Los errores de la juventud y la responsabilidades generacionales
- Arnulfo Arias
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Decía Allende en un famoso discurso que ser joven y no ser rebelde es una contradicción hasta biológica. Concuerdo plenamente. La juventud es como un fuego que impulsa la marcha de las sociedades; a veces, sin embargo, se sale de control, porque nadie la guía. Las naciones más sabias que ha tenido el mundo, siempre supieron que la juventud no va a la par con la experiencia, y que la fibra de ambas (experiencia y juventud) debe estar unida en un mismo lienzo. La palabra senador proviene, en sus orígenes latinos, del vocablo "senex" o anciano. Se entendía que las riendas de Roma debían confiarse a los ciudadanos más experimentados; pero, por esa misma razón, se preparaba a los jóvenes también desde la más temprana edad para que, cuando llegara su tiempo, asumieran el papel de dirigir esa nación. Por siglos, la combinación de la experiencia de los años y la fuerza de la juventud llevó a Roma a convertirse en un imperio. En nuestros países, sin embargo, se persiste en el enquistamiento mal intencionado de políticos que, dentro de los engranajes del poder, ni dan el hacha ni la prestan. La juventud, entonces, rebelde como debe ser, se ha asegurado el camino a puestos de elección, abriendo trochas a la fuerza. Eso lo vemos hoy en nuestro órgano más representativo de la democracia. Llegan a un terreno inexplorado, sin guía ni orientación, porque una generación entera se rehusó a preparar los elementos jóvenes que, en su momento, debían sucederlos de manera natural.
Por eso vemos que, en su impulso por aprender, a veces improvisan; que sus decisiones parecen desafiar el sistema acostumbrado y que son aceleradas al punto de la irreflexión y sin mucho cálculo hacia las consecuencias. Algo así pasó recientemente con una funcionaria electa por voto popular y que, ostentando el cargo máximo de autoridad dentro de su distrito, decidió remover un monumento dedicado a la memoria y la contribución del pueblo chino en la obra del Canal. La impulsividad de su juventud se entiende, y hasta tal vez se excusa; pero más culpable que esa funcionaria ha sido tal vez esa legión de actores políticos que, como generación, no dedicó parte de sus vidas y experiencia a orientar a otros que vendrían, aconsejándolos a tiempo contra errores de ese tipo. Somos todos una fibra, tejida a punta de las realidades que vivimos como pueblo. Ni la juventud puede caminar sola y a su ritmo, ni la generación con experiencia elevar muros pretendiendo que ocuparán los cargos siempre. Es una simbiosis, una contribución orgánica entre los unos y los otros, y no una disputa eterna teñida de egoísmo y falta de diálogo y entendimiento generacional.
Personalmente lo comprendo. Vivimos en un mundo muy distinto al que era escasamente hace 10, 15 o 20 años. La tecnología marca el paso de la sociedad y las generaciones que no están a tono ya con esta visión moderna de la vida, deben dar un paso atrás hasta el punto de desaprender lo que sabían y que no sirve para nada ya, y transmitir aquello de experiencia que sí puede desafiar el tiempo, las edades y la tecnología. Ambos, juventud fogosa y experiencia comprobada, deben trabajar al unísono por el bien de este país. Si no, se remará en direcciones que son opuestas y sin avanzar hacia ninguna. En vez de condenar ardientemente los errores de la nueva juventud política, como el que hemos visto hoy, debemos reflexionar si nuestra sociedad -y en especial esos actores políticos- se han tomado el tiempo de escuchar y dar lecciones; cosa que no se puede hacer la una sin la otra en estos tiempos de velocidad electrónica y de redes. La responsabilidad y la culpa es tal vez de todos. Un proverbio chino nos dice que siempre queda un poco de fragancia en esa mano que te da una rosa. En este caso, al haber ofendido la memoria histórica de una nación hermana, nos queda solamente una enorme carga de experiencia amarga y de obligada reflexión.

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