Mi compadre Moisés Cohen Cattán
Publicado 2001/04/16 23:00:00
- VÃctor A. Santos J.
Tal vez nunca antes me he sentido tan limitado para expresar la multitud de sentimientos encontrados que me embargan. Hoy hubiera deseado encontrar muchas formas de poder testimoniar mi aprecio y mi cariño por mi amigo Moisés, a quien no pude, como deseaba, haber acompañado ayer cuando retornó a la tierra a la que todos volveremos.
Mi amistad con Moisés tuvo una duración de cuarenta años. Nos conocimos cuando éramos miembros del Partido Demócrata Cristiano. Ambos fuimos candidatos a diputados en las elecciones de 1964, en las que él fue electo como el único legislador de ese partido. Estaba entonces en el apogeo de su capacidad productiva y con la habilidad y tenacidad que siempre tuvo logró alcanzar la curul, para el desencanto y sorpresa de algunos que habían resentido su postulación porque era judío.
No tengo un recuerdo exacto de las circunstancias inmediatas que motivaron que Moisés fuera juzgado por el tribunal del partido, pero me tocó asumir su defensa y desde entonces nuestra amistad se consolidó y con el transcurrir de los años, se transformó en una hermandad. Eira, su esposa, es la madrina, por bautizo, de Milena, nuestra hija mayor, y también, por cariño de Alexandra, la menor. Y desde hace muchos años, sin que mediara ninguna declaración, porque no era necesaria, Moisés también pasó a ser nuestro compadre.
Desde los primeros cumpleaños de nuestros hijos, muchas alegrías y también penas fueron compartidas. En los últimos años de su vida, la mayor carga de pesares le tocó a Moisés, pero nunca se amargó; siempre fue jovial, ocurrente, emprendedor, cariñoso y sobretodo, valiente. Por mucho menos de lo que a él le tocó pasar muchos otros se derrumbaron, pero Moisés estaba hecho de una arcilla especial y nunca se rindió.
En las largas charlas que tuvimos durante los años de nuestra amistad, pude aprender mucho de su agudeza y sagacidad. Era un conversador ameno como pocos. Por haber comenzado desde muy joven a trabajar, no alcanzó una educación universitaria, pero tampoco le hizo falta. Gracias a su talento y tenacidad fue exitoso en la carrera comercial que escogió. Su condición económica le permitió viajar, ver mundo y desenvolverse en cualquier ambiente, pero nunca cambió su naturaleza raizal y su esencia autóctona de hombre venido del campo.
A lo largo de su vida, Moisés hizo dos familias y a todos sus hijos los quiso y trató de darles educación, guía y apoyo. El largo período de nuestra amistad corresponde con su segunda familia, la que construyó con Eira, su valiente y abnegada compañera hasta el último día de su existencia. Nuestras vivencias de esa rica relación familiar que mantuvimos está cargada de recuerdos y anécdotas de una extraordinaria dimensión humana que reconozco no soy capaz de recoger en estas líneas. Me queda la sensación de que no he podido reflejar como hubiera querido la personalidad de mi amigo Moisés. Mi familia y yo lo recordaremos y sentimos su partida, pero también sabemos que nuestra comadre y sus hijos tendrán resignación y valor para seguir adelante sin su presencia física, pero con el recuerdo de su ejemplo.
A Moisés lo puedo revivir en muchos momentos: en los felices con sentimiento de alegría, pues puedo hasta volver a disfrutar de su extraordinario sentido del humor, en los últimos, que fueron los más tristes también lo recuerdo por su valentía. Lo venció la adversidad física, pero nunca dejó de luchar y así será como principalmente lo recordaremos. La vida nos dio el privilegio de ser sus amigos y esa amistad fue de una riqueza imperecedera. Que Dios lo bendiga.
Mi amistad con Moisés tuvo una duración de cuarenta años. Nos conocimos cuando éramos miembros del Partido Demócrata Cristiano. Ambos fuimos candidatos a diputados en las elecciones de 1964, en las que él fue electo como el único legislador de ese partido. Estaba entonces en el apogeo de su capacidad productiva y con la habilidad y tenacidad que siempre tuvo logró alcanzar la curul, para el desencanto y sorpresa de algunos que habían resentido su postulación porque era judío.
No tengo un recuerdo exacto de las circunstancias inmediatas que motivaron que Moisés fuera juzgado por el tribunal del partido, pero me tocó asumir su defensa y desde entonces nuestra amistad se consolidó y con el transcurrir de los años, se transformó en una hermandad. Eira, su esposa, es la madrina, por bautizo, de Milena, nuestra hija mayor, y también, por cariño de Alexandra, la menor. Y desde hace muchos años, sin que mediara ninguna declaración, porque no era necesaria, Moisés también pasó a ser nuestro compadre.
Desde los primeros cumpleaños de nuestros hijos, muchas alegrías y también penas fueron compartidas. En los últimos años de su vida, la mayor carga de pesares le tocó a Moisés, pero nunca se amargó; siempre fue jovial, ocurrente, emprendedor, cariñoso y sobretodo, valiente. Por mucho menos de lo que a él le tocó pasar muchos otros se derrumbaron, pero Moisés estaba hecho de una arcilla especial y nunca se rindió.
En las largas charlas que tuvimos durante los años de nuestra amistad, pude aprender mucho de su agudeza y sagacidad. Era un conversador ameno como pocos. Por haber comenzado desde muy joven a trabajar, no alcanzó una educación universitaria, pero tampoco le hizo falta. Gracias a su talento y tenacidad fue exitoso en la carrera comercial que escogió. Su condición económica le permitió viajar, ver mundo y desenvolverse en cualquier ambiente, pero nunca cambió su naturaleza raizal y su esencia autóctona de hombre venido del campo.
A lo largo de su vida, Moisés hizo dos familias y a todos sus hijos los quiso y trató de darles educación, guía y apoyo. El largo período de nuestra amistad corresponde con su segunda familia, la que construyó con Eira, su valiente y abnegada compañera hasta el último día de su existencia. Nuestras vivencias de esa rica relación familiar que mantuvimos está cargada de recuerdos y anécdotas de una extraordinaria dimensión humana que reconozco no soy capaz de recoger en estas líneas. Me queda la sensación de que no he podido reflejar como hubiera querido la personalidad de mi amigo Moisés. Mi familia y yo lo recordaremos y sentimos su partida, pero también sabemos que nuestra comadre y sus hijos tendrán resignación y valor para seguir adelante sin su presencia física, pero con el recuerdo de su ejemplo.
A Moisés lo puedo revivir en muchos momentos: en los felices con sentimiento de alegría, pues puedo hasta volver a disfrutar de su extraordinario sentido del humor, en los últimos, que fueron los más tristes también lo recuerdo por su valentía. Lo venció la adversidad física, pero nunca dejó de luchar y así será como principalmente lo recordaremos. La vida nos dio el privilegio de ser sus amigos y esa amistad fue de una riqueza imperecedera. Que Dios lo bendiga.
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