Panamá
México lindo y querido
Médico al fin, su bisturí trepana las inmediaciones de mis profundos pensamientos, al leer mis desvelos adolescentes y mi pasión por el fútbol en mis epístolas semanales, desde Massachusetts al istmo, después de todo, fungía como alero izquierdo titular del equipo de mi secundaria en tiempos cuando el deporte no era de la pasión istmeña, señoreado por el boxeo y la recién hazaña de Davis Peralta Jr. como máximo encestador en el baloncesto de las Olimpiadas de 1968, también en Ciudad de México.
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Actualizado: 02/7/2022 - 12:00 am
Turismo 101. ¡Vaya introducción a la materia! Con mi diploma fresco de preparatoria aun bajo el brazo, mi padre me obsequia una inolvidable odisea, la única que compartimos solos durante su generosa existencia, desde Parker House en Boston al hotel María Isabel Sheraton en el corazón del Paseo de la Reforma de la capital azteca en 1970.
Médico al fin, su bisturí trepana las inmediaciones de mis profundos pensamientos, al leer mis desvelos adolescentes y mi pasión por el fútbol en mis epístolas semanales, desde Massachusetts al istmo, después de todo, fungía como alero izquierdo titular del equipo de mi secundaria en tiempos cuando el deporte no era de la pasión istmeña, señoreado por el boxeo y la recién hazaña de Davis Peralta Jr. como máximo encestador en el baloncesto de las Olimpiadas de 1968, también en Ciudad de México.
Resulta un lujo visitar, conocer, saborear México a los 17 años durante una Copa Mundial donde se forma un carnaval cuando el anfitrión derrota a Bélgica el 11 de junio, inesperado y sorpresivo 1-0 ante los europeos favoritos. Inusitado carnaval cuando con baldes de agua se formaban las mojaderas a lo largo de las fuentes que adornaban las amplias avenidas del distrito federal y mi equipo favorito, Brasil, 10 días después, luciendo a Pelé, Rivelino y Tostao, se corona campeón con arrollador triunfo sobre la Squadra Azzurra, Brasil 4-Italia 1.
Por qué México va más allá que la Copa Jules Rimet, nos muestra, como ejemplo una catedra de gastronomía y arquitectura, en su refectorio Hacienda de los Morales, con cuatro siglos de historia, inaugurado como el mejor restaurante de América Latina en 1967, dejando muy lejos al Café Squirt, aledaño al Parque Urraca en la Avenida Balboa y al Club Unión, ambas versiones, la versallesca del Casco Antiguo y su versión moderna de Punta Paitilla, establecida en 1969.
Ciudad de México exhibe un bouquet de museos liderados por su Museo de Antropología, el Palacio de Bellas Artes y el Castillo de Chapultepec, que data de 1530, donde fallecen los "niños héroes", un puñado de cadetes aztecas, en 1847, durante la intervención estadounidense, en la relación amor-odio con su vecino norteño, haciendo hervir la sangre su imponente nacionalismo en los murales de Diego María de la
Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez, mejor conocido como Diego Rivera, consorte de Frida Kahlo y uno de los mejores pintores de la historia que nada tiene que pedirle a las obras que presenta el Museo de Louvre en París.
Teotihuacán, versión Azteca de las pirámides de Egipto, Xochimilco, florida Venecia americana y plaza Garibaldi en la Lagunilla, centro histórico de la urbe, que anima el alma con sus mariachis, adornan los recuerdos de aquel prefacio, complementado por múltiples incursiones a ese maravilloso país que tanto inspira el turismo, poniéndole la guinda al pastel la cordial invitación a la celebración de las nupcias de nuestros caros amigos Julio y Dorita en el Mesón de San Agustín en Tlajomulco de Zúñiga, en la periferia de Guadalajara, capital del estado de Jalisco, el Azuero folclórico mexicano en noviembre de 2014.
Aprovechamos la víspera del día de los muertos, que allá celebran llevándole al panteón una botella de tequila al difunto compartiendo su viaje hacia el Mictlán, visitando, entre otros, Tlaquepaque, cautivador pueblito artesanal donde almorzamos en una estancia amenizados por un ramillete de damas mariachis, adornando el centro de mesa una banderita panameña, detalle del maître que indaga en la recepción el país de origen de los comensales, anterior a su acogida. ¡Turismo a tutiplén! No deja de cautivar ese magneto, que, cual adolescente novia, se ansía por frecuentar. Y es así como este noviembre, en crucero de 21 noches entre Seattle, besando la frontera canadiense en el oeste estadounidense, hasta Miami, cruzando las nuevas esclusas del Canal de Panamá, intimaremos los puertos mexicanos de Cabo San Lucas, donde nuestra excursión resulta un paseo en la playa sobre lomos de camellos portando atuendos beduinos, Acapulco y sus clavadistas, Puerto Vallarta con su galeón Marigalante, replica de la Santa María de Colón. ¡Ojalá y Panamá se inspirara de aquellos exuberantes ejemplos para presentar al mundo, entre otros, un muy original galeón Balboa, floreciendo así nuestro alicaído turismo!
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