 meses.

La estacionalidad en la disponibilidad de agua es lo que demarca la fisonomía, estructura y procesos biológicos de estos bosques, desde la descomposición de la hojarasca hasta la reproducción y abundancia de la fauna.

La falta de agua durante la temporada seca induce la pérdida del follaje en la mayoría de las especies arbóreas que forman el bosque tropical seco, por lo que muchas especies poseen adaptaciones especiales para poder soportar y tolerar la sequía.

La ausencia de follaje en las partes altas del bosque, o dosel -durante la época seca- permite una mayor penetración de la luz en los estratos bajos del bosque, o sotobosque.

La alta disponibilidad lumínica en el sotobosque promueve el establecimiento de arbustos, lianas y bejucos, por lo que el sotobosque tiende a ser denso y enmarañado.

Algunas especies típicas del bosque tropical seco incluyen las especies de árboles conocidos como indio desnudo, Bursera simarouba, y el corotú, Enterolobium cyclocarpum, y animales como el mapache, Procyon lotor; la ardilla gris, Sciurus variegatoides, y recientemente el coyote, Canis latrans.

De todos los tipos de bosque tropical, el tropical seco es el más amenazado debido a factores antropogénicos como lo son el avance de la frontera agrícola, en particular la quema y conversión a tierras para el pastoreo y la ganadería.

En Panamá este tipo de bosque se encuentra comúnmente asociado al litoral pacífico, específicamente en el arco seco de Azuero; una franja costera que se extiende desde Pedasí, en la provincia de Los Santos, hasta Coronado, provincia de Panamá, donde la precipitación raramente sobre pasa los 1,500 milímetros al año.

Un estudio sobre el estado actual del bosque tropical seco en el continente americano (Portillo-Quintero & Sánchez-Azofeifa 2009, disponible en la web) reveló que en Panamá la extensión de bosque tropical seco ha sido convertida en un 65%, lo que indica que actualmente nuestro país solo cuenta con una extensión de bosque seco de 2,128 kilómetros cuadrados.

Dicha superficie, aunque significativamente mayor a la de nuestro vecino país Costa Rica, está débilmente protegida debido a que el Parque Nacional Sarigua, ubicado en el corazón del arco seco, provincia de Herrera y único parque nacional que contempla este tipo de bosque, comprende en su mayoría áreas de albina y suelos degradados salpicados por remanentes de bosque seco.

Sin embargo, no todo está perdido para los bosques secos de nuestro país.

A lo largo del arco seco se encuentran algunos remanentes de bosque seco que merecen atención y que podrían ayudar a la conservación de este hábitat en nuestro país.

En la provincia de Los Santos, específicamente en el distrito de Macaracas, se encuentra la reserva boscosa El Colmón, la reserva más antigua de nuestro país y quizá de Centroamérica, cuyo establecimiento oficial se remonta a 1918.

Esta reserva, a pesar de los problemas de basura y el establecimiento de especies exóticas introducidas, conserva uno de los mejores remanentes de bosque seco en el país.

El Colmón debería ser un símbolo de orgullo para Azuero y su estatus legal como área protegida elevado para garantizar su protección y conservación.

Otra área de bosque seco que requiere fortalecimiento legal y operativo lo comprende el bosque del Refugio de Vida Silvestre Pablo Arturo Barrios, en la zona litoral que se extiende desde la desembocadura del río Purio hasta Punta Mala.

Igualmente, el bosque seco del cerro Cerrezuela, en la provincia de Coclé, con una extensión de más de 1,000 hectáreas y adyacente al Sitio Conte y el Parque Arqueológico El Caño, podría convertirse en un área protegida de gran potencial ecoturístico y cultural.

El fortalecimiento legal de estas áreas, así como su elevación de estatus como áreas protegidas (ya que la mayoría de ellas son solo reservas municipales) e incremento de fondos operativos para señalización y vigilancia, podría ayudar a salvaguardar el bosque tropical seco para las futuras generaciones de nuestro país.

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