Las bombas de Isla Iguana
- Actualizado: 06/2/2018 - 09:54 am
El distrito de Pedasí, provincia de Los Santos, tiene en Isla Iguana su más valioso sitio de atracción turística. Contrario a lo que ocurre con su también hermosa Playa Venado, el hecho de que sea una isla, sólo accesible en frágiles embarcaciones, la preserva limpia de basura y contaminación provocada por la mano del hombre.
Pero no todo es perfecto. La isla fue centro de pruebas de bombas y tiro al blanco de la Fuerza Aérea Norteamericana, durante ambas guerras mundiales. Su semejanza con islas japonesas fue causa de sus actuales males.
Superados ambos conflictos bélicos, los azuerenses retornaron a su isla en busca de sus tradicionales encantos. La riqueza coralina de su costa y la inmensa variedad de peces, aves y tortugas, sorprendió rápidamente a los expertos.
Así fue que, siguiendo la recomendación de organizaciones ecológicas nacionales y extranjeras, el gobierno panameño declaró a Isla Iguana como parque o reserva natural, al que van miles de visitantes cada año.
Sin embargo, recorrer la isla y usar sus playas implica cierto grado de peligro, dada la presencia de artefactos explosivos ocultos, que de cuando en cuando emergen con el flujo y reflujo de la marea.
En Pedasí no es raro encontrar viviendas que lucen orgullosas cual trofeo de caza, cascos de bombas, milagrosamente vacíos e inofensivos. Y no hace mucho que unos pescadores subieron a su barca una de las bombas para usarla de adorno, hasta que advertidos, la abandonaron a flor de agua, en la orilla de la playa dorada.
En los últimos meses, son noticia dos de esos poderosos artefactos. Los especialistas estadounidenses han recomendado detonarlas; pero grupos ecologistas han manifestado sus reservas. La explosión podría dañar los valiosos corales, por lo que debe hacerse la operación con marea baja. Además, de algún modo hay que alejar a las aves y animales para que se ausenten del sitio de la detonación.
Aparentemente, la semana pasada concurrieron todo un cúmulo de factores, ideales para provocar las explosiones. Un radio de cinco kilómetros a la redonda había sido despejado y se aguardó pacientemente el descenso de la marea. Pero se omitió un detalle: el permiso del Ministerio de Gobierno y Justicia.
Activada ahora la bomba burocrática, el ministerio se ha sentado sobre el problema, aguardando acaso que uno de estos días las bombas exploten por el calor del sol o los golpes de las olas, y provoquen precisamente los daños que se han querido evitar. ¿Qué esperan, que los norteamericanos se marchen y no quede nadie que haga el trabajo?
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