Historia
Las esposas de Justo
- Bernardina Moore opinion@epasa.com
….ninguna de ellas pudo hacer lo que tú acabas de hacer con tan poca comodidad, por eso les daba vergüenza decir cuál era la prueba y preferían que la gente pensara que yo abusaba de ellas... Una mujer virtuosa y hacendosa pesa más en oro que una físicamente bella y vacía por dentro.

No sentía ninguna gana de escribir nada al respecto de esta imagen que no se me borró en toda la noche, de un hombre con dos mujeres una a cada lado.
Al despertar fue lo primerito que me vino a la mente, pensé tal vez haya una enseñanza y les comparto.
Justo era todo un personaje, el hombre más temido y poderoso del pueblo, lo que quería lo obtenía así fueran “mujeres” y esa era su debilidad aparentemente.
Él no tenía reparos cuando le ponía el ojo a una y ellas lo sabían, y suspiraban por ser la señora de la gran hacienda que tenía Justo pero, temían ser la burla del pueblo y vivir avergonzadas el resto de su vida si no pasaban la prueba y eran rechazadas por él. ¿Prueba?
Él tenía antes un gusto muy refinado y selecto a la hora de escoger esposa, sí porque todas adquirían ese título no por vía religiosa que jamás se daría, pero siempre hay más jueces corruptos que curas diciendo misa.
Ahora bien. El lema de Justo era que él no aceptaría a ninguna que no llenara sus expectativas y solo con mirar no era suficiente, eso era una parte pero necesitaba un conocimiento más amplio y concreto de la candidata, por eso muchas, aunque se morían por vivir en la hacienda, lo pensaban dos veces temiendo no ser aceptadas por muy lindas que fueran y lo peor de todo era que no se atrevían a decir en qué consistía la prueba dejando a la imaginación morbosa de la gente lo que se les ocurriera pensar, porque el ser humano vive con la malicia en su mente igual les iba a dar vergüenza que supieran por qué no llenaron la expectativa de Justo.
En el pueblo vivían mujeres de todo tipo y estratos sociales, unas muy insignificantes y otras demasiado orgullosas y pegadas de sí mismas.
Entre tantas que se babeaban por Justo había una muchacha. no vamos a decir que era fea pero no estaba adornada de tantos atributos físicos como muchas, era muy humilde y hacendosa, virtudes que poco se toma en cuenta ahora.
Ella vivía ajena a toda esa algarabía que tenían las mujeres en el pueblo, por ser inquilina principal de la hacienda de Justo, al que consideraba pedante y orgulloso, humillador de las mujeres.
Tenía bien clarito que un hombre como Justo jamás perdería su tiempo mirándola siquiera. (qué equivocada estaba la pobre Maraby)
Un día de esos que marca el calendario, caprichosamente para dejar recuerdos en nuestra mente, ella venia como siempre lo hacía de hacer su mercado, iba tan distraída que no se percató que venía un coche a toda velocidad y tuvo que dar un frenazo cerquita de ella, que rodó con todo y mercado al suelo.
Santo Dios ¿quién creen que era? Nada más y nada menos que el mismísimo Justo.
La muchacha de blanca que era quedó más pálida que leche derramada.
Y cuando Justo se acercaba para ayudarla de un brinco quedó parada y no se sabe quién corría más, ella o una gacela.
Justo quedó viendo visiones. Mucha gente se había acercado al oír el frenazo y él le preguntó a uno si sabía quién era y dónde vivía, el aludido le informó y Justo montó su elegante nave y se fue.
Un día, Maraby tendía ropa como era habitual en sus alambres, no tenía lavadora ni línea blanca que la ayudara en sus quehaceres.
De pronto escuchó que tocaban a la puerta al abrir casi se cae.
Allí, frente a ella, estaba el codiciado don Justo mirándola de arriba a bajo hasta encender como un tomate su rostro que avergonzada bajo la vista.
Sacando valor le dijo: ¿Qué se le ha perdido por aquí?
Él le respondió: Desde aquel día que casi la mato, vengo dándole vueltas a una idea y hoy me decidí a decírsela. ¡Uyy!, la pobre muchacha estaba fría como banca de parque en verano.
Tomando fuerzas le preguntó casi temblando: ¿Qué idea? Él mirándola fijamente le hizo la temida pregunta; ¿te gustaría saber si llenas mis expectativas?
Bueno, si pasas la prueba para ser mi esposa.
Mire caballero, si me vino a humillar váyase tranquilo que ya lo logró, con tantas mujeres tan bellas que han pasado por su hacienda y después de pasar “su prueba” las ha echado, ¿qué puedo esperar yo con esta cara de micho con hambre que tengo yo?
Mirándola admirado le dijo, no todo es belleza, ninguna ha dicho en qué consiste la prueba porque les da vergüenza.
Si quieres podemos hacerla aquí en tu casa, jooo, los ojos no se le salieron quién sabe por qué y solo atinó a decir aquí, ¿en mi cama?
Él, extrañado, sonriendo dijo: ¿quién habló de cama?
Dónde está la cocina?
Ella señaló un rinconcito, él le dijo: ¿tienes una sartén?
No te preocupes yo traje todo.
Mira lo que vas a hacer. Unos huevos fritos, con tocino, tostadas con mantequilla y una taza de café con leche.
¿Crees que podrás hacerlo?
Ella, sin comprender, asintió con un movimiento de cabeza.
Él se sentó a leer un libro que traía, pasado un tiempo, la muchacha le dijo que podía pasar a la mesa.
Justo en su vida había disfrutado de un desayuno tan bien hecho y presentado, puso mucha atención en los huevos tan bien fritos.
Y le dijo a Maraby, ninguna de ellas pudo hacer lo que tú acabas de hacer con tan poca comodidad, por eso les daba vergüenza decir cuál era la prueba y preferían que la gente pensara que yo abusaba de ellas.
Una mujer virtuosa y hacendosa pesa más en oro que una físicamente bella y vacía por dentro.
Escritora.
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