Las preocupaciones son infinitas, el tiempo no
En su celestial obra La vida es sueño, nos hechiza Pedro Calderón de la Barca hará casi 4 siglos, con aquello de: "¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son".
El mensaje medular de la obra es la libertad del ser humano para configurar su vida, sin dejarse llevar por el supuesto destino, porque al final de una larga vida, en retrospectiva, sacamos en claro que las cotidianas angustias en su mayoría resultaron ficticias, pero no así nuestro ciclo terrenal.
Aquella reflexión en 1635 guarda en nuestros días mayor vigencia, porque en aquellos tiempos se nacía, vivía y moría en un mundo sin mayores cambios mientras los pasquines de mediados del siglo pasado ilustraban a un Dick Tracy, ficticio detective, comunicándose con sus colegas a través de un reloj de pulsera, rasgando la imaginación del lector sobre aquel ingenio ya hecho realidad con la génesis de la telefonía celular. Paralelamente, en aquella época de la Guerra Fría, se estilaban anualmente ostentosos desfiles en la Plaza Roja de Moscú donde deambulaban corpulentos tanques, hoy en día víctimas de diminutos drones que han revolucionado las artimañas de batallas en el teatro de acción ucraniano.
Ante tal velocidad en el cambio, paralelamente el mundo se ha achicado y aunque todavía no hemos logrado el raudo traslado de un sitio a otro, tal como el "transmíteme, Scottie", las pasmosas órdenes del Capitán Kirk de la serie televisiva Star Trek, gozamos como nunca antes en la historia de la humanidad, la capacidad de viajar para nutrir al alma de erudiciones, en vez de oxidarle con el cotidiano tedio de antaño.
Siempre escudamos subterfugios. Que si no cuento con los recursos, que si no dispongo del tiempo. Entonces embárquese, somos los fenicios del siglo XXI. O granjee una chamba como asistente de vuelo de Copa, o deje de gastar su dinero en chucherías y esponje periódicos viajes a diversos destinos.
Porque al final del camino, usted estará solo, viudo del trecho, con la mirada en la postrera lucha, en su lecho de muerte y en aquel momento se dará cuenta de que todas aquellas efímeras preocupaciones se disiparon en las nubes del tiempo, que aquel automóvil de último modelo, por el cual pagó 4 veces su precio "en cómodas mensualidades" o aquella casa de playa donde invirtió fines de semana de rutina a quemarropa, recargados del estrés de emparedados colosales tranques, en lugar de disfrutar una gira gastronómica en Trastevere, el bohemio barrio romano, o de un baño marino en Bora Bora, joya de la Polinesia Francesa.
Hágase un favor y recapacite sus prioridades. La vida es una, que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.